16. Dejarse llevar

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Caminé hacia el oscuro pasillo del oeste, donde tenía prohibido deambular por esos lugares. En ese entonces supe por qué había sido.

De la mano de Cristobal avanzamos hasta una gran puerta azul, que tenía una placa diciendo

NO ENTRAR,

CONGELACIONES

Claro, decir que estaba asustada era poco, no sabía si iba a sentir algo, me iba a doler, o si simplemente era como un sueño.

-Creería que es más como un sueño señorita.- dijo de repente dejándome totalmente espantada. Al ver mi cara de horror siguió diciendo.- habla en voz alta algunas veces. Eso es todo.- y así abrió la puerta con una tarjeta que colgaba de su cuello.

El lugar era normal, quizás un poco más grande que una cancha de vóley. En los costados había como heladeras llenas de agua o algún líquido raro. No había nada en ninguno de los espacios.

-¿Voy a ser la primera? Digo... en probar todo esto.- dije temerosa de la respuesta. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si moría y no podían ayudarme?

-No, lo hicimos una vez antes, resultó a medias, ya que al despertar el cuerpo sufrió un ataque de pánico y murió. Eso también aplica para vos Vera, recuerda que tendrás que estar muy calmada en este asunto. ¿De acuerdo?- dijo abriendo la puerta de uno de los casilleros e invitándome a entrar. El mismo tenía un número grabado, el mío decía 0002, suponía que el 0001 fue el chico anterior a mí.

-Entraré así, sin más. ¿No necesito nada ahí dentro?. ¿Nada?

-Pues deberías ponerte esa bata blanca sin nada abajo, para que la ropa no quede infectada por la solución.- me pasó la bata y me giré para poder vestirme.

Una vez vestida, pulcra y preparada ingresé al pequeño espacio. Cuando estaba entrando sentí un pinchazo en mi cuello y me giré rápidamente.

-Lo siento no me hubieras dejado por las buenas, necesitas esto para poder tolerar la solución.- me decía con los ojos llorosos. Dí media vuelta y lo abracé lo más fuerte que podía. Comenzamos a llorar.

-Te extrañare, pero es lo mejor, cuando despiertes quiero que te cuides y no confíes en nadie, solo confía en los doctores, ¿entendido?- se alejó unos centímetros.

-Entendido, te quiero Cristobal, gracias por todo lo que has hecho por mi.- dí un paso hacia el frente y la puerta se cerró en mis narices.

Comenzó a darme instrucciones del otro lado, como debía posicionarme, qué hacer en caso de emergencia, su voz se escuchaba como un susurro dentro y apenas podía entender.

-El líquido subirá en pequeñas porciones debilitando todo a su paso y congelandolo. Será rápido para que no entres en pánico. Una vez que llegue a tu cabeza, inspira y retén el aire hasta que te cubra, luego suéltalo y habrá sido todo. –Se alejó y apretó un botón al costado de mi puerta.

Un líquido color azul brillante subía por mis pies, sentía comezón. Se elevaba rápidamente y mi corazón cada vez funcionaba más lento. Traté de moverme pero ya me era imposible, cuando llega a mi cuello retengo el aire que tomé y en cuestión de segundos el líquido ya tapaba mi cabeza. Cierro los ojos y suelto todo el aire contenido.

Me congelaba. Sentía como cada vertebra, músculo, y extremidad estaban totalmente heladas. Mi cerebro parecía no pensar en nada, pero era como un sueño. Deambulaba en una neblina toda oscura y millones de cosas pasaban por ella.

Era hora de no pensar en nada.

Dejarme llevar por los sueños.

Diez mil añosWhere stories live. Discover now