Capítulo 31

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MIÉRCOLES  

 2 pm

- ¡Es por aquí!- aseguró Isaac gritando más fuerte de lo que debería-. Reconozco esta parte, frena adelante-. Se dirigió a Fer.

- ¿Estas seguro? No se ve muy prometedor- declaró Fernando.

- No se ve nada prometedor-. Contradijo Iván remarcando la palabra "nada".

Isaac fue el primero en bajar del vehículo, no se molestó en cerrar la puerta y caminó indeciso hacia un árbol delgado carcomido por termitas, se quedó parado frente a éste, pensando.

Hace cuatro años había estado sentado bajo ese mismo árbol. Ya había oscurecido y no iba a poder regresar al refugio esa noche, se reprendió por eso y esperó que Ana lo entendiera. Preparó las cosas para hacer una fogata y calentarse porque pronto comenzaría a bajar la temperatura drásticamente y necesitaba forzosamente el calor del fuego. No le gustaba hacer fogatas en esa área porque los animales de ahí eran curiosos y siempre terminaba lidiando con alguno, aunque de cierta forma, el fuego también le servía de protección. En esas situaciones solía prenderle fuego a una rama para alejar a los animales.

Tardó a lo mucho cinco minutos para lograr encender la pastura seca que había recolectado. Ya era un experto prendiendo fuego, después de todo llevaba casi cinco años haciéndolo.

Se recargó en la corteza del árbol y encogió sus piernas, dos días enteros y no había podido conseguir comida. Eso era ridículo. Aunque pensó que lo más ridículo era que no iba a poder regresar con su hermanita esa noche. Era la primera vez que estaba fuera de casa por más de dos días, y se prometió a sí mismo que sería la última vez.

Antes de cerrar los ojos y quedarse dormido recordó la noche anterior: aterradora. Había quedado atrapado en una especie de cueva y eso le quitó toda la noche y parte del día, por eso se había retrasado tanto. Y todo fue culpa de un conejo al que perseguía y de repente terminó en aquel lugar que seguro le haría pasar malas noches, llenas de malos sueños. Abrió los ojos a mitad de su sueño, con el corazón acelerado y una terrible pesadilla terminó por sentarse. Estaba seguro de que no iba a poder dormir esa noche, ni la que seguía, porque ese terrible lugar lo había marcado, quizás para siempre...

- ... Pero no lo sé quizás sea mas fácil por el otro lado. ¿Qué dices chico?-. Fue Fernando hablando junto a él quien lo sacó de sus recuerdos.

- Ah... disculpa. No te, escuché. Lo siento.

- Sí, se nota en tu mirada perdida-. Confesó Fer mirando el suelo-. En fin, tú diriges-. Dijo más entusiasmado.

- Claro... solo que ¿Llevaremos las cosas del jeep? Son demasiadas y no pensé antes en que lo fuéramos a dejar.

- Hay que dividir todo en dos grupos: lo vital y lo que no nos va a ayudar mucho. Sé que tienes cosas que aprecias...

- Entiendo. Lo voy a tener que dejar. Lo que importa no es lo material ¿verdad?- lo interrumpió el muchacho sonriendo con picardía.

Después de mirar la cajuela del jeep y dividir las cosas, decidieron meter toda la comida en una mochila, las cobijas en otra y después de una gran discusión Silvia obligó a los muchachos a llevar los pocos medicamentos que tenían, por lo que sacaron los objetos valiosos de Isaac de un morral y colocaron los medicamentos ahí, junto con la libreta de Ana y la pluma con la que había escrito la Capitana. También guardaron en una de las mochilas algunas navajas que Isaac había encontrado a lo largo del tiempo.

Si tú vas, yo tambiénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora