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Desperté y me estiré un poco mientras alzaba los brazos, ayer me había dormido casi a las doce, todavía tenía sueño.
Me levante de la cama y agarre mi teléfono, apenas eran las nueve con veinte, suspire y baje las escaleras.

– ¿Y es así todas las noches?– escuche unas voces que provenían de la sala, pare de caminar y me escondí detrás del pasillo para asomar la cabeza y ver quien estaba.

Al parecer estaba mamá y el tal Ashton, supongo.

– Buenos días.– me acerque lentamente a la sala al hablar en un tono bajo.

Por suerte había dormido con unos shorts de seda y una camisa de tiras, no se veía tan mal.

– Oh, Ashton, ella es Sophie, mi única hija.– mamá me tomó por la mano y sonreí delicadamente.

– Mucho gusto Ashton, Sophia Hunt.– le extendí mi mano y luego sentí como su mano que era un poco más grande que la mía y estaba calidad sostuvo de la mía para sonreír.

La verdad no estaba tan mal.

Mire sus ojos y este mordió un poco sus labios y me sonrió de vuelta para guiñarme el ojo.

– Esta es una fuerte ¿cierto Reese?– Ashton miro a mamá y está río para luego asentir.

– Bien, mucho gusto, les dejare seguir con su sesión ya que iré a la cocina.– sonreí y me gire para caminar a la cocina.

Al llegar cerré la puerta y me apoyé en la isla.

– Por dios, es tan hermoso.– me susurre a mi misma mientras apretaba la pequeña toalla que estaba en la mesa y cerré mis ojos.

Si tan solo no fuera el terapeuta de mi mamá, eso me hace desearle más.

Salí de la cocina con un vaso de agua y me dirigí a la sala, me senté en un sofá lejos de donde estaban mamá y Ashton y alcance una revista para leer.
Estire mis piernas y jugué con mis pies, quería atrapar la atención de Ashton para ver qué pasaba.

Note como Ashton giraba a verme un poco nervioso y sonreí.

– Iré por la libreta a mi habitación, ya vengo.– mamá le dijo a Ashton y alce una ceja, sabia que hacer.

Una vez escuche mamá subir las escaleras deje la revista en el sofá y me acerque a Ashton.

– Deberías darme sesiones igual ¿no lo crees Ash?– me senté cerca de el y este trago saliva.

– Veo que eres una malita ¿no? Te gusta que te castiguen.– este susurro y me erice.

– ¿Podrías hacerlo?– mordí mi labio y agarre su mano apoyándola en mi cintura.– ¿Te gusta?– subí su mano a mis pechos y este los apretó, solté una suave gemido y este sonrió.

– Veré que hago...– este susurro cerca de mis labios y luego se separó rápidamente, me levante del sofá y corrí subiendo las escaleras antes de que mamá llegara.

Necesitaremos vernos a seguido.

desire;afiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora