Lo bello del mundo

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—Escucha, esto es extraño. Yo no te quiero, y tú no deberías quererme, mucho menos depender de mí —, farfullaba con desgana, con el cuerpo encorvado y la cabeza gacha, mirando hacia el terregoso piso sobre el cual se había puesto de cuclillas. Le pesaba la mochila y le temblaban los brazos de cansancio e incertidumbre. Había soltado un suspiro tan largo que pensó que terminaría contrayendo los pulmones hasta volverlos apenas del tamaño de bolas de papel. Le dolía la cabeza como nunca antes, con pálpitos constantes y punzadas en la sien, con peso en la nuca y en los hombros, por la espalda, todo él, un desparpajo rígido que se hacía el esmerado y se explicaba, se auto compadecía; y todo para convencerse a sí mismo, de lo que fuese, para bien o para mal, sólo necesitaba auto afirmarse que lo que hacía, al menos, era su último acto de buena fe. ¿Qué buena voluntad podía haber en hacerse cargo de un desalmado si él estaba prácticamente desahuciado?; tan desamparado como se podía estar— Mírate... no, mejor, ¡mírame! ¿Ves esta caja que tengo bajo el brazo? Acaban de echarme de mi trabajo; ¿y esta mochila sobre mi espalda?, pues hoy en la mañana el arrendador me ha sacado del cuarto donde solía vivir. ¡Ah!, y este puto golpe en la cara, me asaltaron mientras buscaba un lugar donde dormir. ¡No tengo nada y para colmo tú te pones a exigir! ¡Qué estúpido eres, aferrarte a mí! —Gimoteaba, tenía un ojo entrecerrado, además de la mejilla hinchada y amoratada porque el jodido que le había amenazado con arma blanca había decidido dejarle un recuerdo de la experiencia, incluso aunque se opuso sólo un poco y sólo se aferró a sus pertenencias.

Y las ganas de reír por irónico y ridículo le bullían con ansias para salirle por la garganta hasta quedarse sin aliento.

Suspiró de nuevo, largo e indeciso, ¿qué haría ahora? Con dificultad había podido conseguir aquel empleo como mensajero, había tardado meses enteros en ser contratado en algún lugar, y ahora le echaban de pronto, sin decir nada. ¿Dónde le aceptarían? ¿Quién sería lo suficientemente bondadoso para darle un empleo? ¿Y ahora? ¿Dónde dormiría si no tenía ni un centavo?

Se lo había temido ya, incluso su madre se lo había dicho alguna vez, que si no estudiaba terminaría siendo un vago, un desdeñado por esa sociedad en la que se esforzaba por encajar. Hasta entonces la había escuchado con superficialidad, pero ahora que meditaba sobre armarse un hogar en aquel callejón húmedo en el que estaba, incluso quería felicitar a dicha mujer por su asertividad.

—No sé qué comeré mañana, menos tú. Imagina: puedo soportarme muriendo de hambre, pidiendo limosna, rogando por algún alimento. No cuesta nada vivir de la caridad. Pero ¿y tú? No podré mirarte a los ojos cuando me pidas de comer y no tenga ni siquiera agua. Mejor no, espera aquí, alguien mejor vendrá.

Dijo resuelto, mordiéndose el labio y alisándose la playera de manga corta hasta que se la jaloneó por el cuello. Se pasó las manos por la nunca y pensó otro tanto, pensó que debió haber entrado a la universidad cuando su padre le ofreció ayudarle con los gastos hace dos años; pensó que habría sido mejor quedarse en su ciudad natal antes de buscar aventura e independencia en otro lugar. Pensó que habría sido mejor estar en otro lado, no en un callejón, algo tembloroso y algo desorientado, tratando de tener una idea brillante que le salvase de la situación.

Comenzó a desesperarse de a poco, llevaba ya media hora arrinconado allí, y seguía atardeciendo, de forma rápida y esmerada, ¿por qué el tiempo no le perdonaba esta vez con consideraciones y le brindaba más instantes para poder cavilar?

"¿Y si voy a un albergue? No, al menos no todavía, aún no tengo pinta de vagabundo". "¿Y si rompo el vidrio de una tienda y paso la noche en la cárcel? Al menos tendría donde dormir, pero, ¿quién reclamará por mí? ¿Quién pagará los gastos?". "¿Y si comienzo a pedir dinero de una maldita vez?". "¿Si corro y pregunto por un empleo en las tiendas que todavía están abiertas?".

{EunHae} Lo bello del mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora