La magia de los niños

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Relato de Navidad!!

En casa de mi hijo Javier era tradición montar el árbol el día de Reyes. Ni uno antes ni uno después. Ese año me encontraba allí porque me habían obligado a pasarlas con ellos. Era viejo pero no tonto. Al ser las primeras navidades sin el amor de mi vida, no querían que las pasase solo. Yo no quería ser un estorbo pero mi hijo había insistido tanto que no tuve más remedio que aceptar. Además me había chantajeado al venir acompañado de su hijo Sergio.  El niño no paraba de decirme que no sería lo mismo si yo no estaba. ¡Diablos de críos! Hacen que a uno se le reblandezca el corazón y se ceda en todos sus deseos.

Me senté muy cerca de ellos a observar como decoraban el árbol juntos, me recordaba a cuando yo lo hacía con los míos cuando eran chicos. ¡Qué de recuerdos me venían! La vida pasaba en un suspiro.

Mi nieto pequeño le estaba pasando las bolas a su padre cuando de repente como el que no quiere la cosa, le soltó de pronto:

-Papá, Jaime me ha dicho que los Reyes no existen.

Mi hijo por poco se atraganta.

-Y ¿tú qué le has dicho? -le preguntó disimulando su sorpresa.

-¿Yo? Qué le van a traer carbón por mentiroso.

No pude evitar reirme a carcajadas. ¡Qué salidas tenían los niños!

- Anda, Sergio, ven y siéntate sobre mis piernas. ¿Quieres que te cuente un cuento muy bonito sobre los Reyes? -hice un guiño en dirección de su padre que parecía no saber qué decir.

- Claro, abuelo - el pequeño dejó que su padre siguiera con la labor él solo.

-Hace mucho tiempo hubo un niño muy pobre que nació en un pesebre. Sus padres no tenían nada que ofrecerle. Pero era un niño muy especial ¿sabes, Sergio? Como tú.

-¿En serio? - la carita se iluminó al oírmelo decir y me devolvió una amplia sonrisa de esas que encandilan.

-Sí, porque ese niño iba a recibir un montón de regalos de los Reyes Magos porque era muy bueno e iba a salvar al mundo del mal.

-¡Hala! ¿y cómo lo sabían?

-Porque un ángel se les apareció y les dijo que su misión sería repartir alegría a todos los niños del mundo. Y ese niño no podía quedarse sin su regalo de Navidades. ¿A ti te gustaría que mañana te levantases y no hubiese nada en ese árbol?

-No, abuelo. No me gustaría.

-Pues eso. Pero el ángel les puso una condición.

-¿Cuál, abuelo, cuál? -quiso saber el niño muy impaciente.

-Que sólo dejarían regalos en las casas de los niños que creían en la magia.

-Ya abuelo, pero es que a Jaime le dejan regalos y ya no cree en ellos.

-Ya lo sé.

-Entonces ¿por qué se los traen? -su hijo Javier se rió al ver como el niño le daba la vuelta a la tortilla. Era un espabilado de mucho cuidado.

- Se lo traen otras personas que lo quieren mucho también. Lo que pasa es que Jaime no se da cuenta que se está perdiendo lo mejor, tú vas a ser más especial que él.

-¿Ah sí? ¿Por qué, abuelo?

-Porque tú vas a dar de comer y beber a los camellos y a los Reyes Magos esta noche y Jaime no. ¿Quién crees se lo va a pasar mejor?

-Pues yo. Jaime en cambio va a estar ahí aburrido jugando con su maquinita.

-Pues anda corre y vete a preparar los cubos con agua y flores frescas del jardín. Y cuando termines pones copas de champán y polvorones para los Reyes.

Cuando el niño se fue loco de contento a realizar la tarea que le habían encomendado, su hijo se volvió hacia él.

-Padre, ya le vale. Esta noche se queda a comer polvorones y champán. En cuanto a Jaime se va a quedar castigado sin su consola por querer amargar las Navidades de su hermano.

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