Epílogo.

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Los días pasaron y Justin nunca dejó de mimar a su muñeca. Por el bien de Abby, Violet y él decidieron seguir viéndose en secreto. La chica estuvo de acuerdo mientras sus padres no arreglaran bien sus diferencias, el divorcio se acercaba y Cedric terminaba el año escolar con honores.

— ¿Qué te dije sobre los grandes regalos? —Le reprochó la castaña.

—Esto sin embargo, te servirá para viajar —una maleta con prendas nuevas y de marca estaban dentro—. Aparte va una de mis camisetas, ya sabes —sonrió coqueto mostrándole—. Es la de ese día, para que me recuerdes día a día.

—Pero en esta maleta hay miles de cosas que no son necesarias —le gustaban los detalles, pero esto era demasiado grande—. De verdad, cariño, lo que tengo está bien.

—Te amo demasiado pero no vas a rechazar ahora que gasté el dinero —intentó persuadirla.

—A la próxima no me importará, tienes suerte de que aún queden dos meses y no haya planeado que llevar —se abalanzó a él besándolo con desesperación—. Odio pensar en esto pero te extrañaré demasiado, me estoy acostumbrando a ti muy rápido.

—Y yo me acostumbré a ti hace tiempo, porque estuvimos separados pero mirarte fue suficiente en esa espera —volvió a unir sus bocas—. Lo haré de nuevo, las primeras festividades son en Noviembre y luego Diciembre, estarás de vuelta y te haré sentir como la princesa que eres.

—Eres tan cursi —se sonrojó.

—Quiero que seas mi novia —admitió.

—Y me encantaría pero la distancia es un factor muy fuerte, si ambos estamos dispuestos a seguir cuando vuelva, entonces lo estaremos superando. Prefiero que quedemos así, mientras tú terminas de arreglar tus problemas y yo me concentro en el primer semestre —sonrió apenada.

Compartieron esa tarde entre besos, películas y toqueteos. Abby volvió a su casa con cierta nostalgia; dejar a sus amigas, a Justin, a sus padres y hermano le dolía el corazón. ¿Habrá tomado la decisión correcta? Cuando pasó el fin de semana en el campus se sentía feliz y libre pero no sabía si quería realmente esa libertad, acostumbrada a una familia apresada, sin salir mucho en sus dieciocho años y apenas haber experimentado una fiesta le aterraba. Allá estaría sola, nadie la cuidaría si iba a esas juntas de la facultad, nadie la consolaría cuando estuviera triste. La solicitud de Stanford seguía en pie...

(***)

Quedaba un mes para la partida de Abby y accedió por fin a una cita en un restaurante lujoso, el ojimiel insistió hasta que logró convencerla. Estaba en el  décimo piso de un edificio en el centro de Los Angeles, desde ahí se veía la ciudad completa junto a las montañas.

—Gracias —murmuró y el chico asintió con la cabeza—. Me encanta, jamás he visto la ciudad, tampoco he subido en Runyon Canyon.

— ¿Has vivido toda tu vida aquí y no has subido el cerro? Debería contar como pecado —rió.

La charla continuó mientras esperaban que la comida la sirvieran; entrada, plato principal, postre y sobremesa. La delgada chica sentía que en cualquier momento explotaría y rió por ello. La velada fue hermosa.

—Verás, te he traído aquí para proponerte algo —miró a un lado—. Las relación que tu quieres mientras estés lejos son diferentes a las mías, así que si llegamos aquí, la primera noche que pases en California nuevamente, es porque poder dar el siguiente paso. Es loco pero significativo, aquí mismo te pediré que seas mi novia —a la castaña se le cayó la mandíbula.

Sentimientos de una muñeca © j.b.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora