"NOCHE DE FANTASMAS"

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La noche llegaba lentamente y las sombras de los árboles empezaban a alargarse interminables en la colina...Era la hora del cambio de luz. La hora en que los fantasmas empiezan a salir de todos los rincones para instalarse entre la piel y los pensamientos. Pero aquel que me perseguía no era un fantasma, era un espíritu maligno y obstinado; pero yo ya conocía sus artimañas, es más, podía leer sus pensamientos en el viento y en el aire que respiraba, si bien, lo tenía pisándome los talones, en realidad, iba un paso adelante, porque sabía lo que él quería hacer. Sacudí la cabeza, no era momento para pensar, debía ganar terreno y llegar a m i destino. Di un tirón a las bridas e hincando las espuelas en los flancos del caballome apresuré a llegar cuanto antes. A través de la espesura de los árboles podía oír los ruidos habituales del bosque; el aleteo de las aves al emprender el vuelo hacia sus nidos, el rozar del viento con las hojas, el suave caminar de algún animal oculto. Pero de pronto un ruido peculiar llamó mi atención, no venía de ninguna parte, ni parecía relacionado con la naturaleza; era un golpe seco y frío, como el caer de algo pesado...Nerviosa, subí por la empinada ladera de la colina buscando alguna respuesta pero no encontré nada raro a mi paso y ya estaba por desechar taleshipótesis, cuando algo brillante llamó mi atención. Era una pequeña esfera de cristal tirada entre la mullida alfombra de hojas, a la sombra de un pequeño y retorcido arbolito. Un objeto peculiar que despedía luces de mil colores. Bajé del caballo y con una mezcla de curiosidad y temor la tomé entre mis manos; entonces, una especie de calorcito recorrió mi cuerpo llenando mi espíritu de sensaciones nuevas e inesperadas. En ese instante supe que era la señal que estaba esperando. Sin perder tiempo guardé aquella esfera en mis alforjas y monté de nuevo a caballo apurando el paso. Al salir de aquel bosque enmarañado, me encontré trotando por la ancha y empolvada carretera. La oscuridad ya cubría todo el campo, que imaginé lleno de lodo y abandono. Debía buscar un refugio para pasar la noche. Llegué casi a tientas al abrigo de unos añejos árboles e improvisé un refugio con ramas y hojas caídas y me dormí. Desperté en la madrugada bañada en sudor, presintiendo su cercanía y la de sus secuaces. Volví a ponerme en camino y cabalgué casi todo el día sin parar. Una fina llovizna caía y volvía más difícil mi andar. Con los músculos entumecidos y los dedos casi paralizados, por fin esa tarde llegué a la playa.. Avancé por la arena y sentí las olas del mar chocar con los cascos del caballo. Respiré hondo y empecé a disfrutar el aire salado que entraba a borbotones en mis pulmones... Mientras corría a todo galope pensé en lo asombroso que me parecía todo ahora que estaba cerca del fin. Bajé del caballo y saqué la esfera de cristal de mis alforjas y acercándome al mar, la puse con cuidado entre las olas que suavemente bañaban la arena. La esfera se meció durante un rato en el agua, sin dar muestras de nada peculiar y cuando ya empezaba a creer que me había equivocado, un ruido me arrojó al piso y de las espumosas olas empezó a surgir un poderoso barco que me llevó lejos de aquellas costas. Que me llevó lejos de él para siempre.

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⏰ Última actualización: May 25, 2014 ⏰

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