Cuarto

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Caminamos juntos por el parque Omar, hasta donde solo ve el verde de la naturaleza, he de decir que agradezco haber escogido algo bueno para vestir hoy, porque se supone que hoy es el día en que fingiremos nuestro compromiso, es la única manera de hacer que Scarlett lo crea y si ella lo cree, trabajo social también. El rostro de Rhett sigue igual imperturbable, sus pasos son mucho más largos debido a su altura y me cuesta un poco seguirle el ritmo, sus manos están en sus bolsillos, se voltea de la nada, me detiene en seco.

— ¿Tienes el anillo contigo? —me agarra en mis segundos de tonta, porque quedo en shock. — ¿Camila?

—Sí, está en mi bolsa. — coloco mi mochila hacia adelante, la abro y busco la pequeña caja de mis pesadillas. La saco después de revolver un poco y se la entrego. Niega y lo vuelvo a guardar.

—No debí dártelo en ese momento, — él me imita y abre su mochila marrón, saca un... ¿trípode? —esto, nos va a ayudar a contar la historia. ¿Lista?

—Cuando quieras supongo, —me encojo de hombros. —Pero... ¿Qué haremos?

Sonríe y me guiña, espera ¿me guiña?, estoy alucinando, debería de relajarse más seguido, hasta ahora puedo decir que sonríe con su hermana y parece que el verde lo relaja. Seguro que sí, a mí también relaja ese color cada quincena.

Deja su maleta en el suelo, se arrodilla y saca de ella una manta de cuadros, como esas de películas, incluso saca sándwiches y jugo.

Levanto una ceja y veo como casi sonríe, casi.

Extiende una mano indicando que me siente, dejo mi bolsa en el suelo y me acomodo frente a él, saca un bloc de notas, un bolígrafo y coloca la cámara en el suelo.

—Primero, lo primero... ¿Cómo nos conocimos? — su voz sale como si fuera preguntas para una clase. Ooh, a esto se refería con crear nuestra historia. Su ceño se frunce en duda, hay tres líneas en el medio de sus cejas al juntarlas. Me rio, eso le dejará marcas de viejo.

—No hay que alejarnos tanto de la realidad, fuimos presentados por Salvador. —pongo mi cabello detrás de las orejas, tratando de controlar su movimiento con la brisa que hay. — ¿Qué tal hace tres meses?

—Pues que románticos nosotros, tres meses y ya nos comprometimos, ¿eh? —su tono de voz es tan fuera de lugar.

—Amor verdadero, ¿no? —bufa ante mi comentario.

—Eso no existe. —el convencimiento de sus palabras me hace parpadear.

—Sí existe. —ya veo aquí nuestra primera pelea, genial. Pero no voy a dejar de decir lo que pienso solo porque él no lo cree.

Rueda los ojos y otra vez tiene ese matiz de amargura en el rostro, es como si pocas veces pudiera sacar la luz de él mismo.

—Mira, entiendo que eres mujer y que crees todas esas payasadas del amor y quizá creas que puede surgir algo entre nosotros.

—Ohh, ¿Yo creo eso? —río, coloco mi mano en mi pecho fingiendo estar escandalizada.

—Sí, pero ve sacándolo. Expulsa ese anhelo, no va a suceder. Confío en que seremos buenos amigos, digo vamos a tener que vernos las caras a diario por dos años.

Ruedo los ojos, este hombre tiene problemas de apego emocional. En serio.

—Mira, Rhett... no me he hecho ni una ilusión, sé que tú tienes tus intereses y yo los míos. Pero si creo que el amor verdadero existe, si no ¿Por qué haríamos esto? ¿Por qué condenarnos a una vida que no queremos? Tu amas a tu hermana y yo a mis abuelos, lo que hacemos por ellos es amor verdadero.

Matrimonios & ConvenienciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora