Día de negocios

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Tenía ganas de aventar mi celular lo más lejos posible, eran las 5:00 am y yo tenía una reunión en dos horas más. Tenía que despertarme, así que decidí ducharme con agua helada; mientras me quitaba la pijama fue inevitable no mirarme en el espejo del baño. Tenía mis nalgas aún marcadas con líneas rojas gracias al cinturón. Una sonrisa pícara se reflejó en mi cara al recordar lo de ayer y mi corazón se aceleraba porque hoy también me encontraría con Omar en la reunión.

Elegí un pantalón negro, una blusa blanca y tenis, quería ir cómoda puesto que al terminar en unas horas más tendría una cirugía que aunque corta, mi cuerpo debería de estar lo más descansado posible.

Tarde 20 minutos y no necesariamente bañándome, en lo que me cambiaba y alistaba todo pedí a mi ayudante, Leila, que me preparara el desayuno.

Ella era una persona maravillosa, yo le tenía demasiada confianza a tal punto de darle las llaves de mi casa, es una persona sincera que sabe guardar secretos; aunque yo no le digo mucho ella siempre termina enterándose. Me conoce, en serio me conoce.

-Apúrate que se te hace tarde y se te enfriará el desayuno. -Me gritaba Leila.
Miré el reloj y eran las 6:45. No sé en qué se me fue tanto tiempo pero sabía que no llegaría puntual, que digo, ¡probablemente no alcanzaría! Tomé mi bolso y guardé mi celular.

-Perdóname la vida pero no alcanzo a desayunar, te quiero, no te enojes, ¡Adiós! -Le dije con una sonrisa mientras iba corriendo hacia el auto.
Ya estaba camino, quizás no llegaba tan tarde. O quizás...
-¡Podrían apurarse! -Gritaba sacando la cabeza de mi auto para ser escuchada mientras pitaba. ¡Maldito tráfico, lo odio!, Aunque mis gritos no servirían de nada, tenía que desquitar el coraje.

Después de tanto llegué, eran las 8:30 am. Solo me pasé con una hora y media -Me dije a mí misma mientras reía. Total, no creo que sea tan importante. Mientras caminaba por las oficinas hacia llegar a la sala de reuniones del edificio, que se encargaba de la renta de Montacargas, negocio en el cual estábamos involucrados Omar y yo, bueno, correctamente sería Omar, Laura y yo. La odiaba.

Aún seguían personas en la sala de reuniones por lo que asimilé que aún no terminaban, toqué la puerta.
-Pasé, señorita. -Esa voz tan grave, llena de seguridad no podía ser de alguien más que Omar.

-Gracias -Dije mientras abría la puerta para toparme con la grata sorpresa de que ya había terminado todo.

Tengo que admitir que aunque esperaba que hubieran terminado me molesté porque no me esperaron y, aunque sea por mi culpa, era una de las socias mayoritarias y no podía permitir que socios menores tomaran acuerdos sin mi presencia.

-Creo que tendrán que repetir la reunión o resumírmela, porque de aquí nadie se va ni se toma una decisión sin que yo esté al tanto -Dije con arrogancia, estaba muy molesta y la amabilidad no se me daba en esas situaciones.

-No lo creo, lo exijo. -Recalqué.

Hubo silencio y miradas entre todos, hasta que Laura irrumpió:

-Alguien tan irresponsable no puede exigir nada. Y serás una de las socias mayoritarias, pero no la única. Y ya va siendo hora de que bajes los sumos o nosotros podemos exigir tu renuncia y que alguien venga en tu nombre a ocupar tu cargo.

-Habla la que está aquí solo por abrir las piernas. -Dije riéndome. Reflejaba el coraje que sentía hacia ella, celos, mejor dicho.

Antes de que Laura contestara, alguien más habló.

-Laura tiene razón, una persona irresponsable afecta al negocio. No te queremos aquí. -Dijo Omar.

¡Pero qué demonios! La estaba apoyando. Él la apoyaba. ¡Él!. Eso me molestó en gran manera, pero que podía esperar. Ella es su mujer, una de tantas pero lo es.

-No. Tú no puedes decidir eso.

Yo reflejaba rabia en mis ojos y mi arrogancia al hablar seguía.
Pero ahora no sabía que sentía exactamente, como si una parte de mí esperaba que él me defendiera. Quería sentirme protegida, como ayer.
Tenía la fuerte necesidad de que saliera a mi rescate, como nunca lo habían hecho mis padres antes. Yo tuve que madurar rápido para poder realizar mis sueños, pero siempre quise alguien que me defendiera, deseaba sentirme protegida. Y sometida, también.

Me fui. Sentía una sensación extraña. Yo quería ser suya, quería que hiciera conmigo lo que quisiera pero también quería algo más, aunque no sé lo mencioné, quería que fuera solo mío. Para así yo ser solo suya. Que me defendiera y me inspirara esa protección paterna que no tuve. Y tenía que decírselo, aunque no acordamos en eso y la verdad no sé cuál sea su reacción pero tengo que hablarlo, estoy demasiado confundida. Divida en dos partes; una lo desea exageradamente y la otra lo odia en gran manera.
Ahora quería matarlo.

El ruido de mi celular me sacó de mis pensamientos.

Llamada entrante de Omar.

La rechacé, estaba confundida y tenía muchas cosas que pensar antes de hablar con el.

Tan solo fue una noche, tan solo es por placer y cumplir una de mis fantasías: ser castigada severamente. No soy nadie para él y no creo serlo -Me decía a mí misma.

Un mensaje me sacó de mis reflexiones:

«10:00 pm en mi apartamento, dejé en tu casa un paquete con la ropa que usarás cada que nos veamos. No seas impuntual como en la mañana»

Por un momento mi coraje desapareció y en mi mente solo estaba el morbo de imaginarme qué ropa habrá llevado, entonces hice un listado de las cosas que le pudieron haber molestado, motivos por los cuales castigarme.

Podré haberlo odiado en la mañana pero, por las noches, reina la pasión y el odio aguarda hasta el amanecer.

Después de la cirugía que duró 6 horas ya iba de regreso deseando estar allá con él, pensando en que me dirá, si estará enojado, como me castigará, mientras recordaba lo que había pasado ayer mis bragas empezaban a humedecerse.

Al entrar, me fui directamente con Leila y ella, sin que ocupara decirle palabra alguna:

-En tú oficina, de nada.

-Gracias. -Dije rápidamente; entré lo más rápido que pude y ahí estaba. Me acerqué a paso lento, era un cartón mediano y estaba tapado con cinta. Lentamente lo abrí y lo que miré me dejó pensativa:
1- 10 pantimedias negras.
2- 10 vestidos de encaje negros.
3- 1 vestido de charol, negro por supuesto.
4- 10 túnicas de encaje negras y por último:
5- 10 leotardos color negro.

Amaba el negro y se me hacía curioso que todo era de ese color, pero lo que más llamó mi atención fue una nota que decía:

«Jugaremos: elige lo que sea de tu agrado y si consigues acertar y te vistes como te quiero ver, tu castigo será un poco menos doloroso»

Ahora hasta adivina tengo que ser. Faltaba más. Aunque tengo que admitir que el hecho de andar vestida enseñando la mayor parte de mis nalgas era muy humillante, sus trabajadores verían las marcas del castigo anterior; que más da, de seguro escucharon todo con lujo de detalles.

Elegí el vestido de encaje, no eran muchas opciones así que era fácil atinarle. De igual manera, parte de mis nalgas siempre quedarían descubiertas.

-Leila, prepárame algo y llévalo a mi habitación, saldré a un mandado y no sé cuánto tarde. -Era ilógico lo que le pedía, ya que iba de salida, pero no quería que me viera vestida así.
Salí lentamente mirando alrededor, sin nadie a la vista corrí hacia en auto, el aire fresco golpeaba mis nalgas y mi mente de manera espontánea pensaba en él.

El camino lo sentí más largo pero me encontraba aquí, siguiendo las mismas reglas del mismo señor mientras estacionaba el carro en su apartamento.
Los nervios invadieron mi cuerpo y un temor de lo que sucedería después. Lo deseaba, pero tenía miedo. De solo recordar cómo me dolían mis nalgas ayer...
-Ya es hora. -Me dije armándome de valor, tenía que entrar y no hacerlo enojar más con mi impuntualidad.

10:15 pm.

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