La rubia plástica rompe mis lentes

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Llegué a Estados Unidos mediante un viaje en avión. Fui compañera de asiento de un tipo que se había pasado viendo vídeos porno de negros y rubias durante todo el viaje, sin darse cuenta que sus auriculares no funcionaban y por lo tanto todos oyeron los gemidos provenientes de su computador. En serio, ¿Qué hacen esas chicas para tener una voz tan potente? ¿Llevan clases de afinación y canto o qué? Juro que podrían cantar ópera si lo quisieran, aunque... supongo que no ganarían tanto.

- Oh sí, joder, - la chica gemía. - Oh sí, metémelo, oh sí, metéme esa cosa en el puto culo. Joder. JOOOOODEEER.

"¿Será buen negocio ser actriz porno?" Empiezo a considerarlo durante unos momentos, pensando que quizá encontré mi verdadera vocación en la vida. Aquella que me volvería millonaria y famosa por fin, pero luego recuerdo que aún no he sufrido mi transformación de patito feo a cisne, y dejo pasar la idea para volver a considerarla más tarde.

- Mami, ¿por qué solo se oyen gritos de la película del señor. - Le preguntó un dulce niño de cinco años a su madre con curiosidad. - Se parecen a ti en la noche.

Esta dio un respingo alarmado, carraspeo y miró por todas partes con nerviosismo para vigilar que nadie hubiese oído su hijo. Justo cuando nuestras miradas se encontrarían, aparte la vista, hacia el frente.

- Shhh, Marco. - Le dio palmadas en la cabeza, - Guarda silencio y te daré tu biberón al llegar en casa de abuela.

Estaba tan cansada, que apenas y tuve ganas de espiar al chico guapo de la otra ventana, cuya únicas actividades que había hecho durante todo el viaje, fue depilarse las cejas y ponerse gel en su cabello. Por suerte, no pasó demasiado tiempo antes de que la azafata nos diera el permiso de bajar. Ya habíamos aterrizado.

Ya en el aeropuerto me encontré con mi abuelo esperándome, poseía un letrero entre sus brazos que rezaba: "Felicidades por escapar del violador en serie, Gertrudis", a modo de broma, obviamente, porque en el momento en que yo me acercaba hacia él, todas las otras personas observaban, dudando de la salud mental de ese violador al haber secuestrado a alguien tan feo como yo.

- ¡Hola, adorada nieta! - Saludó mi abuelo, colocándose mejor los lentes para echarme un vistazo. - Veo que has sacado el bigote de tu abuelo, oh sí, tiene el mismo grosor de cuando tenía tu edad...

- ¡¿Momento, qué?! - Chillé, tocándome por encima de los labios avergonzada, sintiendo algo rasposa allí. - ¡Pero si me he depilado antes de venir! ¡Está cosa es un monstruo que solo crece con el miedo!

- Vamos a casa cariño, tengo una navaja que podrás utilizar para ese monstruo peludo.- Mi abuelo agarra mis maletas, y nos dirigimos al taxi que un gordo calvo conducía, el cual me miró las pantorrillas durante todo el camino.

Más tarde, al llegar a casa, mi abuela me recibió con galletas de animalitos, hechas en casa y decoradas con jalea de frutas, por lo cual, el resultado final se convertía en jirafas, cebras y elefantes sangrientos y tuertos, de los cuales, yo gustosa devoré las cabezas, hasta que encontré lo que parecían ser los restos de una cucaracha, en medio de las entrañas de una galleta con forma de león, y todo apetito se escapó de mí. Mi abuela estaba ya demasiado vieja como para fijarse en los ingredientes que agregaba a sus recetas. O demasiado loca como para que le importara.

- Hoy a la noche cenaremos un bistec de gusanos de coco. - Mi abuelo se chupó los dedos. - Son exquisitos, te encantarán. Se sienten genial cuando se retuercen en tu boca tratando de escapar.

Bueno, ya sabía que hoy a la noche debía ir a un antro o algo, lo que sea para evitar que más gusanos hicieran una fiesta en mis tripas.

Fui al colegio, en un BMW del año que por alguna razón mis abuelos al tener problemas de estupidez por poco hierro en sus sistemas, me lo dieron como medio de transporte, a pesar de tener 16 años, lo manejé perfectamente y aparqué en el estacionamiento, donde a nadie le pareció tan extraño que tuviese un puto BMW del año que resultaba ser el triple más caro que todo los autos estacionados de allí.

Llegué a la Secretaría y una señora gorda, con bigotes en la comisura de sus labios y varios pelos tiesos y negros alrededor de su barbilla, me dio mi guía de clases.

- Suerte en tu primer día, - me dijo desanimada, con voz rasposa casi de hombre. -  No nos hacemos cargo de los abusos de tus compañeros, ni robo de celulares o de autos estacionados delante de nuestro instituto.

Entonces una chica se acerca a mí, con su grupo de secuaces de la misma ropa que ella, (música tétrica suena de fondo) con su brillante sonrisa alumbrando la estancia completa, con tanta potencia que incluso tuve que colocar una mano frente a mis ojos para evitar quedarme ciega, juro que iluminaba más que el mismo sol.

Ella vestía un uniforme en rojo y blanco. Constaba de una putifalda a la altura de sus redondas nalgas perfectas y ejercitadas, dejando entrever su ausencia de ropa interior y su perfectamente depilada zona "v". Sus pechos de silicón estaban tan levantados y sobresalientes que parecían estar a punto de reventar su blusa súper elástica. Y finalmente, su cabello rubio caía en hondas de una coleta alta, hasta llegar a la mitad de su espalda.

Ese cabello... Esa ropa... Ese cuerpo jodidamente ejercitado que, a pesar de mi heterosexualidad me hacía creer que si ella me diera un solo vistazo me abriría de piernas y le diría que tiene permiso de hacer lo que quiera conmigo... Es decir... ella era completamente todo lo que cualquiera desearía ser, o tener. Era obvio. Ella era Britanny: La Capitana de las Porristas. Y según las reglas de las novelas cliché, mi peor enemiga de ahora en más.

Sabía lo que seguiría a continuación, así que, decidí apresurar mi futuro calvario.

-Solo hazlo ya- le dije. Britanny puso su atención en mí, entrecerró los ojos al mismo tiempo que yo hacía lo mismo. Su celeste cielo contra mi café caca. Sus pestañas blancas y largas cual abanicos contra mis cuatro pelos de camello. Sus perfectas cejas delineadas contra mi selva tropical, alias estacionamiento de piojos. Ella conocía su papel, yo conocía mi destino.

-Como desees asquerosa rata de alcantarilla- contestó la capitana de las porristas, justo antes de arrancarme mis lentes, enormes y cuadrados del puente de mi nariz torcida. - Uy, que asco, quedó algo de granos en tus lentes, de tu asquerosa nariz.

Dicho eso, rompió mis lentes y después me pateó en mis tesoros femeninos y caí al suelo, llorando por mi cruel destino de ser siempre objeto de burlas, porque es lo que se espera de mí, y el único destino que me quedara hasta cuando muera. Incluso muerta, me imaginaba en el cementerio con otros cadáveres haciéndome Bullying.

Ella se fue, pisándome el pelo junto con sus secuaces tontas, y se empezó a reír cual hienas, mientras sacaba su celular y publicaba en Facebook su estado a "Feliz por golpear a la nerd". Luego tomó una foto, haciendo boca de pato con estreñimiento y la publicó.

Y fue entonces cuando lo vi, acercándose a la distancia y mis bragas se calentaron inmediatamente. Allí estaba él. ¡Oh por Dios! Era Zain Cipriano Grey, el chico más sexy de todo el instituto. Mis piernas temblaban cual gelatina mal cuajada, dispuestas a abrirse a la primera señal y darle cuarenta hijos, solo para empezar.

Aunque era virgen, y juré un voto de castidad, y odiaba a las putas. Y nunca sería como esas bragas voladoras, me decía. Pero por alguna razón, solo tenia ganas de coger y hacerle mil cosas.

El tiempo pareció detenerse mientras él caminaba a través del pasillo. Traía una camiseta ajustada que hacía ver todos sus abdominales de lavadero, unos jeans que destacaban su trasero de manzana y un reloj de oro marca Rolex, y cadena de oro y diamantes. Tenía los ojos azules cual cuerpo en proceso de descomposición, labios carnosos con una sonrisa de pato a lo muñeco Ken de Barbie. Pero eso no era todo, ¡Su pelo! ¡Oh Dioses!

Era rubio, y ondulado. En un balanceo de cabeza empujó su cabello y este se movía al son del viento del ventilador que uno de sus lacayos-nerds sujetaba para que movieran sus mechones de oro ilegal. Sus pies eran besados por las chicas promiscuas con escotes demasiado largos y faldas demasiado cortas, probablemente pertenecientes al falso club de castidad, que venían arrastrándose de rodillas tras él.

¿Qué cómo pude ver a mi nuevo príncipe azul y futuro padre de mis feos hijos si no tenía los lentes puestos? Dah, así es la vida, no interrumpan, lectores maleducados, estúpidos, supuestos sabelotodos. Ahora yo estaba en el piso a los pies de Zaín Cipriano Grey.

¡Oh sí, perras, esto va por buen camino!

Gertrudis y su lista de Novios #GreatestAwards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora