Capítulo 3

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¡Por fin lo ha dicho!


— Eh, ¿adivina que acabo de ver? ¡Hay un cover de mi canción! — exclamó emocionado. Me reconfortaba verlo sonreír. Puede que necesitase salir. Las semanas de constantes machaques pasarían factura a cualquiera y pedir que se quedase conmigo por la única razón de no tener que echarlo de menos no era otra cosa más que egoísmo.

Las actuaciones del chat empezaron poco después. Luis tomó asiento a mi lado y yo apoyé mi cabeza en su hombro.El silencio nos envolvía mientras los profesores se preparaban y a cada segundo que pasaba mis nervios crecían, el tiempo no tenía tregua. No podía aguantar más.

— No quiero que te vayas, Luis —Mi voz se rompió en un ruego inútil.  Él beso mi frente en respuesta. Ni él ni yo podíamos hacer nada más llegados a este punto —. En serio.

— Aitana, ya hemos hablado sobre esto — susurró a mi oído intentando que no fuera captado por el micrófono.

— Pero ahora está pasando de verdad. No pensé que fuera posible, algo tan cercano. Era como una situación que sabía que en algún momento llegaría, pero estaba demasiado lejos para preocuparse. Y ahora... — tomé aire para que pudiera entenderme entre todas las respiraciones agitadas que se me escapaban— ahora me he dado cuenta de que en menos de una hora ya no estarás conmigo.

Luis tragó saliva y perdió sus ojos en los míos sin decirme nada más sustancial que lo que podía leer en su mirada. No estaba cómodo, estaba devastado y no quería dejarse romper.

— Vale. ¿Listos? — Noemí interrumpió poniendo orden. Los demás profesores terminaron de colocarse y la primera canción empezó a sonar.

No podía importarme menos en este momento. El pequeño mundo que había construido aquí estaba a punto de desmoronarse por completo y no estaba del todo segura de poder reconstruirlo sola.

Miré a Luis detenidamente, con pausa, paciencia, intentando memorizar cada facción de su rostro y permanecer con él aunque fuera en mi memoria. Agarré su mano izquierda y volví a apoyarme sobre él. Cepeda miró su mano y sonrió para después apretarla con fuerza haciéndome sonreír a mí también.

Intentar que el momento en el que me encontraba durara para siempre me hacía sentir que cada segundo se me escapaba. No sabía qué hacer. Le miraba a cada rato para cerciorarme de que estaba allí conmigo todavía. Sentía su pecho subiendo y bajando con una relajada respiración y notaba como acariciaba mi mano con su pulgar. Nada más me importaba en aquel momento que sentir su presencia de la forma más real que pudiera.

— Cepeda— Roi interrumpió mis pensamientos—, ¿ese no eres tú? — Luis se incorporó pesadamente para ver a qué se refería el otro gallego. Él esbozó una sonrisa melancólica en su rostro e instintivamente hice lo mismo aún sin saber de qué se trataba. Siempre sonreía cuando él lo hacía, era algo que hasta ahora solo me había pasado con Vicente. No quería ni imaginarme cómo me sentiría al verlo llorar. Al menos era más fuerte que yo en ese sentido. Quizás también era consciente.

Sin poder aguantar más mi curiosidad me incorporé también. Mi sonrisa se acentuó por la dulzura de lo que estaba contemplando.

Se había organizado un juego que consistía sobre adivinar quién de la academia era cada uno de los niños y bebés que salían en las fotografías. Luis era aquel niño que reía con la boca completamente abierta de la foto izquierda.

Le miré. Me miró. Costaba creer que un niño tan pequeño se pudiera convertir en un chico de metro ochenta tan diferente, tan crecido.

Las canciones siguieron pasando ante una mirada contemplativa por mi parte. Después de Hakunna Matata, Luis se levantó dejando mi cabeza de nuevo sin apoyo. Las demás actuaciones se me habían pasado demasiado rápido. Maldije. Ni aún completamente concentrada en explotar cada segundo el tiempo resultaba suficiente.

Me puse en pié también. Tomé el micrófono que Luis me tendía y lo miré a los ojos.

— No desafines —Me picó. Lo golpeé en el pecho ganándome una carcajada y me dirigí a mi posición.

Me miré en el espejo y respiré hondo una vez más. Me dediqué una última mirada. No podía romperme, él estaba siendo fuerte y yo debía hacer lo mismo para poder disfrutarlo, sentirlo, para que todos los ensayos tuvieran algo de fruto.

La base empezó a sonar y canté mi parte dando gracias que aún no tenía que mirarlo a los ojos. Eso me daría tiempo para tranquilizarme del todo. Me giré hacia él decidida y ya calmada para encontrarme con sus ojos cristalizados. Mi voz tembló. Me sonrió y se acercó a mí para seguir cantando.

Miraba hacia abajo a ratos huyendo de una mirada cálida de Luis que me hacía desmoronarme un poco más cada vez que la veía. Su voz también comenzó a temblar provocando que la canción se le fuera. En el baile todos mis nervios desaparecieron y volví a centrarme únicamente en él.

Sus ojos brillaban, apretaba sus labios y no paraba de pestañear hasta que, esta vez sí, una lágrima abandonó a las demás deslizándose desde su pómulo a su mejilla y posteriormente llegar hasta su mandíbula. Empecé a notar como mis ojos se humedecían y Luis se fundió conmigo en el abrazo más deseado de mi vida. La canción terminó y los demás se acercaron a abrazarlo también. Dedicó unas palabras a todos. Para variar yo estaba perdida en mí misma.

— Luis te quiero mucho — dije al borde del llanto.

Él se giró rápidamente sorprendido por mi comentario. La reacción me sorprendió.

— ¡Por fin lo dijo! — Su comentario me hizo reír. Incluso en momentos como este sacaba a relucir esa capacidad tan suya de sacarme de quicio. Le concedí una sonrisa cómplice y Luis abrió sus brazos para tentarme de nuevo con estrellarme contra su pecho.

Le abracé sintiéndome vacía cada vez que no notaba su respiración en mi cuello. Los segundos se sintieron minutos y cuando por fin nos separamos, de mi boca salió aquella pregunta que tanto ansiaba su respuesta. Una pregunta que llevaba tanto tiempo rondando mi cabeza y mi alma de cotilla que no podía esperar unas semanas más. Aquella pregunta que al no querer contestar generaba todavía más expectación llegando incluso a comerme la cabeza pensando en las razones de tanto secretismo. Teorías estúpidas, quizás hasta demasiado optimistas. Solo quería bromear con él una última vez, que me dijese que se lo llevaría a la tumba.

-—Luis, ¿no me vas a decir sobre qué era la canción? — intentaba hacerlo reír una última vez molestándolo como él había hecho antes. Él rió tristemente y yo sin esperar una respuesta real miré al suelo disfrutando de aquel momento de conexión con aquellos recuerdos pasados que parecían ya tan lejanos.

Noemí agarró su brazo y tiró de él un poco para comunicarle que era la hora de marcharse.

—Aitana — gritó saliendo de la sala empujado por Noemí. Levanté la mirada —. Es sobre ti.

Mi pecho notó un golpe seco y dejé de respirar. Los pensamientos y recuerdos me bombardeaban. No era capaz de reaccionar. No sabía qué pretendía hacer después pero quería evitar que cruzara la puerta a toda costa. Había generado una nueva ola de dudas, de posibilidades. Sin embargo, mis músculos no respondían. Le veía alejarse totalmente petrificada mientras el resto de compañeros me rodeaba para alcanzar a abrazarlo una última vez.

Luis caminaba hacia la puerta buscando mi mirada constantemente, una mínima reacción a la barrera entre nosotros que acababa de tirar por los suelos mientras Noemí lo conducía hacia la salida. Le vi marcharse sin la respuesta que no me sentía capaz de concederle.


Tú no te Irás.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora