-Eso ha sonado mucho a “ayúdame a esconder un cadáver”-bromeé dejándome caer boca abajo en la cama.
Tardó unos segundos en contestar. Se oía mucho jaleo alrededor de él, estaría en un lugar público.
-Si tuviera que hacer eso, no te hubiera llamado a ti-Sonrió, lo noté en la forma en que las palabras se ensanchaban en su boca-. Hubiera llamado a Vítor.
-¿Por qué? ¿No confías en mí?-me salió una risita.
Apoyé una mejilla en la colcha, sosteniendo el teléfono en el lado opuesto, pegado a mi oreja.
-No, no es eso. Tiene que ver más con el peso que tendrías que ayudarme a llevar. No llegaríamos muy lejos.
-Ah-dije cuando me di cuenta de ello-. ¿Pero luego me lo contarías?-insistí olvidando por un momento de qué estábamos hablando.
-Puede.
-¿Puede?-Solté una risita apartándome el cabello de la cara-. ¿Pero antes que a cualquier otra persona?-pregunté interesada. Me mordía el labio inconscientemente mientras esperaba la respuesta.
-¿Eso importa?
Odiaba cuando eludía ese tipo de cuestiones.
-Mucho-Asentí con la cabeza a pesar de que no me iba a ver.
-Pues lo sabrás cuando haya tenido que esconder un cadáver y te lo cuente después-se burló.
Justo se oyó un grito de una niña pequeña, seguido de su risa. Tenía que estar cerca de él porque casi me dejó sorda.
-Eso no vale-Me quejé de manera infantil subiendo la voz para que me escuchara.
-Es lo que hay. Bueno, que me lías y tengo prisa-Cambió rápidamente de tema -. Te he llamado porque necesito que te vengas al centro comercial conmigo-dijo como si nada, como si me invitara a ir con él constantemente. Hice una mueca cuando recordé que eso lo hacía con mi mejor amiga y, sentí que volvía a ponerme furiosa.
-¿Maya no te coge el teléfono o qué?-Fui cortante sin pretenderlo-. Yo acabo de llegar a casa y no me apetece volver a salir-me intenté excusar.
¿Por qué me negaba?
-No he llamado a Maya, te he llamado a ti-respondió molesto-. Además, no sería lógico que la llamara a ella. Necesito que te pruebes una cosa que quiero regalarle, como tenéis la misma talla…-explicó-, pensé que no te importaría.
-Ah, así que es por eso-Resoplé y me incorporé, sentándome en el borde de la cama.
¿Le había comprado un regalo? ¿Él solo, sin contar con nadie más?
-Sí, es por eso. ¿Vas a venir o no?-Se impacientó.
Apenas le escuché pues estaba observando – través de mi ventana- a un desconocido que había en la calle junto a la verja de casa, mirando hacia arriba, hacia mi habitación en la segunda planta.
Era un adulto de pelo negro, despeinado, y una barba sin recortar, de varios días. Vestía un pantalón de traje negro y una camisa blanca arrugada, remangada por los codos. Tenía sus manos metidas en los bolsillos del pantalón.
Me dio un escalofrío, la manera en que sostenía su mirada hacia dónde me encontraba, me asustaba, parecía hipnotizado o absorbido por alguna sensación. Me levanté para acercarme a la ventana y en cuánto hice eso, noté que alguien cerraba sus manos alrededor de mi cuello y me estrangulaba. El teléfono se me cayó al suelo cuando, inclinándome, me llevé las dos manos a mi garganta en un acto reflejo mientras sentía simultáneamente el poder del amuleto salir de éste y fluir a través de mí; Antes de bajar los párpados, pues no soportaba el picor en la córnea, vi cómo ese hombre me clavaba sus ojos - vacíos y oscuros- sin inmutarse. La agonía se escuchó en mi jadeo cuando intenté respirar sin éxito. Quise gritar para pedir ayuda a mis padres pero la voz se asfixió en mi boca.
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Prohibidos: Esclavos del tiempo.
Fantasy:: AVISO A NAVEGANTES: Esta novela está registrada en SafeCreative por lo tanto absténganse de copiarla o adaptarla de algún modo. :: Sinopsis Nathan y Doia, amigos desde la infancia, empiezan a sentirse intensamente atraídos mutuamente a raíz de un...