7. Pesadilla

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Tras lograr vender el sofá el sábado, aproveché el dinero para comprar algo de comida. El resto lo guardé para pagar el alquiler, no era suficiente pero ya era una parte.
El domingo pasé la mañana limpiando el piso y por la tarde salí directa hacia aquel sitio que tantas desgracias me había dado. Llegué frente a la puerta tras atravesar todo aquel local perfumado y lleno de perversión. Cogí aire y toqué, tardaron un rato en contestar y entré.

- Mira por dónde. —su sonrisa me ponía los pelos de punta— ¿Qué haces por aquí?
- Conseguí dinero suficiente para pagar la deuda. —deslicé la mochila sobre la mesa.
- ¿En serio? —sacó el dinero y comenzó a contar, el pulso me iba a mil por hora. Tras un rato contando billete a billete me miró— Cierto, está todo. —sonreí— Pero hay un problema. —tiró el cuerpo hacia atrás, apoyando la espalda en la silla— El último trato con tu padre no incluía solo dinero.
- ¿Eh?
- Y justo un cliente me preguntó si estaba trabajando aquí una tal Cassandra. —sentí cómo se me tensaba el cuerpo— Vas a trabajar aquí una semana.
- Puedo darte tanto dinero como el que conseguiría en una semana. —dije decidida.
- El problema es que prefiero contentar a un cliente. —sonrió.
- No puedes obligarme a trabajar aquí, la deuda está pagada. —di la vuelta y fui directa hasta la puerta, dispuesta a irme de allí. Me di un golpe contra la espalda de alguien— Jaeyoung, tenemos a otra que se resiste, ya sabes qué hacer. —lo miré mientras se encendía un puro, ignorándome por completo. Quise gritarle, pero el golpe que recibí contra el marco de la puerta me hizo perder el conocimiento.

Cuando desperté apenas podía moverme, un hombre gemía sobre mí, pero no podía notar qué estaba haciendo. Escuchándolo supe que había acabado de usarme, sin embargo no notaba nada. El hombre se vestía mientras hablaba con aquella mujer encorsetada, apenas entendía qué decían, pero parecía que el hombre disfrutaba el sexo con gente inconsciente o incluso muerta. Giré la cabeza y vomité manchándome la cara, no tenía fuerzas para levantarme.

- Justo a tiempo. —la sonrisa de aquella mujer parecía disfrutar el verme así— ¿Cómo lleva tu cuerpo las drogas? —su risa resonaba en la habitación— La primera dosis fue demasiado para ti, pero nos sirvió para contentar a alguien. Aquí viene todo tipo de gente con peticiones extrañas. —pasó un pañuelo por mi cara y me tiró de la cama de una patada— Ahora tendré que cambiar las sábanas por tu culpa. —intenté levantarme, pero no tenía fuerza para hacerlo, quise insultarla, decirle que la mataría, pero solo logré balbucear algo inentendible— Es mejor que aceptes pronto lo que te toca y no pongas pegas, así al menos vivirás consciente. —balbuceé de nuevo y vi abrirse la puerta de la habitación— Mira por dónde, el caballero ha venido a repetir contigo Cassandra. —me dio la espalda tras dejar caer las sábanas sobre la cama— Hoy se encuentra un poco indispuesta, ya sabes cómo son algunas, cuando empiezan a tomar cosas no se frenan. Pero como a usted le gusta más mandar, seguro que le sirve. Golpéela cuanto quiera, está entrenada para soportarlo.

Cerró la puerta y me vi encerrada en aquella pesadilla teñida de rojo. No tenía ventanas, no tenía móvil ni reloj, perdí la noción del tiempo y entre drogas y sexo se iban mis días. Sentí que no valía nada, que era poco más que una muñeca hinchable. Tenía el cuerpo entumecido y dolorido, obligada a aguantar a todo tipo de clientes que me veían como a un objeto de disfrute personal al que golpear y maltratar, llena de golpes que me tapaban con maquillaje entre cliente y cliente.

- Hoy saldrás de la habitación. —dijo aquella mujer a la que ahora odiaba— El jefe quiere hablar contigo, ya llevas aquí una semana, pero quizá quieras trabajar aquí. —tiró un pequeño batín de seda sobre mí— Piénsalo niña. Aquí no tienes que pagar alquiler, tienes comida todos los días, y todo por dejar que un hombre se entretenga un rato contigo. Una vez te acostumbras no es tan malo, ¿verdad? —quise escupirle a la cara, pero ya iba a salir de ese infierno. Me levanté como pude, las piernas cedían bajo mi peso. Me obligué a mantenerme de pie y tapé mi piel con aquel batín que a duras penas me cubría— Venga vamos, tendréis mucho que hablar.

Salimos de aquella habitación en la que había pasado los peores días de mi vida y apoyándome en la pared del pasillo, caminé hasta llegar frente a aquella puerta, en la que no sabía qué me esperaba. ¿Realmente podría irme? Aquella mujer que caminaba junto a mí tocó a la puerta y se asomó antes de que contestasen.

- No sabía que estaba reunido, lo siento señor, le traía a Cassandra.
- Está bien, podéis pasar, igual a mi hijo le gusta ver algo de carne joven. —su risa me hacía estremecer en miedo.
- Sabes que odio esto, no me interesa lo más mínimo tu negocio y las cosas asquerosas que pasan entre estas paredes.
- Es jovencita hijo, quizá quieras estrenarte con ella antes de que se vaya.
- Qué asco.
- Hazla pasar.

Entré a la habitación, tirando del pequeño batín para que tapase como mínimo mis partes... ¿Íntimas? ¿Tras tanta gente lo seguían siendo?

- Mira hijo. Está un poco golpeada por todos los clientes, pero su cara está intacta, por supuesto. ¿No te parece guapa?
- No me interesan tus putas. —su voz se me hizo familiar.
- Llegarás a mayor de edad virgen. —se rió.
- Mejor virgen que hacer algo con alguna de estas. —lo miré, casi segura de que lo conocía. Y tras ver su perfil lo reconocí. Una sonrisa me iluminó el rostro.
- ¿Yoongi? —al verlo girarse rompí a llorar, verlo me hizo ignorar por un instante todo lo que estaba sufriendo.
- ¿Qué? —Yoongi saltó de la silla y vino hacia mí.
- ¿Os conocéis? Es tuya si quieres.
- ¿Qué hace ella aquí? —se giró, lleno de rabia, tirando los papeles que había sobre la mesa de un manotazo.
- Su padre la vendió por una semana en una apuesta.
- Cada día me das más asco. La pobre vive sola en una mierda de casa, haciendo lo imposible para pagarte y aún así la obligas a esto.
- Los negocios son negocios hijo. No tengo ganas de enfadarme, vete.
- Y tanto que me voy, y ella se viene conmigo.
- La deuda está saldada, haz lo que quieras con ella. Con todos los que se la han tirado seguro que se te hace fácil follártela.

La bofetada resonó en toda la habitación, Yoongi parecía querer seguir golpeándolo, pero cogió aire y me sacó de allí llevándome de la mano. Me costaba caminar a su ritmo. Antes de bajar las escaleras me miró, tenía los ojos vidriosos y el rostro tenso de la rabia. Se quitó su chaqueta, me la puso por encima y salimos de allí. Entramos al coche en el que ya había estado la otra vez y me acurruqué en su chaqueta. Yoongi miraba por la ventana, demasiado metido en sus pensamientos como para hacerme caso. Cerré los ojos y dormí.

Liar (BTS) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora