Aquella navidad, había sido la mejor desde hace mucho tiempo, había podido disfrutarla gracias al regalo que le había dado el alemán, además de ello, le hizo recordar aquel vinculo que tenía con él, logrando hacer que esa navidad fuera inolvidable. Ahora, eran vísperas de año nuevo, había pasado ya una semana de navidad y pensaba en Gilbert, en que darle de regalo, pues le nacía obsequiarle algo, pero no sabía que.
-Esta es la décima tienda...-
Diez tiendas había ya visitado sin tener idea de que comprarle a Gilbert, una cartera, camisas, cinturones, chocolates, todo le parecía muy poco a lo que él se merecía, por ello su cabecita estaba dando vueltas y no lograba decidirse cuál era el regalo más conveniente.
Ahí estaba, en otra tienda, mirando los peluches, todos eran de bonitos tonos de color y figuras tiernas, desde ositos, patos, perros, ranas, etc. Se veían lindos, pero tampoco sabía bien a ciencia cierta cuál animal era el favorito de él, dio varias vueltas en el lugar, empezaba recordar un poco sobre este, mascotas en su casa solo habían perros, pero curiosamente había otro por ahí el cual se le había olvidado por completo.
Miro una vitrina pequeña, donde estaba un pequeño peluche de pájaro, era bastante tierno, Alfred lo observo y se le hizo familiar, por su puesto, siempre cargaba uno de estos en su hombro, el cual revoloteaba sobre su cabeza, había llegado a pensar que era un pollo de granja pero este había resultado que era un polluelo de águila, a este pequeño animal Gilbert estimaba mucho. Había hallado la respuesta de su regalo. Sin embargo, el peluche era realmente muy pequeño nada comprado con lo que Prusia le había regalado, tenía que buscar uno mas grande, así que fue de tienda en tienda en el centro comercial para hallar un peluche de polluelo gigante, pero no tuvo éxito alguno.
Rendido ya, optó por comprar al pequeño polluelo de la tienda que había visto previamente, pero, al volver, el pequeño ya no estaba. No había remedio, era pésimo hallando regalos para los demás. Triste y frustrado comenzó a salir de la gran plaza donde estaba, en ello unos pequeños niños se le acercaron corriendo y los esquivo para no tirar a ninguno, eran tan pequeños y adorables con sus trajecitos de gato y oso panda, aquello le pareció fascinante y... le dio una loca idea para el regalo de Gilbert.
Era ya la noche de año nuevo, de nuevo los abrazos y los buenos deseos se dejaban ver entre las naciones, era igual que siempre, al menos el alemán así lo veía, pero al meditar mejor, entendió que hacía falta cierto rubio parlanchín que no estaba en la fiesta, increíblemente, el amante de las fiestas no estaba en año nuevo. Al principio no le tomo mucha importancia le que Alfred F. Jones no estuviese en la fiesta, pero al ver que esta era algo aburrida sin las cosas estúpidas que hacia el gringo, empezó a preocuparse.
Recorrió todo el gran salón es espera de ver a su ex pupilo, pero nada, Jones no había ido a la fiesta. Ni modo, ese año nuevo sería demasiado aburrido.
El americano terminaba uno ajuste a su regalo, cuando estuvo listo se la coloco y decidido a dar su regalo camino hacia la puerta del salón donde estaba la fiesta de año nuevo, suspiró profundo y abrió. No tardo en empezar a causar cuchicheos entre las personas, muchos le miraban y otros hasta se reían. Se ruborizo mucho de las mejillas y caminó buscando a su entrañable maestro. Había recorrido ya todo el lugar sin pista de ese albino egocéntrico, miraba a todas partes en espera de poder encontrarlo.
Entre tanto ajetreo y la cuenta regresiva de aquel año que ya estaba lléndose con el tiempo, a lo lejos Jones pudo distinguir aquel desordenado cabello blanco, no había duda, era Gilbert Bielsmchdt. Contento se dirigió hacia él, aquel atuendo que traía le hacía un poco más difícil el emprender carrera, pero a pesar de eso, logró llegar hasta él.
-¡Gilbert!-
El teutón de ojos carmesí escuchó su nombre y volteó a ver hacia donde provenía esa voz llamándole, vaya sorpresa se llevó.
-¡Feliz año nuevo!- se aventó a abrazarle el americano.
Gilbert estaba anonadado de lo que veía, recibió el abrazo y no sabía que decir, pues como no, el neoyorkino traía unos atuendos bastante extraño.
-¿Qué rayos haces vestido como...-
-No sabía que regalarte, así que decidí traerte un polluelo como Gilbird, pero ya no había en la tienda y... -
-Ahg... ahh!, ¡¿Qué rayos?!, estás diciendo que ...eres así, una especie de rega...lo para mí-
Asintió el americano despacio y alzo sus brazos, Alfred era un pollo gigante, tenía un disfraz de pollo con un moño atado en su cintura -Pyo Pyo...-
-Hahahahahahahahahaha!- Gilbert se echó a reír feliz, su pequeño Jones era adorable.
-¿No te gusta?-
-Hahahaha no es eso, hahahaha, ahhh...- se quitó un par de lagrimitas de los ojos y se acercó a Alfred, al verlo con las manos levantadas le abrazo y deposito un tierno beso en la cabeza de este, estaba agradecido de que aun todo fuera como antes.
-Eres el regalo perfecto... kesesesese-
FIN
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UN REGALO PARA GILBERT
MizahAlfred estando solo en la fiesta de navidad, es sorprendido por la persona que menos se imaginó. Al ver el gesto de este, decide buscar un regalo para este. Los personajes no me pertenecen, son de Hidekaz Himaruya PruAme DEDICADO A GILBERT NIEMAND