La verdad

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A la mañana siguiente me desperté temprano, me duché, me cambié y me fui a comprar al supermercado que había cerca de mi casa.

Cuando volví Álvaro me estaba esperando en la puerta de mi portal con un papel en la mano.

-Toma, Emma. Es de parte de Josh. Son las medicinas y los tratamientos que necesitas para recuperarte del todo. Dice que se dio cuenta de que no tenías ni idea de cómo ni con qué curarte.- Me la entregó.- En fin, adiós.- Me dio un beso en la mejilla y se fue caminando en dirección a la casa de Josh.

Me quedé un rato mirando la lista que Álvaro me había dado. Subí a casa, me senté en el sofá y me puse a leer la lista, que decía prácticamente los días en los que tenía que cambiarme las vendas, limpiarme las costras de sangre, numerosos potingues y pomadas para los golpes, pastillas apuntadas en caso de que tuviera algún dolor específico poder apaciguarlo. Además ponía:

P. D.: Por si no lo sabes el número de emergencias es el 112 y, como sé que no los sabes, este es mi numero 63... y este el de Jeff 54...

No entendía por qué hacía esto si casi no me dirigía la palabra. A pesar de todo decidí hacerle caso, así que me limpié la heridas y me puse nuevas vendas. Después de un tiempo en casa salí a la playa para dar un paseo por la orilla del mar. Así estuve hasta que los pies me dolieron y no podían soportar más el ardor de la fina arena. A la vuelta pasé al lado de la casa de Josh y decidí aprovechar para darle las gracias por la lista. No quería pedirle la camiseta ahora porque podría pensar que el agradecimiento no iba enserio y que solo había sido una excusa para acercarme a su casa a por ella.

Cuando estuve frente a su puerta llamé a la puerta.

Josh abrió la puerta en pantalones de pijama y camiseta. No sonreía como antes, se limitaba mirarme sin expresión.

-¿Sí?- Preguntó.

-Hola, Josh.- Le dije mirándole a los ojos.- Venía a decirte gracias por la lista que me has hecho.

-De nada. ¿Algo más?- Su cara seguía tan inexpresiva como cuando abrió la puerta. Parecía importarle si se lo agradecía o no.

-Todavía sigues borde conmigo, pero, ¡por el amor de Dios!, ¿¡qué he dicho!?- Dije alzando a voz totalmente perdida. Y en ese momento, al preguntarlo en voz alta, caí en qué había podido decir para ponerle así.- ¿No será porque te dije que pensaba que querías tocarme el culo?

-Pasa. Aquí no.- Se apartó para que pasara. Seguía serio, pero se podía ver que estaba sorprendido.

-Como quieras.- Entré en su casa y él cerró la puerta.- ¿Entonces, es eso?

-Puede. ¿Por qué lo piensas?- Frunció el ceño.

-Porque desde que te lo dije te portas así conmigo.- Hice un gesto con las manos hacia él.

-Eso no es un buen por qué. ¡Eso ni siquiera es un por qué!- Josh se alteró. Si solamente fueses capaz de entenderlo y pedirme perdón. - Sonaba desesperado.

-¡Perdón por haber dicho eso!- Le grité.

-¿¡Por haber dicho el qué, Emma!? ¿¡QUÉ HAS DICHO QUE ME HAYA HERIDO!? ¿¡QUÉ HAS DICHO QUE ESTÉ MAL Y POR QUÉ LO ESTÁ!?- Josh gritaba con los ojos muy abiertos y desesperado.

-¡Perdón por haber pensado que querías tocarme el culo!- Grité yo también.

-¡Bien! ¡Ya sabes lo que me ha molestado! ¿¡SABES EL POR QUÉ!?- Josh parecía colérico y a punto de llorar.

-¡NO!- Grité aun más fuerte. El pecho me dolía casi tanto como en el incendio. Esto no era bueno.

-¿¡Y por qué te disculpas sin saber el por qué!?- Ahora frunció el ceño, pero eso no impidió que sus ojos siguiesen extramadamente abiertos.

Suspiré pesadamente. Me estaba asfixiando.

-¡Porque quiero que estés bien!- Le volví a gritar. Todo el aire que me quedaba en los pulmones lo solté en ese grito. Empecé a hiperventilar, me dolía el pecho, mis piernas temblaron y perdieron la fuerza, haciéndome caer.

Estiré la mano para intentar evitar la caída agarrándome a la camiseta de Josh. Fue una mala idea, porque Josh perdió el equilibrio junto conmigo y cayó encima de mí, terminando de sacar lo poco y nada de aire que me quedaba dentro y haciéndome perder la consciencia.

Cuando me desperté me temblaron los párpados. Lo primero que vi fue a Josh mirándome tumbada en su cama fijamente, triste y sin vida en los ojos.

-Josh.- Dije.

-Dime.- Hablaba sin ganas y la expresión no le cambiaba.

-¿Qué ha pasado?

-Que tenías razón. Te he hecho daño. Todo lo que pensabas de mí es cierto. Yo te he hecho esto.

-¿Esto?- Le pregunté incorporándome.

-Sí, Emma, sí. Esto.- Josh estaba destrozado y no sabía por qué.

-¿El desmayo?- Le volví a preguntar una vez más frunciendo el ceño.

-Sí. Tenías razón. Siempre has estado en lo correcto al creer que soy un monstruo. Yo solo me estaba mintiendo a mí mismo cuando me obligaba a creer que no era así.-

-Josh, tú no eres un monstruo.

-Siempre lo has pensado, no lo escondas, tranquila. Ya me he dado cuenta.

-Que me desmayase no ha sido culpa tuya.

-Sí. Yo te alteré, te asusté al gritarte y por eso te has desmayado.- Josh volvía a comenzar a alterarse.

-No, Josh. Tú no fuiste el culpable.- Le dije.- Sí, me alteré, pero no me desmayé porque me asustases.

Josh me miró con los ojos entrecerrados.

-Sí, claro.- Respondió sarcástico.

-Vale. ¿¡Quieres que te diga la verdad!?- Le pregunté alzando la voz.- ¿¡Quieres que te diga quién es la culpable de todo esto!?

-Adelante. Dilo.- Se veía el poco interés que tenía reflejado en su voz. Aún seguía pensando que él era el culpable.

-La culpable es mi enfermedad.- Le dije con voz baja y tétrica.

-¿Qué?- Josh cambió su expresión a una confundida, al igual que su voz.- ¿Qué enfermedad?- Los ojos se le aguaron y la respiración se le aceleró.

-La Enfermedad de Cristal.- Volví a hablar con tono bajo. No me creía que le estuviera contando a alguien lo de mi enfermedad.

-Emma, ¿qué te pasa?- Susurró y una lágrima cayó por una de sus mejillas.

-Es una enfermedad que se contagia al tocar unos cristales líquidos que se expanden por la calle, supongo que habrás oído hablar de ella o habrás visto los cristales esos. La parte del cuerpo con la que los tocas se convierte en cristal. Mi caso es extraño, yo nací con la enfermedad. Mi madre la tenía en el embarazo, me la pasó a mí porque yo fui creada entre el cristal de su vientre. Por si te lo preguntas, la parte que yo tengo de cristal es el corazón.- Mi voz sonaba monótona mientras hablaba y la cara de Josh se había desfigurado con tristeza a medida que le contaba.- Si se te rompe la parte de tu cuerpo que se ha convertido en cristal, por insignificante que sea, te mueres. Para mí significa no poder correr mucho o muy rápido, no poder asustarme, enamorarme... prácticamente ese tipo de emociones fuertes. Por eso cuando me he alterado me he desmayado.- Mi mirada estaba clavada en su cama.

-Podrías habérmelo dicho antes.- Josh, todavía con ojos llorosos y mirada triste, rió.

-No te lo dije por mi padre.

-Explícate.

-Decía que lo tenía que mantener en secreto, pero aparte de por mi padre, también lo hice por mí. No quería que me tratasen diferente al resto o que me prestasen más atención de la necesaria.

-Vale. No es difícil de entender, así que lo entiendo.- Sonrió secándose las lágrimas.

Sin más, Josh se tumbó boca abajo en la cama, roncó una vez y se durmió. No sabía si irme o quedarme, eso sí, estaba cansada. Me volví a tumbar junto a Josh y sin querer mis párpados se cerraron, encerrándome en un profundo sueño.

La Enfermedad de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora