Mi simple beta 💘

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Era la segunda semana de primavera cuando lo vio por primera vez. El pelinegro casi se lleva un poste de luz por delante y aun así, no apartó su mirada de aquel tierno rubio que iba cruzando la calle soltando estornudos.

¿Alergia?

Aún cuando lo recuerda se siente inmensamente feliz de saber que solo bastó una mirada para comenzar a conocer a su rubio favorito. O bueno, quizás dos, cuando lo vio por segunda vez con un castaño que le extendía un pañuelo a la par de «tu alergia al polen parece más fuerte este año, Chim».

Con el tiempo descubrió que su nombre era Park Jimin, alias ChimChim, como su amigo el castaño de dientes prominentes solía decirle. Al igual que él, estudiaba en la misma universidad, con la diferencia de que éste se encontraba en el Departamento de Danzas Contemporáneas y no en el de Música y Composición. Aunque eso no era impedimento para que Yoongi pudiera buscarlo con la mirada en cada receso o a media mañana cuando tocaba la hora del almuerzo.

Siempre se encontraba observando al lindo rubio sentado en el patio bajo un árbol de cerezos, con un sándwich y un jugo de durazno en las manos. Nunca nadie lo hizo, pero si alguien llegaba a preguntar el motivo por el que nunca se acercó, él respondería con un simple «prefiero verlo a la distancia». Aunque aquello de mentira no hubiera tenido nada.

Para Yoongi, Jimin era un ángel. Y no solo por sus rubios cabellos, también por su suave voz, su timidez extrema cuando alguien desconocido se le acercaba, su belleza tan natural de la que resaltaban sus mejillas rellenas, sus tiernas manos de bebé, y por sobre todas las cosas, su sonrisa. Aquella dulce y encantadora sonrisa que lograba derretir hasta los huesos de cualquiera que la admirara.

Decir que corazones flotaban a su alrededor cada vez que lo veía pasar, sería decir poco. Nunca faltaban los comentarios como «Él no te conviene, Yoon», «Aún no entiendo qué le ves», «Hyung, no queremos que te metas en problemas», «No tiene nada de especial, es un simple beta».

Oh, pero vaya que Jimin sí tenía algo de especial, y Yoongi se sentía aún más feliz de saber que solo él era consciente de ello. Porque como el acosador, digo... "admirador" número uno de Park Jimin, el pelinegro conocía incluso su secreto mejor guardado.

Lo descubrió una tarde que se paseaba por el Departamento de Danzas, en busca de su profesor de Didáctica. Él aún se sentía molesto porque el hombre lo había reprobado en un proyecto en el cual dejó su alma. Bueno, no tan literal, pero estaba dispuesto a reclamarle todo lo que fuera necesario, porque incluso NamJoon había aprobado con la calificación más baja, cuando apenas y había comenzado a elaborar el maldito proyecto la noche anterior a la entrega final.

O era un negro con suerte o su profesor era un grandísimo hijo de...

Toda molestia se drenó de su cuerpo cuando husmeó en otro salón en busca de su profesor, encontrándose con algo –alguien– más interesante allí.

Era el salón de eventos. Había muchas butacas algo maltratadas y al final, un gran escenario apenas iluminado por una tenue luz blanca, que dejaba ver a su ángel, danzando al compás de la música clásica.

Yoongi era consciente del poder que Jimin podía llegar a tener sobre los demás, pero jamás se imaginó que ese joven podría atraparte, hechizarte, quitarte la vida y revivirte en el mismo instante, solo con verlo danzar, dejando su cuerpo y alma en cada paso. Una vez más, el pelinegro se sintió inmensamente feliz de saber que ese era Park Jimin, el simple joven del que se había enamorado.

Luego de que ese pensamiento cruzara por su mente, lo demás llegó a suceder tan rápido, que ni siquiera tuvo tiempo de pestañear.

Él, tropezando con una de las butacas, creando un gran alboroto.

Mi beso favorito de mi beta favorito - YoonMinWhere stories live. Discover now