172. El extraño diario de Zac (y Will)

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Salí de la casa de Will, junto a Will. Él quería hablar. Ya no podía aplazarlo. Tenía que pasar. Además, fue incómodo estar en la cocina sin hablarle. Estaba seguro de que Jimi se dio cuenta. Sobre todo porque lucía incómodo y quería hacernos hablar.

— Creo que todo va bien con George— dije.
— Zac, no quiero hablar de él ahora— dijo, serio.

Lo observé. Me gustaba el Will feliz, no el Will serio.

— Lo sé— dije, resignado a la realidad.

Se acercó a mí. Mucho. Lo observé consternado.

— Necesito que me digas qué es lo que te hizo pensar que me gusta Laura— me dijo.
— Es que... pareces muy feliz cuando estás con ella— dije, temeroso hasta cierto punto.
— Soy muy feliz junto a ella— dijo—. También soy muy feliz cuando estoy con los demás. Contigo también pero no cuando estás inventando cosas sobre mí en tu cabeza.
— No pude evitarlo— dije, me alejé un poco, Will me abrumaba—. Parece que tú y ella son muy felices juntos.
— Lo somos. En ella encontré a una buena amiga. Tenemos gustos similares.
— Entonces... ¿Cuál es el problema?— dije, lo observé a los ojos—, ¿Por qué aún no es tu novia? ¡Son perfectos juntos!

Pareció enojarse en verdad.

— Porque ella no me gusta. No así. Estoy seguro de que tampoco le gusto.
— ¿Por qué no?— dije—, ¿Son idiotas? Tienen enfrente a la persona ideal y están divagando como bobos. ¿Qué les pasa?
— Te diré qué nos pasa. No nos gustamos.
— ¡Pero no tiene sentido!
— ¡El amor no tiene sentido!— dijo.
— ¡Tú tampoco!— dije, enojado—, ¡Tienes a tu mujer ideal frente a ti y simplemente te niegas a ver tus sentimientos!
— ¡No hables de ver sentimientos cuando eres la persona menos indicada para hacerlo!
— ¡Quizá eso es cierto, pero no soy un idiota!— me defendí.
— ¡Lo eres!— dijo enojado—, ¡Lo estás siendo en este momento! ¡Por qué quieres asumir mis sentimientos sin siquiera preguntarme! ¡Por qué simplemente diste por hecho algo sólo porque creíste que tenía sentido!

Era la primera vez que Will me gritaba de esa forma. En algún momento dejé de pensar y empecé a sentirme mal. Como si quisiera ponerme a llorar.

— ¡Por que así soy yo!— le grité, bajé mi vista al suelo—, ¡Siempre lo hago, todo el tiempo! ¡Tú mejor que nadie lo sabes! ¡Las cosas me asustan, sobre todo las que no entiendo! Así que intento verle el lado lógico aunque no sé porqué esta vez deseaba que todo lo que pensaba fuera una mentira... deseaba que en verdad fuera falso... ¿Qué clase de amigo se supone que soy si no deseo lo mejor para ti?

Lo observé. Él parecía confundido. Hasta yo me había dado cuenta de que dije cosas sin sentido.

— Yo sé lo que es mejor para mí— dijo, tranquilamente—. No es tu trabajo pensar por mí.
— Pero quería hacer algo por ti. Aún quiero hacerlo. Si me pides algo lo haré, sin importar qué sea— dije, me acerqué a él—. Es sólo que... cuando pensé que te gustaba Laura de alguna manera no me gustó la idea. Sabía que tenía todo el sentido del mundo. Ustedes dos son compatibles en muchos aspectos y yo... divagué. Hasta que lo di por hecho.
— Pues no lo hagas— dijo—. Porque no es así.
— Pero no tiene sentido. No lo entiendo. No sé porqué dos personas tan iguales no pueden estar juntas.
— No se trata de lógica. Se trata de amor. Al menos con nosotros dos, se trata de eso. Laura y yo somos muy románticos. El amor no es un contrato de negocios. Deberías saberlo.

Lo observé.

— Pero quiero que seas feliz— dije.
— Ya soy feliz— dijo—. Así que no me confundas preguntando cosas extrañas. Me asustas.

La puerta se abrió de golpe repentinamente. Era Laura, que parecía muy agitada. Detrás de ella venían Evan y Jimi.

— ¡No es así!— gritó Laura—, ¡Todo es un error!

Se acercó a mí y me tomó de los hombros.

— ¡Will y yo no tenemos esa clase de relación!— me dijo—, ¡Tienes que creerme!
— ¿Qué?— dije.
— ¡Evan me dijo que Jimi le dijo que tú le dijiste que creías que Will y yo teníamos algo! ¡Pero no es así!

Miré a Jimi. Él me sonrió incómodo mientras me saludaba agitando su mano, nervioso. Le había contado a Evan, obviamente.

— ¡Yo no fui!— dijo Evan mientras se escondía detrás de Jimi.
— ¿Cómo sabías que hablábamos de eso?— le preguntó Will a Laura.
— Conecté todo cuando Evan empezó a interrogarme— dijo ella.
— ¡Yo no fui!— volvió a decir Evan.
— Ya lo aclaramos—dije—. Will me dijo que al parecer mis pensamientos sobre ustedes eran falsos.
— ¡Muy falsos!— dijo Laura.
— Pero es una lástima— dijo Evan—, hacían una muy bonita pareja.
— Claro que no— dijo ella—. Sería raro.
— Absolutamente raro— dijo Will.

Repentinamente, por la puerta salieron George y la profesora, alterados.

— ¡Madie se desmayó!— dijo él asustado.
— ¿Qué?— dijo George.
— ¡Oh por dios, Luz la atacó!— dijo Evan, dramático.
— Claro que no— dijo ella.

Will reaccionó y entró rápidamente con todos nosotros atrás de él. Al llegar a la habitación, ella estaba sentada en una silla, con su cabeza sobre una mesa pequeña. Will empezó a revisarla.

— ¿Qué pasó?— pregunté.
— No lo sabemos— dijo George—, de repente se dejó caer, como si estuviera muerta.
— ¿Seguro de que nadie la atacó?— dijo Jimi.
— ¡Yo no la atacaría!— se defendió la profesora.
— Además es imposible— agregó Will—, no tengo cosas peligrosas en mi casa.
— Pero Luz las encuentra— dijo Evan—. Siempre las encuentra.
— Hasta Will sabe que eres dramática— le dijo George a la profesora.
— ¡No soy así!— dijo ella.

Entendí que ellos arreglaron sus problemas. Al menos, eso deseaba.

— Sólo está dormida— dijo Will.
— ¿Se durmió repentinamente?— preguntó George.
— Sí— dijo Will—. Al parecer está muy cansada. No me sorprende, en su trabajo casi no puede descansar.
— No debimos secuestrarla— dije—. No así.

Jason apareció. Se veía tranquilo. Nos observó.

— Parece que me perdí de algo— dijo.
— Te perdiste de muchas cosas— le dijo Laura.
— ¿Alguien quiere explicarme?— dijo Jason.
— No— dije—. Primero hay que llevar a la rubia a su casa.

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