No sé por qué ocurrió el escándalo en el patio de Greg.
Me supongo que algunos idiotas decidieron que era buena idea llamar la atención de todo el mundo volándose los dientes.
Era extraño, estar en la lujosa casa de Greg no se sentía bien. Ni aunque las luces de neón fueran hermosas y electrizantes, ni aunque la música fuera tan buena como un jodido polvo después de tres años de abstinencia, y ni aunque la gente fuera de buen aspecto, sentía que estaba en un lugar de mala muerte.
Caminaba y podía sentir mi piel empapada de sudor apretándose contra los cuerpos de más de cien personas. Creí que esos ambientes me gustaban. Creí que me volvía loca bailar hasta perder conocimiento de mí, y beber hasta que el vómito fuera quien me dijera "basta". Pero hoy no era así.
Traté de ir hacia la barra, y tras empujar a varios babosos que intentaron tocarme, logré hacerme un asiento en el mesón de las bebidas.
De lejos y en la multitud, divisé a Rebecca saliendo del baño. Se acomodaba la camisilla de tirantes como para que sus senos no dijeran "hola" a todo el mundo, irónico, dado que en su instagram son tan famosos.
Llevaba unos minutos bebiéndome una cuba libre que estaba inesperadamente fuerte.
Me dolió la cabeza, pero de una manera que tenía mucho tiempo sin sentir; de esa cuándo eres un polluelo estúpido que bebe por primera vez y quiere hacer debut en el "mundo adolescente" pero tras el primer shot caes noqueado por el efecto del alcohol.
Sentía que palpitaba al compás de la música, y comenzaba a ser desesperante. De repente era como si yo no fuese tan dueña de mis sentidos, y era extraño, porque mi hígado normalmente soportaba excelente el alcohol.
—Oye, más lento. Eso que tienes en el vaso no es agua.
—Lo sé. Ya Cristo se encargó de transformarlo en licor. Gracias por el dato—dije sin mirar al dueño de la voz, y disimulé el doloroso retumbo que había en mi cabeza tapando ligeramente mi rostro con mi cabello y mi mano puesta en la mejilla.
Pude oír como reía.
—¿Qué haces sola?
—¿Por qué haces preguntas sospechosas?—devolví sin interés y sin pensar, sumida en aguantar el dolor de sien, sin ver quién era.
—Porque traigo el ojo puesto en ti, y cuido de que nadie me quite eso.
Eso fue tan raro de oír que incluso salí de mi trance para girarme y verle la cara al loco que coqueteaba como un psicópata.
—¿Estoy viendo mal o eres Ethan?
—¿Qué otra persona te podría nublar la vista?—ensanchó esa sonrisa tan blanca y merecedora de los comerciales de dentífricos de la compañía de mi padre que quise partirla. Entorné los ojos y me volví a girar, dándole la espalda.
—Vamos, mírame otra vez...—pidió intentando hacerme de vuelta por el brazo, que aunque su agarre fue bastante suave, me fastidió.
No sé si eran efectos del alcohol, pero hice una mueca ridícula que hizo reír por un segundo al barista.
—Ethan, hay muchas chicas por aquí. Desesperadas, borrachas, fáciles, que morirían por acostarse contigo. ¿Por qué no cumples sus deseos?
—Me cansé de ser el hada madrina de todas esta noche—se encogió de hombros apoyándose de espaldas a la barra, y perdiendo la vista en la multitud bailando—. Complaciendo a los demás se va el tiempo tan rápido, que cuando uno se da cuenta que quiere hacer algo para sí mismo, ya es tarde... ¿no crees?
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Quien quiere su mano ©
Misteri / ThrillerA poco tiempo de la competencia deportiva más importante de tu vida, todo parece marchar tan normal. Tus amigos, tu familia, tu vida... un poco disfuncional o fuera de lo común, pero nada que no sea ordinario. La llegada un chico tan misterioso como...