Umbral De Entrada. IV

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Capítulo 4: Un rubio envoltorio.

"Hay una gran brecha diferencial entre el significado de lo que alguien dice y la forma en que se entiende".

Ubicación: Chicago, Illinois, EE. UU.
Fecha: 11/03/2020 - Horas nocturnas.
Shae Worthington.

Francesca, mi hija, está en casa durmiendo mientras que yo, su patética y desdichada madre está en un club nocturno escuchando una terrible música, bebiendo algo que ni sé qué rayos es, con una cuenta de no se cuántos números. ¡Qué gran vida! Supongo que ya llegué a la crisis de los cuarenta.

Algo vibra en mi abrigo, mi teléfono celular. Un mensaje de mi ex esposo.

Alessandro. 10.30pm
Sueros Buona Shae.

Yo. 10:30pm.
¿Qué quieres ahora Alessandro? Quedamos en que no me molestarías a estas horas.

Alessandro. 10:32pm.
Sí, lo sé. Sólo quería preguntar por Francesca y saber si ambas están bien.

Yo. 10:33pm.
Francesca está conmigo, no hay nada más que debas saber.

Alessandro. 10:35pm.
Shae... Por favor. Me agradaría poder conversar un día de estos.

Yo. 10:36pm.
Tú tienes tu vida, a una de las niñas y una gran corporación que dirigir. Tienes bastante para mantenerte ocupado.

Alessandro. 10:38pm.
Sí, tú también tienes a una de las niñas a quien quisiera volver a ver. Shae, razona un poco... Nuestra hija mayor ya es una mujer, le haría bien tener a su madre junto a ella.

Yo. 10:39pm.
¿Le haría bien a ella o a ti? Alessandro, no me fastidies, hace ya bastante que estamos separados, cada uno hizo su vida y tú también tomaste tus decisiones.

Alessandro. 10:40pm.
Shae... Por favor.

Yo. 10:40pm.
Buenas noches señor Di Rosseti.

Alessandro. 10:43pm.
Hasta luego, Fuoco della mia anima.

Guardo mi teléfono tras leer el último mensaje, no estoy de humor para seguir lidiando con él.

Llevo puesto un vestido blanco con encaje, unos tacones de punta que me están matando porque me quedan ajustados en el talón. Un abrigo me cubre del frío nocturno y me ayuda a ahuyentar a los mirones. Pendientes de un rojo brillante. Lápiz labial rojo que me hace parecer una cualquiera, "debí haber escogido otro" ¿Quién dijo que había que combinar los pendientes con el labial?

Hoy celebro doce años de mi divorcio, qué mejor lugar para festejar que un bar estando sola. Desde que llegué le pedí al panzón del bartender que me trajera algo dulce, y esta cosa es más amarga que el chocolate argentino, aunque tiene un ligero olor a fresa que me agrada.

Veo que el bartender dirige su vista a la puerta, volteo con tranquilidad y veo a un inmenso rubio de cabello largo entrar. ¿Cuánto medirá? Creo que dos metros. Camina de forma elegante y viste un atuendo negro completamente. Jeans con pequeños detalles plateados en la costura, un blazer encima. Los zapatos no alcanzo a verlos. Su cabello deslumbra como un faro en una calle oscura.

Se acerca a la barra y se apoya en ésta.

—¿Puedo sentarme aquí? —pregunta señalando una silla. Hombre, está vacía, ¿o eres ciego? Siéntate si quieres, la barra es libre.

La Doctrina de los dioses: Los Herederos del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora