(5) ¡SOY ENFERMERA, NO PUTA!
Mi marido estaba cada vez más feliz, pero yo cada vez más atormentada, si supiera lo que hacía en mi trabajo… ni pensarlo ¡Qué horror!... tenía una pequeña molestia en mi ano, pero afortunadamente no sangraba, ese lubricante había hecho maravillas, preparé mis cosas y salí a atender a mi adorado tormento, ese hombre era capaz de llevarme tanto al cielo como al infierno, con él no habían medias tintas, era tormento o placer ¿Qué me depararía el destino este día? No lo sabía pero llevaba mi cosita húmeda… que digo húmeda, iba empapada y aún ni siquiera lo había visto, jamás en toda mi vida me había sentido tan caliente como esa semana.
Me recibió la señora en un negligé vaporoso de color beige, semi trasparente, se veía espectacular, no sé por qué pero sentí celos ¿Qué me estaba pasando? Me dijo que tendría que buscar otra sustituta de noche… (¿Perdón, dijo prostituta?), porque su marido se comportaba como un verdadero degenerado con todas ellas, me preguntó que yo cómo lo aguantaba, tragué saliva y le dije que conmigo era muy respetuoso (Si supiera) Me dijo que había amanecido resfriada y que no iría a trabajar, subió a su habitación al segundo piso y yo la veía subir como a una reina, bamboleaba sus caderas de manera inconsciente pero muy provocativa, debo confesar que la envidié, que monumento de mujer era doña Laura.
Le conté a don Rolo que hoy no estaríamos solos, frunció el ceño en señal de disgusto, le hice la terapia un poco nerviosa, me daba miedo que la señora descubriera algo en mi mirada, en mis gestos, debía ser muy cuidadosa, luego lo llevé a la ducha y al desvestirlo apareció ese pene bien parado y duro, y pensar que ayer tuve esa verga dentro de mi boca ¡que suplicio! Le lavé el ano, me pidió que se lo lavara bien, lo estaba haciendo, no entendía, me dijo que me echara jabón en el guante y que lo lavara bien, no sé si era eso lo que quería pero me enjaboné un dedo y se lo metí por el culo, él se abrazaba a mi cuello gimiendo de placer, terminé ese pedido extraño, le lave las bolas y por último esa barra de carne que me hacía cometer las peores cosas de mi vida.
Lo sequé, le puse su bata de baño y lo llevé a su cama, lo mediqué y luego su infaltable baño de sol, yo me senté a su lado en la banquita y me preguntó si me había extrañado la petición que me hizo en el baño, yo le dije la verdad, que era la primera vez que un paciente me pedía semejante cosa, me dijo que le gustaba porque le estimulaba la próstata y que de haber seguido un poco más habría terminado sin siquiera tocarse, le dije que como enfermera entendía perfectamente cómo funcionaban los cuerpos masculinos y femeninos, pero la verdad estaba confundida, ninguno de mis pocos amantes me había pedido semejante cosa, pero bueno, la gente nunca deja de sorprenderme.
Necesitaba su baño en el yacusi, a mí me dio vergüenza ponerme el traje de baño, así que lo metí sosteniéndolo desde atrás abrazándolo por la cintura:
DON ROLO: Pero si Laura ya te autorizó ¿Por qué no te pones tu biquini y te metes conmigo?
YO: La señora nos está viendo desde su ventana en el segundo piso.
DON ROLO: Ya me di cuenta… me gustaría que delante de ella me masturbaras, me mamaras la verga y hasta te cogería… ¡Hija de la chingada!
YO: ¿Está enojado con ella?
DON ROLO: ¿No te ha contado nada?
YO: No, ¿De qué?
Y me contó lo mismo que la señora me había narrado, lo saqué del yacusi y lo sequé ahí mismo, era muy bochornoso secar su cuerpo desnudo delante de la señora, lo puse de espaldas a la ventana para secarle sus genitales, tenía la verga apuntando a mi boca pero sentía la mirada de doña Laura sobre cada uno de mis movimientos, le puse su bata y lo llevé al comedor para escapar de esa mirada escrutadora, le serví el almuerzo, después lo llevé a su cama y lo mediqué, al instante se quedó dormido.