Capítulo 12

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"Te ayudaré"

Conduje mi auto hasta llegar a uno de los lugares que había sugerido _______ cuando le pregunté a donde quería ir, tuvimos una pequeña y nada sería discusión acerca de quién decidía a donde iríamos, pero finalmente ella cedió hacerme caso, y fuimos hacia donde prefería ir.

Escuchamos música de los años 90 mientras conducía hacia el bulevar el cuál según ella, es pacífico y precioso. Perfecto para descansar de aquellas rutinas de escuela.

Quiero complacerla a pesar que sea algo mínimo, no me importa gastar mil dólares o más por ella, ella lo vale. Y eso es lo único que importa.

-¿Entonces?- le pregunto con una sonrisa de oreja a oreja estacionando el auto- ¿Cuántos novios haz tenido?

Mi tono de voz es algo apagado, dudando una y mil veces si preguntarle eso o no, pero decido preguntárselo para no quedarme con esa maldita intriga que tendré cuando ella se vaya de mi lado.

-3- responde en un susurro casi inauditivo- ¿Y tú?

-2, oficiales.

-¿Las demás que eran?

-Nada serio- suspiro, abriéndole la puerta del auto, tomo su mano, sintiendo un nervioso cosquilleo recorrer mi espalda- Pero tampoco es que haya jugado con sus sentimientos, no soy de esas personas.

_______ me sonríe y continúa caminando sujetando su bolso, delante mío. Observo el lugar en el que estamos.

Una plaza realmente bonita, no tiene nada en especial, pero tiene algo que la hace ser llamativa y tranquila.
Un faro está delante de nosotros, _______ sigue caminando, hasta llegar a un pequeño puente de madera, en el cual, da la vuelta y me observa con una sonrisa.

-¿Te gusta?

-Me encanta- le respondo, yendo rápidamente hacia su lado- Pero pensé que habría un restaurante.

-No necesitamos comer para pasar un buen rato.

Responde, sonando algo cortante y estresada, según yo.
Trato de mirarla a los ojos para intentar leer su expresión, pero me resulta imposible.

-Solía venir aquí con papá y mamá- sonrie tristemente- Es la primera vez que vengo acompañada.

Dice al terminar de cruzar el puente, cortando completamente el incómodo silencio, haciéndome sentir especial.

-¿Cuándo fue la última vez que vinieron?
Pregunto, siguiendola en la oscuridad.

-Hace muchos años- suspira- Cuando éramos una familia de verdad y papá y mamá no peleaban como lo hacían antes de fallecer.

-¿Por qué quisiste venir aquí?
Pregunto, intentando no sonar descortés.

No me gusta verla triste, no me gusta la idea de verla recordar cosas que le hacen daño.

-Quiero... quiero ver si es que...

Calla de repente y mira hacia un árbol con el ceño fruncido, acelera el paso a este cuando parece haber encontrado algo. La sigo.

-¡Aquí está!
Exclama, algo emocionada.

Se para de puntillas y saca una cadena muy brillante de una de las ramas del árbol. Frunzo el ceño.

-¿Cómo es que sabías que eso...

-Es de papá- me interrumpe, observando la bonita cadena al parecer de oro con detenimiento- Quiero obsequiartela...

Su mano derecha toma mi muñeca derecha, y pone el brazalete en esta, me mira mientras hace esto.

-Gracias pero no puedo aceptarlo- susurro- Es de tu padre, debe ser muy importante para ti...

-Así como tú lo estás siendo para mí.

La yema de su dedo índice toca la punta de mi nariz, sin soltar aún mi muñeca. El contacto de su piel con la mía me eriza.

-Quiero que lo cuides como si fuese algo que no quisieras perder nunca- acaricia mi mano y la suelta- Por favor.

-¿Estás segura que quieres que la tenga?

Asiente sonriendo.
Me mira, poniéndome nervioso de inmediato para luego darse la vuelta, y seguir caminando hacia unas bancas con vista a otro puente sobre el mar, el cual conducía por fin al faro iluminado.

-A veces quisiera estar aquí todo el tiempo.

-Podemos acampar aquí- murmuro sonriendo- Gracias por el brazalete, lo cuidaré, lo prometo.

-Sería fantástico.
Responde, con la vista perdida hacia el mar que dejaban ver unas pequeñas barreras que impedían que alguien cayera a el.

Asiento.
Me siento al lado de ella sin dejar de mirarla. Cautivado en esos impresionantes ojos marrones que aún no he podido siquiera intentar leer.

-¿Puedo preguntarte algo?

-Ya lo estás haciendo- dice seriamente, luego de unos cinco segundos me mira y deja escapar una pequeña risa- Claro que sí.

-¿Cómo es que llegaste a trabajar en ese club?

Pregunto intentando sonar lo más tranquilo y desinteresado posible, cuando es todo lo contrario.

-Antes de que mi abuela se enfermara, o bueno, antes que descubrieramos que está enferma, una señora me miro de pies a cabeza al salir un día de la escuela- ladea la cabeza- Traté de caminar más rápido pero ella me siguió... hasta llegar a alcanzarme, me dijo que estuviese tranquila porque no me iba a robar, me hizo unas preguntas que yo contesté sin recordar que no tenía por qué hablar con extraños, y me ofreció entrar al club, me dio una tarjeta, indicando su nombre, la dirección del club y los días en los que podía ir- me acerco más a ella sin que ella pueda llegar a notarlo- No sé por qué guardé la tarjeta en uno de mis libros... en fin, cuando mi abuela enfermó y cuando creía que estaba apunto de morir ya que no teníamos dinero para comprar los medicamentos, tenía una prueba de ciencias, cuando abrí el libro, la tarjeta cayó... y supongo que ya imaginarás lo que pasó después.

Trago saliva.
Sintiéndome algo nervioso ahora, sin saber que responder, retactandome de haberle hecho esa pregunta.

Me repugna pensar el otros hombres manoseando su precioso y frágil cuerpo. Hundiéndose en ella solo para pasar un buen rato.

Ella nunca debió de pasar eso.
Nunca más volverá a pasarlo.

Saco mi billetera de un bolsillo de mis jeans, y extiendo ocho billetes de 100 dólares, sin pensarlo.
No me importa el dinero, mi familia no lo necesita, pero ella lo necesita más que yo para cuidar a su abuela.

-No puedo aceptar esto... Ross, es demasiado dinero.

Susurra mirando el dinero en mis manos.

-No aceptaré un no por respuesta- _______ aparta su mirada de mí- Hey... necesitas el dinero, y no puedes seguir yendo a ese maldito club, corres muchísimo peligro allí, no dejaré que te expongas más a eso, prometí ayudarte.

_______ salta hacia a mí, dándome un abrazo. Y yo por su puesto, le correspondo al abrazo mientras coloco el dinero en el bolsillo de sus Jeans, esperando que se de cuenta cuando llegue a casa.

Ángel negro | Ross Lynch Donde viven las historias. Descúbrelo ahora