Diciembre 2032

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-Estoy en casa- el señor de la casa volvía de un duro día de trabajo en la empresa de la familia, ser el jefe era más pesado de lo que todos pensaban y lo único que deseaba era llegar a casa y que su familia lo recibiera con abrazos y besos. Lástima, había llegado demasiado tarde de nuevo. Al no obtener respuesta se dirigió entre suspiros de fatiga a su habitación pasando antes a revisar la de sus pequeños; ambos dormían plácidamente en sus camas, uno junto al otro, ajenos a todo. Sonrió levemente y cerró la puerta.

-¿Cansado?- preguntó la serena voz de su esposo que se encontraba sentado en la cama leyendo bajo la luz de la lámpara de noche.

-Bastante- respondió mientras terminaba de desatar la corbata –es la peor época para mis nervios, hay que dejar preparado todo para que la empresa no sufra con la caída de las inversiones en enero- se quitó la camisa y la lanzó al cesto de ropa sucia -revisar que todo el mundo tenga el sueldo justo por las fiestas, liquidar aguinaldos, agendar vacaciones de los empleados, todo el mundo quiere bonos- soltó un suspiro cansado después de mandar a volar los pantalones para colocarse un viejo pantalón de dormir.

Sasuke dejó el libro que leía en el buró y dedicó toda su atención a su marido exhausto. Se levantó y lo hizo recostar boca abajo para darle un suave masaje en la espalda. Entendía toda la presión por la que pasaba, años de matrimonio lo habían vuelto tolerante y comprensivo.

-No eres un súper héroe, tienes que dejar de presionarte tanto, sabes que estas fechas son difíciles, pero no tendrían que ser un martirio para nadie, mucho menos para los niños, no te han visto en días...

-Sasuke, ahora no- el tono de advertencia quedó grabado en los oídos del pelinegro.

-No discutiré, solo llega mañana a la hora de cenar, es todo, llevan días intentando esperarte despiertos.

Naruto se levantó de la cama intentando ignorar el sermón de su doncel, se dirigió al cuarto de baño para lavarse los dientes antes de ir a la cama, sabía que en algún momento llegaría y lo tenía merecido, solo no sabía cómo remediar el daño que su ausencia estaba ocasionando. Estaba cansado de todo, solo quería dormir. Cuando volvió Sasuke ya estaba dentro de las colchas. Se metió a la cama y procuró abrazar al pelinegro.

-El sábado iremos a cortar el árbol ¿de acuerdo?- susurró después de dejar un beso en el hombro pálido del doncel –los cuatro.

Sasuke se movió en respuesta y Naruto lo conocía tan bien que sabía que aquel movimiento había sido una afirmativa y, a la vez, un punto final ara la discusión.

El viernes temprano la familia Uchiha-Namikaze se movilizaba desde temprano. Los niños cumplían con su último día en la guardería, iban felices, el varón, de la mano de su papi, y el doncel en brazos de su padre; pocas veces podían llevarlos ambos y cuando sucedía, debían aprovechar.

-¿Debo usarlo?- preguntó el mayor de los gemelos, Kuro, mirando con todo el desprecio con el que un niño de cuatro años puede mirar un gorro de Santa Claus.

Sasuke se inclinó hasta la altura del pequeño y le acomodó el gorro en la cabeza.

-Solo será un día, terminando la escuela no lo volverás a ver si no quieres, además luces muy guapo- lo animó logrando un bonito sonrojo en el niño.

-¿Hiro también se ve guapo?- preguntó el doncel mientras su padre lo ponía en el piso, él ya traía su respectivo gorro rojo puesto. Naruto miró la hora en su reloj de muñeca y solo dejó un fugaz beso en la frente del doncel y con una sacudida de cabello se despidió del varoncito.

Cartas a SantaWhere stories live. Discover now