(Inma)
Miré el reloj. Eran casi las ocho de la mañana. No paraba de dar vueltas en la cama así que me levanté y fui directa a la cocina a prepárame un café. Salí a la terraza y apoyé los brazos en la baranda dejando que la taza calentara la palma de mis manos.
Hacía ya dos semanas que había aterrizado en Bogotá dispuesta a dejar todo atrás. Decidí huir de Madrid porque ya no podía más, estaba harta de excusas y de ser siempre la estúpida que acababa empapada en lágrimas. Estaba cansada de sentirme un segundo plato para quien debería de ser el primero y no podía seguir con alguien que solo me trataba como si fuera basura, como sí yo no tuviera derecho a vivir mi vida. Tenía grabado en mi cabeza el momento en que saqué la poca valentía para deshacerme de una relación cuyo final estaba escrito mucho antes de empezar. Me veía allí, plantada frente a él. Intentando que no me temblará la voz. Cara a cara con la única persona capaz de romper un corazón sin remordimiento alguno. Mirando a los ojos de quien había jugado con mi vida como si de una baraja de cartas se tratase. Me veía allí diciendo adiós, cerrando el último acto de una obra en la que claramente mi personaje no tendría un final feliz. Y ahora estaba aquí, a miles de kilómetros de casa. Mirando las nubes del cielo bogotano como si ellas fueran a darme una pista de que hacer.
Durante muchos meses había deseado coger las riendas de mi vida y ahora que las tenía no sabía por dónde empezar. Nunca en mi vida me había sentido tan perdida como en ese momento. Había estado tanto tiempo encerrada en Madrid que ahora la libertad y las oportunidades que Bogotá me brindaba, hacían que me sintiera como una pequeña hormiga en un mundo demasiado grande para mí.
-Te levantaste muy temprano -dijo Sue saliendo a la terraza
-No paraba de dar vueltas en la cama -respondí
-Sabes que si necesitas hablar -dijo colocándose a mi lado- estoy aquí ¿verdad?
-Lo sé, primita -sonreí - pero estoy bien, solo que no tengo claro que hacer ahora
-Pues yo tuve una idea -nos volteamos al oír la dulce voz de Aleja
- ¿Cuál? - pregunté
-Hoy te vienes conmigo al comedor social en el que ayudo durante la semana - respondió sonriente
-A mí me parece una gran idea - apuntó Sue
-Muy bien, iré contigo - acepté- me vendrá bien para distraerme
Durante el resto de la mañana me dediqué a colocar algunas de las cosas de la mudanza que tenía desperdigadas por la habitación. Hasta que a la una del mediodía Aleja y yo fuimos directas al comedor social. Al llegar todos la saludaron con una sonrisa. Se notaba que Aleja era querida allí y era algo que no me extrañaba nada. Para que os hagáis a la idea ella era de esas personas que hacían que el mundo fuera un lugar mejor. Era dulce, risueña y con un corazón que no le cabía en el pecho.
-Padre Santiago - saludó al párroco encargado de todo aquello- Le presento a mi amiga Inma
Era un hombre bajito y regordete. Vestía completamente de negro y con una cruz colgándole del pecho. Reí por dentro, porque precisamente yo no era la persona más religiosa del mundo, de hecho siempre había repelido la iglesia así como lo hacen dos imanes del mismo polo.
-Encantado de conocerla, hija - me saludó- es un placer que te unas a nosotros para ayudar a los que más lo necesitan
-Gracias padre -respondí con una sonrisa tímida- pero no me dieron opción- bromeé mirando a Aleja
Él pareció reír también.
-¿Usted se encarga de mostrarle todo, hija? - preguntó él mirando a Aleja
Ella asintió y tiró de mi brazo para enseñarme que hacer, además de presentarme a algunos de los voluntarios que también frecuentaban aquel sitio.
Estuvimos allí durante casi dos horas. Repartiendo comida y también sonrisas a la gente. Aleja tenía mucha razón cuando decía que ayudar a los demás es algo que te llena el corazón.
Dirigí mi mirada a una de las esquinas, allí había un hombre mayor. De unos setenta años, por sus ropas imaginé que sería un mendigo. Estaba completamente solo, jugando con la comida que había en su plato, pero no daba ni un solo bocado. 'Quizá no le gusta a comida' pensé.
-Ese es Jorge - murmuró Aleja- Siempre se sienta solo, y apenas prueba bocado
-¿Y eso por qué? - pegunté
-Nadie lo sabe -contestó - es un hombre callado, no habla demasiado con nosotros.
- ¿Ni si quiera contigo? - me sorprendí
-No, conmigo tampoco - rió
Eché una última mirada hacia aquel hombre y volví con mis tareas.
Al llegar a casa oímos a Sue y Eli reír y algunas voces masculinas. Aleja fue directa al salón a saludar a Martin, su novio y a los demás, mientras que yo fui a la cocina. Donde di de bruces con un chico alto y fuerte que me tiró un vaso de agua encima.
--Disculpa -me dijo - no te vi
'Esa voz' pensé. Alcé la vista y allí estaba el chico con el que había tenido un pequeño desencuentro unas noches atrás. Negué con la cabeza como deseando estar equivocada y que él no fuera aquel muchacho borde y antipático del parque.
-No puede ser - reí irónica
- ¿Tú eres...? - preguntó casi tan sorprendido como yo
-La chismosa -intenté imitar el tono de despreció que había utilizado la noche que nos encontramos en el parque - Sí, soy yo
-De todas las personas que quería encontrarme hoy - dijo - tú no eres una de ellas
-Tranquilo el sentimiento es mutuo
Salí de la cocina y fui a mi cuarto a cambiarme la camiseta empapada. Volví al salón. Todos parecían esperarme, incluido Míster Simpatía, con quién crucé una breve mirada.
-Juan Pablo - dijo Sue - te presento a mi prima Inma
-La famosa Inma - bromeó él- encantado de conocerla por fin, y por favor llámame Villa.
-Lo mismo digo- reí- pero tenía entendido que el famoso eras tú
- Yo soy Simón, el novio de Eli - se acercó a mí un muchacho con gafas para saludarme - y este es mi hermano Martin
- El novio de Aleja - apunté riendo - encantada chicos y... ¿míster simpatía? ¿Tiene nombre?
-¡Vaya además de chismosa nos salió bromista! - exclamó fingiendo lo que parecía una risa.
Todos nos miraron atónitos, sin entender aquel cruce de 'piropos' entre ambos. Casi pidiendo una explicación que alguno de los dos debía dar.
ESTÁS LEYENDO
¿Quién te dijo esa mentira?
FanfictionAl final del camino siempre encuentras a esa persona capaz de reparar un corazón tan roto que parecía no tener arreglo. Sabe exactamente que hacer, o decir para cicatrizar esas heridas que no cerraban. Por que a veces tenemos que rompernos, para q...