Capítulo único

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Una navidad fuera de este mundo

Por Lemon Pie

Quince de diciembre. Los aguinaldos acababan de ser pagados y las facturas estaban a punto de vencer. Oh, y más de la mitad de la ciudad aún tenía que hacer las compras para las fiestas. Las fiestas navideñas. Las jodidas fiestas navideñas. De todas las estupideces que los terrícolas habían decidido normalizar, esa era una de las que más odiaba. La mayor parte de la gente que celebraba esas fechas no tenía ninguna creencia que los forzara a tal despliegue de decoraciones horrendas y algarabía forzada.

Y todo eso ponía a Katsura en esa fila de banco, tan larga como un viaje de aquí a la luna, con gente bastante fastidiosa por doquier. Ya llevaba quince minutos parado y solo había avanzado un metro. Se inclinó para ver a la gente que tenía delante. Había una anciana en el cajero. Una dulce y adorable ancianita obviamente senil, tratando de pagar sus cuentas con monedas. Con putas monedas que contaba diligentemente de a una. Podía ver a la cajera con su sonrisa forzada, luchando por no reaccionar contra su cliente. Podía ver a las personas detrás de la anciana, luchando por no gritarle a una dulce ancianita que bien podría pasar por la adorable abuelita de cada uno de ellos.

"¿Por qué diablos nadie la ayuda?", pensó Katsura. Iba a ir él mismo, pero con su suerte, lo acusarían de querer colarse en la fila. No quería una escena, no con el humor de mierda que tenía.

Después de otros veinte minutos, Katsura al fin pudo salir del banco, con todos sus recibos. Lo único que le faltaba era hacer las compras de la semana y luego ir a casa. Sencillo... O sería sencillo si el supermercado no estuviera abarrotado de irresponsables que se jugaban el aguinaldo en estúpidos (otra vez) adornos y regalos navideños. En cada pasillo se topaba con alguien que, de alguna forma o ya sea con su sola presencia, le hacían la experiencia un tanto más desagradable.

Se pasó una media hora navegando entre carritos llenos y compradores despistados y al fin consiguió todo lo de su lista. Solo quedaba pagar. Y, vaya sorpresa, todas las cajas estaban llenas. Después de unos cinco minutos de consideración, encontró la fila más cortas con los carritos más vacíos y esperó.

Quince minutos más, y al final estuvo fuera. Bolsas de súper en mano, con esfuerzo logró hacerse un espacio en el bus lleno hasta el techo. Empezó el incómodo viaje de regreso a casa, en el que solo trataba de respirar, de encontrar su espacio, su paz... Estaba, al fin, encontrando su estado zen. A través del cansancio, la incomodidad y la rabia, Katsura al fin encontraba ese punto dentro de sí en donde todo era calma... del que una mano traviesa lo arrancaba apretándole el trasero.

De inmediato, se dio vuelta, dándole un codazo al tipo que tenía detrás y explotando de ira. Por poco y no le lanzaba sus compras. Pero eso sería un desperdicio tan grande y él se sentía particularmente tacaño después de pagar todas las facturas y las compras. Solo quería gritar, quería arreglar algo y ese algo sería ese asqueroso hombre que creía que un autobús lleno era la excusa perfecta para sobarse con desconocidos.

Lastimosamente, ya llegaba a su parada y los demás pasajeros no estaban de humor para el drama. Con mucha facilidad, lo bajaron del bus. Las puertas se cerraron con Katsura gritándoles a todo pulmón que ojala Santa Claus le regale un vibrador en el culo.

Con eso fuera de su sistema, Katsura caminó las dos cuadras hasta llegar a su edificio. Por suerte, nada más sucedió. Ya estaba frente a la puerta, imaginando la paz y tranquilidad que tendría dentro, alejado de todo el barullo navideño, de las guirnaldas, de las lucecitas molestas... Paz, tranquilidad...

... Kyuu envuelto en guirnaldas de colores, un árbol de plástico hecho pedazos, bolas de colores y otros adornos desperdigados por toda su sala y Lucas desenredando un manojo de luces navideñas encendidas, como si no le temiera a la muerte.

Una navidad fuera de este mundoWhere stories live. Discover now