Capítulo 9.3: Engañosos pensamientos

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Estoy muy cansada y, antes de levantarme para volver a mi cuarto, sólo intento no llorar de rabia por haber sucumbido a su encanto, por haber sucumbido a un impulso y depositar un beso tierno al alejar mi cuerpo del suyo. Fue sólo eso para él. Dos cuerpos uniéndose...

Despierto y veo a Milho caminando de un lado al otro. Mirándome en la oscuridad. Se acerca sin notar que estoy despierta.

Se arrodilla a mi lado y me acaricia la pierna suavemente. Luego me besa el cuello y la boca. Intenta despertarme. Tal vez ya sabe que no duermo.

—Te deseo —ruega en un susurro a mi oído mientras me acaricia el cuello con la nariz —No puedo simplemente dormir a tu lado. Una vez más... por favor...

No puedo resistirlo y dejo que me tome en silencio. Rodeo su cuello con mis brazos.

Siento que ya viví esto mismo. ¿O lo soñé? Una sensación de tristeza me embarga como si de esto se hubiera tratado aquel sueño, y estuviera reviviendo las emociones.

Esta vez me besa con ternura. No dice nada. Sólo habla su cuerpo y su piel.

Suave, amoroso. Me confunde. Me lleva al paraíso sin palabras. Con demasiados besos, con todas las caricias.

Acabamos suavemente, juntos y me abraza a mi espalda.

No sé qué significa todo esto. Estoy muy cansada y me vuelvo a dormir.

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Despierto sobresaltada y un recuerdo del sueño me impacta. Una imagen de una mano pasa fugaz por mi retina. Un anillo grueso y en éste gravada una inicial que no logro distinguir.

¡Eso soñé! Fue una situación erótica con el del anillo. ¿Pero quién era? No recuerdo ese anillo. Stefano tiene muchos anillos. Pero esa mano sólo tenía uno.

La experiencia de anoche debe haber reactivado el recuerdo.

¡Anoche!

Me percato de que no estoy en mi cama y de un salto me levanto y busco mi ropa que quedó desparramada por el cuarto. Me calzo una bata mientras.

Estoy pensando en salir a hurtadillas hasta mi cuarto, cuando veo a Milho entrar con el desayuno.

—¡¿Desayuno?!

—No te asustes. Solamente es una tregua. No significa que vamos a ser buenos amigos porque comamos en la misma mesa.

Lo miro con desconfianza.

—Es bueno que lo tengas claro. ¡Muero de hambre!

—Por suerte hoy teníamos el día libre. Con las conferencias de la noche va a ser más que suficiente.

Enciende el televisor y pone canales de noticias en distintas pantallas.

—Sí, nos van a comer crudos. ¿Saldremos en las noticias?

—Yo siempre salgo.

—Aaah... perdón... "Yo siempre salgo" —repito burlonamente.

—Bueno, es verdad.

—¿Y tenés que recalcarlo?

—Tengo un compromiso con la verdad.

Me sonrío ante la naturalidad con la que toma el hecho de ser famoso.

—Ponele... Escuchame una cosa... ¿Vos te acordás bien lo que pasó durante la borrachera que traíamos?

—¡Yo no estaba borracho anoche! ¿Tengo que recordarte todo lo que hicimos? —se espanta.

Confusiones virtualesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora