Nunca me había quedado fuera de mi departamento, era una de las cosas que pueden pasar cuando vives solo, pero confié que este día jamás llegaría. Lamenté el momento en el que olvidé las llaves en mi cama.
Me senté recargándome en la puerta, miré el departamento del frente, ahora que lo pensaba, jamás había visto a mi vecino, golpee mi cabeza contra la madera, a modo de disconformidad, observé a mi alrededor, sólo estaban las escaleras de incendios que conducían al techo, recordé que en el resto de los pisos había dos o tres puertas más, y también que yo vivía en el piso de los pent-house que son los últimos.
Escuché el elevador timbrar, las puertas se abrieron lentamente y de ahí salió un chico alto, vestía totalmente de negro, el único color de su ropa eran las letras de su sudadera, las cuales eran blancas y decían "UNiTE", sus zapatos eran un par de mineras de piel negra, la mitad de su rostro era cubierta por un bozal negro, y el resto por el gorro de su sudadera, su cabeza se movía de forma extraña, la movía a la derecha y luego la devolvía al centro, pero con bastante rapidez, parecía un tic nervioso o algo, aunque daba algo de miedo, podía escuchar sus huesos tronar con cada uno de los movimientos. Por un momento creí que era algún asesino o algún ladrón, pero sacó unas llaves de la bolsa de su pantalón y se dirigió a la puerta frente a la mía. Me di cuenta de que era mi vecino.
—Disculpa— dije lo suficientemente alto, se quedó quieto en su lugar, su cabeza aun moviéndose de esa forma extraña. Se giró sobre sus talones y me miró de frente.
Sus ojos eran avellana y su piel morena.
— ¿S...Si? — dijo con ese movimiento y un ligero tartamudeo, su voz sonaba rara por el bozal.
—Me quedé fuera de mi departamento y...—el asintió entendiendo la situación.
— ¿Ti...Tie...Tienes un...una Hor...Horquilla? —pregunto con dificultad y el ceño fruncido.
—Mmm— rebusqué entre las bolsas de mi chaqueta y encontré una color negro, se la tendí.
Hasta ese momento noté que tenía guantes de piel negra, abrió la horquilla y la metió en la cerradura, la movió de arriba para abajo y mi puerta se abrió sin hacer un ruido.
—Li...Listo— los movimientos de su cabeza seguían dándome escalofríos.
—Gracias.
El asintió y regresó a su puerta abriéndola y entrando en su obscuro departamento. Me quedé un rato ahí, mirando la puerta contraria, y me preguntaba por qué jamás había visto a mi vecino.
Jamás me imaginé que ese breve encuentro iba a cambiar mi vida para siempre.
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Apego. -corrigiendo-
RandomSólo esperaba que la mujer de hierro no moliera sus huesos hasta hacerlos polvo.