Así es la vida. Así ha sido siempre, y así segurá siendo. Los tiempos cambian. las historias pasan, las leyendas se convierten en mitos y los mitos se cuentan a los niños pequeños como cuentos infantiles de fantasía, cuentos que hablan de otras gentes en otros lugares muy lejanos. Nadie se cuestiona esas historietas, porque, al fin y al cabo, los cuentos cuentos son. ¿Qué fue de los dragones, las torres y las princesas prisioneras? ¿Todas fueros rescatadas por su príncipe azul? ¿Todos los dragones se rindieron a la espada? Claro, nadie se plantea que fuese de otra forma, porque la historia siempre ha sido así.
¿Y si fuese cierta? ¿Y si de verdad hubo una princesa prisionera en un castillo custodiado por un dragón codicioso? ¿Y si el héroe hubiese fallado en su mision?
Si eso hubiese ocurrido, nuestro héroe sería olvidado, porque en los cuentos solo triunfan los victoriosos. Nadie recordará al patoso hijo del tabernero, porque no tiene un rostro deslumbrante ni una reluciente armadura. Tal vez en la historia que se cuenta a los niños ni siquiera aparezca, porque no es importante. El único que importa es el caballero fuerte y esbelto sobre su robusto caballo cabalgando por la espesura hacia el castillo mas siniestro que se haya visto nunca, para rescatar a la princesa más hermosa de las garras del dragón más fiero.
Se hablará de su triunfante retorno y de su pomposa boda. Se escribirán leyendas sobre él y su espada impoluta, y sobre su brillante armadura, que tras la dura batalla salió del lugar sin un solo desperfecto. Se contarán muchas cosas, de las que sólo él puede saber cual es la cierta, y lo cierto es que tal vez ninguna lo sea.
Tal vez la verdad quede enterrada para siempre bajo los escomblos del castillo, junto al cadaver del dragón. Tal vez el caballero en realidad no es feliz con su vicrotia, porque por lo que a el respecta no es una victoria el haber salvado a una doncella desconocida a cambio de entregar al dragón al pobre hijo del tarbernero. O tal vez no le de importancia a esa pérdida y nunca mire atrás.
No, nadie se acuerda de que el caballero no partió solo hacia la aventura. Solo el tabernero, que aún espera el regreso de su hijo con un par de moratones por haberse peleado con lo que quiera que se haya encontrado en el camino. El pobre hombre no imagina que tal vez lo que se encontró su hijo fué un dragón más negro que la noche y tan grande que pudo haber aplastado al muchacho con una garra.
Nadie sabrá nunca que el desdichado hijo del tabernero estuvo dispuesto a dar su vida con determinación enfrentándose al dragón mientras el caballero corría escaleras arriba a por la princesa para luego huir en su caballo blanco sin echar la vista atrás. Nadie, excepto el caballero, que tal vez con los años también se olvidaría de su ya muerto vasallo.
Entonces, ¿quién es el héroe de nuestra historia? ¿El cobarde y reluciente caballero? ¿su escuálido pero firme escudero? ¿tal vez el viejo dragón, ya cansado de vigilar a una niñata a la que nada le importa que otros mueran por ella?
¿Y quién dice que esta historia deba tener un héroe? Quizá el cuento aún no haya terminado, porque quién sabe, quizá el escudero se dio cuenta de la traición del caballero antes de perecer, quizá estableció un pacto oscuro con el dragón, y quzá ambos buscan vengarse del caballero desde entonces...
Quizá sea él mismo quien os ha contado esta pequeña historieta...
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Olvidados
FantasyPorque los cuentos infantiles nunca inclyen las partes escabrosas de las historias, porque nadie recuerda cual fue la verdad de aquellas leyendas, porque los verdaderos protagonistas muchas veces quedaron relegados al olvido.