Final) ¡SOY ENFERMERA, NO PUTA!
Así pasaron los meses, don Rolo y doña Laura seguían sin hablarse, la prueba psiquiátrica salió a favor de don Rolo, el juicio por fin llegaba a su final, todo parecía que el divorcio era inminente y doña Laura tendría que dejar su vida de reina para tener que ganarse la existencia, lo terrible es que yo pasaba de la cama de ella a la de él sin ningún problema… para ellos… porque yo hasta había pensado en el suicidio… mi esposo cada vez estaba más amoroso conmigo y el sentimiento de culpa que tenía no me dejaba vivir en paz.
Pero todo cambió una mañana desafortunada o afortunada, no sé… ustedes juzguen… un domingo amanecí resfriada y mi esposo me dijo que iría a visitar a mi suegra, pero el destino me tenía preparada una jugarreta infernal… resulta que suena mi teléfono y era Doña Laura para decirme que su esposo se había abierto la cabeza contra la mesita de noche, que no había enfermera que lo aguantara y que por favor llegara de urgencia, me preparé y salí presurosa.
Debía pasar a una farmacia a comprar todo lo necesario para curarlo, pasé a la misma donde meses atrás compré mi primer sobrecito de lubricante, queda ubicada en frente del parque donde me sentaba a reflexionar sobre mi vida disoluta, al salir sentí que se me aguadaron las piernas, ahí estaba mi esposo con un bebé entre los brazos y con otra mujer quien le daba un helado a su hija. Mi esposo besó en la boca a la mujer y la estocada final fue cuando escuché a la nena decirle: ¡papá!
Maldije a los cuatro vientos, el hecho de ser estéril había llevado a mi esposo a los brazos de esa mujer o tal vez era el castigo que la vida me tenía preparado por ser presa fácil de mis instintos putrefactos, no sé, me sentía una puta perdida, no sabía qué hacer, traté de acercarme y hacerle una escena tormentosa de celos, pero no me atreví porque no tenía moral para hacerlo.
Llegué a la casa de mis patrones muerta en llanto, por supuesto doña Laura me preguntó que me pasaba, le dije que primero iba a curar a don Rolo y luego le contaba, el cuadro era espeluznante, don Rolo yacía desmayado a la par de su cama, desnudo y bañado en un charco de sangre y semen por toda su pelvis, lo curé, limpié todo el tiradero, le di un baño de esponja y lo acosté en su cama.
Luego le conté a doña Laura todo lo acontecido, ella me abrazó y me besó los labios, necesitaba de su cariño, me sentí protegida entre sus brazos, me sentía como la hija incestuosa siendo consolada por la madre:
DOÑA LAURA: No hay esposo que dure cien años ni Lola que los aguante.
Me reí de su ocurrencia mientras me tomaba mis lágrimas, me llevó a su habitación y me quería desnudar, yo le dije que ese era el peor momento para pensar en sexo, ella me dijo que un baño caliente me caería bien, me bañó como si fuera su bebé, pero al mismo tiempo sentía sus manos resbalar por todo mi cuerpo de una manera deliciosa, máxime cuando metía sus dos manos entre mis piernas, una en medio de mis nalgas y la otra en mi cosita ¿Cómo era posible estar excitada después de descubrir que mi esposo tenía otra familia?
Me llevó a su cama y me acarició hasta quedarme dormida, no sé cuánto tiempo pasé descansando, los gritos de doña Laura me despertaron, bajé a ver de qué se trataba y ella lo sostenía al borde de la cama.
DOÑA LAURA: Dile al señor que no se masturbe porque se va a volver a lastimar.
DON ROLO: Dile a la señora que yo me masturbo cuantas veces me dé la gana y que no necesito que ella me sostenga, dile que prefiero volver a abrirme la cabeza que sentir sus sucias manos en mi cuerpo.
Esa era una conversación absurda, lo acomodé en su cama y doña Laura salió de la habitación:
YO: ¿Qué le pasa don Rolo? Se acaba de masturbar y ya quiere otra vez.