Capitulo 17 I Última oportunidad, jala el gatillo.

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Salió volando en un instante, junto a Obito.

Los restos de la cabaña le caían sobre la cabeza, sentía su hombro dislocado y su audición se había reducido a un pitido.
Tenso la mandíbula y al alzar la vista todo a su alrededor eran llamas.

— Maldición. —gruño, poniéndose de pie, no era la primera vez que eso le ocurría y no sería la última.

Tomó el rifle a su lado y lo puso en lo alto, en busca del pequeño bastardo que le había tendido la trampa, pero estaba rodeado de humo y escombro; con el pitido latente perforándole el cráneo.
Pero los años lo había hecho quien era y con las heridas llegaron los trucos que hicieron el campo de batalla menos hostil.
Podía sentir la grava moverse bajo sus pies y las pisadas lejanas de los desconocidos, sentir sin escuchar lo ayudó a encontrar a Obito arrodillado a unos metros de lo que alguna vez fue tan preciado para su gente, camino hasta él y cuando ambos cruzaron miraron lo único que los separaba era el cañón del arma.

— ¿Cómo escapaste? —Obito sólo lo miro horrorizado— ¡Responde!

— T-tú no deberías estar vivo. —balbuceo tratando de ponerse de pie.

— Bueno, será mejor que empieces a creer en fantasmas.

Pero los deseos de terminar lo que empezó de Obito se hicieron fuerza, si Kakashi estaba frente a él, seguramente Madara estaba vivo, así que intentó tras pasar a su oponente y llegar hasta el hombre causante de todo y matarlo con sus propias manos.

— ¡Apártate! —blasmo— ¡Esto no es asunto tuyo!

— Se convirtió en mi asunto cuando decidiste atacar Konoha, cuando traicionaste a tu Rey. —Kakashi aún tenía ventaja sobre el Uchiha, sólo debía jalar el gatillo y todo terminaría.

Sin embargo, Obito se mantenía quieto, sin afán de atacarlo y con desesperación en su rostro.

— ¿Dónde está Madara? —quizás si cambiaba la pregunta, él dejaría que lo ayudara.

— N-No lo sé. —gruño, bajando la mirada— Estaba en la cabaña, la bomba no era para ti, era para él.

— Bien, levántate. —de un tirón, el Uchiha estaba de pie— Iremos por Madara.

Desenfundó un arma y se la entregó, el azabache la miró sorprendido y luego dirigió su mirada al platino.

— Sé que eres un buen hombre, Obito. —se arrodillo y con fuerza se acomodó el hombro dislocado— Creo que mereces una oportunidad para remediar tus errores.

Obito jamás había conocido la piedad, no desde que era un niño. Sin embargo, sus errores lo habían traído hasta ahí y por primera vez en mucho tiempo, creía en las palabras de Kakashi. Podía ser un buen hombre, sólo necesitaba una oportunidad y si él estaba dispuesto a dársela, no podía desperdiciarla.

[...]

Minato estaba a unos metros de los restos de la cabaña pero la explosión se había llevado todo a su paso, si alguien seguía vivo sería un milagro.

— Busquen sobrevivientes. —ordenó a sus hombres que en poco tiempo se dispersaron.

No tenía sentido, ¿por qué destruir todo lo que has construido?

— Minato. —llamó Shikaku— Creo que será mejor irnos.

— No. Madara sigue aquí.

— ¿En serio lo crees? ¿Cómo se supone que alguien haya sobrevivido a algo así?

— Él es muy astuto, no creo que se haya ido con algo tan común.

Y justo en ese momento, frente a ellos la sombra de un gran soldado apareció. Magullado, herido y frustrado, Madara Uchiha se hizo presente con una mirada llena de odio hacia un Rey sin culpa.

— ¡Tú! —grito— ¡¿Cómo te atreves a manchar mi fortaleza con tu presencia?!

Fugaku y Shikaku alzaron armas y llamaron a sus soldados, su última oportunidad, era momento de jalar el gatillo.

— ¡Madara Uchiha estas arrestado bajo la ley del Rey! ¡Entrégate o abriremos fuego! —pero el azabache estaba ciego, destruir a Minato era su único objetivo.

De las cenizas, un pequeño grupo de soldados enemigos sobrevivientes apareció.

— ¡Destrúyanlos! —ordenó. Sin embargo, las pistolas de sus "aliados" apuntaban a su cabeza— ¡¿Qué creen que están haciendo?!

— Usted entrego a Obito. —le susurró una joven— A Nagato, a Konan y a Yahiko, ¡los entregó a todos y usted nos prometió la paz y sólo hemos visto correr la sangre de nuestros compañeros!

Madara le disparo. A ella y a todos los que alguna vez lo siguieron. Sólo eran peones y no debían interponerse.

— Ahora Rey de Oro, responda.

Minato no podía concebir tal acto y ahora no debía apegarse a sus creencias, primero estaba su Nación. Los hombres a sus espaldas abrieron fuego y Madara corrió hasta Minato con el afán de protegerse con el cuerpo del Rey. Sin embargo, fue la bala del arma de Minato la que acabó con el hombre y su expresión de odio perduró hasta que será cuerpo inerte cayó a los pies del portador de la corona, el final había llevado con la muerte del invencible Madara Uchiha.

— ¿Estas bien? —Fugaku apareció a su lado con expresión de preocupación.

— Perfectamente. —respondió, de pronto la debilidad llegó a su cuerpo y hubiera caído de no ser por Fugaku— Llévame de vuelta.

La vista comenzó a nublarse y parecía que Fugaku estaba muy lejano. Su respiración se hacía cada vez mal lento pero no era su final. De pronto, estaba recostado en un vehículo del ER con médicos militares a su lado.

— ¿Alteza? —la voz de Kakashi se colocó en sus oídos, la imagen borrosa del platino frente a él era lo único en lo que se podía concentrar mientras este hablaba con Fugaku— Yo iré.

El Hatake trato de subirse al vehículo pero Minato lo detuvo.

— Necesitó que te quedes aquí. —él los sabia, limpiar estragos y dar declaraciones a las demás Naciones, ese es su deber.

— Como ordene, mi Rey. —aún con toda la preocupación en su interior, Kakashi debía obedecer— Alerte a Lady Tsunade y a los demás médicos, él debe llegar hoy.

Y en cuanto cerraron las puertas, a Minato lo invadió el alivio. Lo había conseguido.

Había terminado con la guerra y había obtenido la preciada paz.

[...]

Debía ir. Era su hijo.
Y Kushina estaba tratando de mantener la calma y no salir corriendo por su marido pero Jiraiya ya no era Rey y si podía remediar sus errores de que mejor forma que ir por su hijo.

Ahora que el Palacio era un caos era su momento de actuar, con la huida de Obito los soldados se habían puesto en acción y la protección de la Reina y ellos era prioridad, al igual que la de los Duques y el Principie y su prometida.

— No iras a ningún lado. —a sus espaldas, Tsunade lo miraba preocupada, ella también quería ir pero debían recordar que Minato ya no era un niño sino un Rey.

Jiraiya suspiro.

— Desearía ser más útil. —se volteo hacia su esposa y la rodeo con sus brazos, tratando de darle calma y buscando un poco de la propia.

— Él estará bien, es muy fuerte.

Los golpes sonaron fuera de la habitación y de pronto, la puerta se abrió de golpe revelando a Kushina con el rostro envuelto en lágrimas y los ojos muy abiertos.

— Minato está en el hospital Uzumaki.

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