Capítulo 17: La trampa mortal

8 1 0
                                    


  Elliot había abierto los ojos justo cuando los primerizos rayos de sol asomaban con timidez por las nubes nocturnas que ya se iban alejando. Se frotó los ojos, que aún los tenía algo pegados, pero al estirar los brazos, notó que se encontraba bien. Demasiado bien. Había dormido del tirón durante toda la noche, a pesar de los traqueteos del coche sobre la carretera.

Lo primero que vio fue un montón de cubos de basura volcados en el suelo. Dentro de uno de ellos, había un zombie atrapado, sin poder salir. Movía sus brazos hacia arriba, como pidiendo ayuda. A Elliot le recordó a esos muñecos que siempre le regalaban cuando era pequeño, esos que al girar una palanca un juguete salía despedido de la caja.

-Vaya, buenos días.- Una voz lo sobresaltó. A su lado tenía al hombre que ya le había salvado la vida dos veces. Estaba acurrucado entre dos de sus compañeros, de los cuales no sabía ni sus nombres aún.

-Buenos días.- Se incorporó, peinándose el rebelde cabello rubio con las manos.- Me dormí en seguida, lo siento...estaba demasiado cansado.

-Lo sé, no debes disculparte. Por eso os hemos dejado dormir, tu amigo aún sigue dormido, ha estado gritando toda la noche, pesadillas.- Ahora conducía Bruce, que le había cambiado el turno a Daniel, ya que este había conducido durante largas horas por la noche.- ¿Quién es Michael? Ha estado gritando ese nombre todo el tiempo.

Elliot suspiró de manera pesada, no tenía sentido ahorrarle los detalles, los habían salvado, así que pensó que merecía saber la verdad. Comenzó a contarla y se tomó su tiempo, para no olvidarse ningún detalle importante. Básicamente le relató todo desde que se separaron en la gasolinera aquel día. Cuando acabó, Daniel compuso una mueca triste, sintiendo empatía por el chico y por su acompañante.

-Elliot, lo siento. Habéis pasado cosas malas, al igual que nosotros. Pero lo importante es que estáis vivos, no todos pueden cantar victoria por algo así. Debes aprovechar esa condición y vengar a los que ya no están.

-Eso hago, yo vengaré a mi amigo Michael. Y a mi familia.- Lo dijo convencido, con el corazón en un puño.- Se quedó pensativo unos momentos y sonrió.- ¿Aún recuerdas mi nombre?

-¿Cómo olvidarme del chico que me registró la guantera y fisgó todo mi porno? -Soltó una breve y concisa carcajada. Iban dejando todo atrás a su paso, incluso a un caminante con un uniforme amarillo, hace semanas había sido un cartero.

-Joder, que vergüenza.- Se encogió de hombros al recordar la expresión del hombre al pillarlo con las manos en la masa. Que estuviese conduciendo no significaba que estuviese ciego, no sabía como no lo pensó. Cambió de tema con habilidad.- ¿Estos...son tus amigos?

-Amigos y familia. Son mis compañeros del cuerpo, pero tuvimos que huir de nuestra comisaria, porque la arrasaron los caminantes. Nuestro jefe y una compañera también están vivos, pero no sabemos donde, por eso los estamos buscando.- Su manó se cerró en torno al arma que llevaba aún colgada de la espalda. Todos se preguntaban como había podido dormir con eso pegado al cuerpo.

-Chicos, tenemos un problema.- Exclamó Bruce, pisando el acelerador.- Tenemos un buen grupo de zombies ahí delante, nos cortan la salida.

-¿Y si damos la vuelta? -Daniel se levantó, mirando hacia atrás. Pero lo que vio tampoco le inspiró demasiada confianza.- Joder, ¿es que nos han tendido una maldita trampa, o qué? Parece que nos están cortando el paso a posta.

-Eso parece, sí. ¿Qué hago entonces, Dan? -Preguntó, mirándolo de reojo.

-Sigue avanzando, si ves que el coche no puede pasar por ningún ángulo, atropéllalos.

-A la orden.- Sonrió y se dirigió a la muralla de zombies que se estaba congregando en la carretera. Ellos sabían que dentro del vehículo había carne viva, comida viva que les pertenecía. Querían consumirlos a su gusto.

El coche chocó contra ellos, arrastrando a varios con fiereza. Sangre y sesos volaron por encima de sus cabezas, pero aún había unos pocos que se habían librado. Los vencedores se arremolinaron alrededor del coche y el cristal trasero explotó cuando una cantidad severa de brazos atravesaron la ventana. Los dedos actuaban como tenazas de metal, que agarraron a Elliot por los hombros y consiguieron arrastrarlo por el suelo, haciéndolo chocar contra una de las paredes. Varios cristales rotos se incrustaron en sus blancos y delgados brazos, mientras que los zombies, aullaban de alegría. Daniel cargó su arma y disparó contra las manos que agarraban al joven, lanzándolas por los aires. Aterrizaron en la carretera, manchando todo de esa sangre negra a su paso.

-Estáis completamente chalados.- Susurró Misha, escondiendo la cabeza entre las mochilas, tembloroso.

-Oh, vamos. ¿Qué puede venirle mejor al cuerpo que esta acción por la mañana? -Andy parecía motivado, ya que lucía esa sonrisa siniestra que se le cruzaba por el rostro cuando se enfrentaban a una situación así.- Aléjate y deja sitio a los profesionales. No quiero dispararte por error.- El doctor se ocultó entre las provisiones, dejando que ellos hiciesen su trabajo.

Los zombies recorrían la carretera, jadeando ansiosos a medida que se acercaban. Su gutural y burlón canto ponía los pelos de punta, Mya se había quedado paralizada, el jaleo la había despertado y no era capaz de moverse. Chilló cuando una gruesa y verdosa mano la agarró por el tobillo.

Jason rebuscó en su mochila y decidió que arma usar y disparó contra el ser entre alaridos. Las balas impactaban en la carne del monstruo, lanzándolo hacia atrás, soltando el pie de Mya. Ella dejó de gritar cuando el le sonrió un poco, nervioso. El zombie ya no se movió más, pero aún así, volvió a dispararle un par de veces más. Mientras tanto, Andy, enfurecido, tenía el rostro desfigurado por el odio y vomitó todo tipo de obscenidades contra ellos, asegurándoles mil maneras de torturarlos. Mya se había quedado estupefacta ante tal reacción, la había protegido muchas veces, pero nunca con esa ferocidad, se preguntó a que se debía.

Las armas que empuñaban los agentes humeaban, dispuestas a no parar en un buen rato. Sentían como se calentaban entre sus manos. Un disparo, dos disparos, tres. Se fueron quitando de en medio a la amenaza, gracias también a las maniobras de Bruce al volante. Y por un momento, parecía que el miedo y la desesperación habían desaparecido de Jason, pero cuando terminó la munición del arma, se desplomó contra el suelo, exhausto y perdió el conocimiento.

-Jason...-Elliot se agachó y permaneció a su lado ahora que las cosas habían vuelto a la calma.- ¿Cómo soportáis esto?

-¿A qué te refieres, niño? -Andy lo atravesó con la mirada, cosa que heló la sangre de Elliot.

-A esto, en general.- Los miró a todos, que estaban volviendo a sus respectivos lugares.- Casi nos devoran y estáis como si tal cosa. E-es decir, no entiendo como podéis con ello.

-Nos entrenaron para esto, chico. Tenemos el mismo miedo que tú, te lo aseguro. Pero yo lo envuelvo y me lo trago, así de simple. Estos monstruos no me vencerán y me quitarán lo que es mío. Y tú deberías hacerlo también en vez de gritar como una maricona todo el rato.

-Eh, Andy, no te pases ni un pelo.- Lo recriminó Daniel, que lo miraba con severidad.- El chico solo está asustado, todos lo estamos. No la tomas con él.

-Necesitamos gente fuerte, joder. Si algún día volvemos a tener un ataque como este o uno peor, ¿qué hacemos con el negrata que está todo el rato desmayado, con un chico joven que no es capaz de hacer otra cosa que gritar, o el doctor que se ha pasado todo el rato escondido? ¿Eh? Dime. Porque yo no pienso arriesgar mi vida, o la vuestra por ellos.- Después, se quedó en silencio, sentándose de nuevo.

-Ya basta.- Daniel finalizó la conversación con un giro rápido de muñeca.- ¿Tú amigo está bien, Elliot?

-Sí, es solo que...necesita fuerzas. Perder a un hijo no debe ser nada fácil. No necesita que tu amigo sea cruel con él.

-Tienes razón, no volverá a pasar, de verdad.- Le regaló una de sus mejores sonrisas, apaciguando el ambiente cargado y tenso que se había quedado en el aire.- ¡Bien hecho, Bruce!- Exclamó y el aludido, levantó el puño, con chulería, mientras seguía conduciendo con la otra. Las ruedas gemían y chirriaban sobre el asfalto y el motor rugía feroz con cada cambio de marcha.

-Dan, la carretera no se puede continuar, está cortada. ¿Qué hacemos?

-Ataja por el bosque, es un buen vehículo. No creo que tengamos problemas en atravesarlo.

Bruce giró el volante de improvisto, y atravesó a toda velocidad el frondoso bosque, arrancando toda la maleza a su paso. A las ruedas se le engancharon ramas caídas y por un momento pensó que no podrían seguir avanzando, que el coche se quedaría allí atrapado, pero un golpe de suerte los azotó y las ruedas patinaron, deshaciéndose de las ramas. A medida que se internaban en la arboleda, los ruidos que provenían de los zombies se iban quedando atrás. Allí en el bosque, todo era silencioso, no se escuchaba ningún animalito por las cercanías.

A pesar del movimiento, Andy iba sumido en sus oscuros pensamientos. Pensaba que los zombies no eran tan listos como para hacer esas cosas. ¿Una barricada de caminantes? ¿Aquello iba en serio? ¿Es que cada vez eran más listos? ¿Habría cosas que no pudiesen hacer? Pensó en todas las películas que había visto a escondidas cuando era un niño, esos bichos deberían ser lelos, no podían ser inteligentes. Siempre los había visto vagando por ahí, como simples máquinas movidas por el hambre. Pero ahora...podían pensar y planear.

El coche ya estaba en sus últimas, pero debían continuar protegidos sobre esas cuatro ruedas que tan bien habían hecho su misión. Era imposible ir a pie, y más con los nuevos integrantes, que no aportaban nada al grupo. Pero claro, como el perfecto de Daniel había decidido que se quedaran, nadie pondría objeciones. Dan y sus estúpidos buenos sentimientos. Una voz resonó en su cabeza, se golpeó las orejas repetidamente y sacudió la cabeza. Miró a todos los demás, engullidos por las sombras de los árboles.

-¿Qué tipo de pájaro es ese? -Preguntó Mya, mirando hacia arriba. Señalaba a una de las ramas, donde había un pájaro de un tono negruzco, su cuerpo estaba hinchado y parecía incapaz de volar. Sus ojos eran blancos y abría su pico, furioso. Sus movimientos eran frenéticos y desenfrenados.

-¡No puede ser! -Exclamó Misha, asomándose al cristal roto.- Es un pájaro muerto. Bueno, un pájaro revivido. Ya me entendéis.- Hizo un gesto con la mano, como si de verdad lo fueran a entender.- ¿No os parece fascinante?

-A mi no.- Andy se puso en pie, apuntó con cuidado al pájaro y lo derribó de un sólo disparo.- Ya está, un problema menos.

-P-pero...¡Podríamos haberlo investigado! -Gimió, horrorizado, sujetándose las mejillas.

-Tú procura buscar la cura para los humanos y después ya haces lo que quieras.- Terció Andy, como siempre, parecía de mal humor.- Cómo no arregléis las cosas que habéis liado, os meteré las vacunas por el culo.

-Eres muy violento.- Susurró Misha, tapándose la cara con sus manos.

-¿Violento? Amigo, si aún no he empezado.

-Ya vale, Andy.- Mya le puso la mano encima del muslo, invitándolo a callarse. Para la sorpresa de todos, lo hizo. El tacto de Mya sobre el tenía la misma reacción que si un trozo de hielo cayese sobre una poza de agua hirviendo. Sus males se evaporaban.

-No sabía que los animales también se transformasen en esas cosas.- Elliot los miraba a todos, confundido.

-Yo tampoco lo sabía.- Añadió Bruce.- Es algo...surrealista, joder. Puedo entender que se lo hicieran a los humanos, ¿pero animales zombies? Por favor.

-Tío, es más lógico que los zombies fuesen los animales, ya que siempre experimentan con ellos antes que con las personas.

-Cierto.- Añadió Misha, pero como todos le clavaron la mirada, permaneció en silencio, aclarándose la garganta.

-Puto colgado...-Murmuró Andy para sí, apretando con fuerza la mandíbula. Vio que Mya temblaba un poco, no sabía si era por asco por miedo. Su pecho subía y bajaba con dificultad, deseó mucho abrazarla, pero no lo hizo. Jason también despertó, no recordaba lo que había pasado y no sabía cuanto tiempo había estado fuera de juego, no fue capaz de calcularlo. Pero aún era de día y aún estaban en el coche, eso era bueno. Reconoció el suave rostro de Elliot, que le dedicó una suave sonrisa. Eso lo calmó. Le recordaba tantísimo a Michael. Trató de levantarse, pero sus miembros estaban pesados, se habían adormecido.

En ese preciso instante, todos oyeron los disparos, seguidos de gritos estridentes. Estaban seguros, no lo habían imaginado. Sólo podía significar algo, gente. El vehículo se dirigió hacia los gritos, que cada vez se intensificaban más. Dieron con una mujer, encaramada en las ramas de uno de los árboles más altos. Gritaba y disparaba. Disparaba y gritaba. Cuando ya no hubo nada más a lo que disparar, su demacrado rostro se cruzó con ellos. Escuchó como la llamaban, aunque no los conocía.

-¡Oye! -Daniel se puso de pie sobre el coche, alzando los brazos hacia ella, tratando de no mostrarse como una amenaza.- La mujer del árbol. ¡Aquí! ¿Nos ves?

-S-sí, os veo...- Su voz era débil y parecía desnutrida. Su pelo canoso y muy corto estaba sucio, no sabían ciertamente de qué color era. Sus manos estaban negras por la mugre y sus uñas no se quedaban atrás.- ¿Quiénes sois?

-Somos un grupo de agentes y varios civiles. Buscamos un sitio donde poder refugiarnos. ¿Estás sola? ¿Necesitas ayuda?

-No me fío de los extraños. Estoy bien en mi árbol, aquí arriba estoy muy bien. Sé cuidarme.

-No lo estarás cuando te cruces con caminantes que puedan escalar o saltar. Has debido de tener suerte, supongo.

-No me hagas reír, eso son patrañas. Esos bichos son lentos, no son capaces de hacer tales cosas. ¡No son humanos!

-Nosotros mismos lo hemos podido comprobar con nuestros propios ojos. No seas insensata y baja de ahí, no podrás aguantar mucho más.- Ella alzó el arma y disparó contra ellos varias veces. Todos se asustaron y sacaron sus armas, dispuestos a derribarla. Pero cuando se dieron cuenta de que había matado a dos caminantes que se les acercaban por el flanco derecho, se relajaron.- Buena puntería, si señora.

-Ya os dije que sabía cuidar de mi misma.

-¿De verdad prefieres quedarte ahí arriba? Entonces nosotros seguiremos nuestro camino.- Daniel dio varios golpecitos en la espalda a Bruce, que agarró el volante de nuevo.- Pues nos vamos, arranca, compañero.

-¡E-esperad...!- Gimoteó la mujer, dudosa. Pudieron percatarse de que sus dientes tenían un tono marrón, un color bastante desagradable. Lo cierto es que debió ser una mujer bella, pues tenía los ojos como el mar, una nariz bonita y unos labios carnosos con forma de corazón. Pero la mala vida la había desfigurado.

-¿Cómo te llamas?- Insistió Daniel, ofreciéndole su mano para ayudarla a bajar de allí.

-Me llamo Alison.- Sonrió un poco, agarrando la curtida mano del hombre, bajando de las ramas.- ¿Y vosotros?

-Yo soy Daniel, el conductor es Bruce.- Iba señalando, de izquierda a derecha.- Ella es Mya, Andy, Jason, Ellitot y Misha.

Cuando acabaron las presentaciones, de entre los arbustos, llegó un súbito rugido, grave y estremecedor, una sinfonía de una gran furia animal. Las ramas se iban separando y la silueta de un ser extraño se vio bañada por los rayos de sol que se filtraban por las copas de los árboles. Iba a cuatro patas, como si fuese un orangután, usando los puños como apoyo. Su boca se desencajó al ver comida y avanzó de manera desgarbada, chillando como un poseso.

-¡Bruce, arranca, vamos! ¡Ya hemos gastado demasiada munición por hoy! ¡A este paso, nos quedaremos sin nada antes de llegar a nuestro destino!

-¡Entendido! -Apretó con fuerza el acelerador y el coche derrapó, dibujando un circulo casi perfecto. La tierra creó nubes de polvo que se fueron disipando poco a poco. Consiguieron salir de allí, dejando al deforme espectro atrás, aunque los siguió durante un buen rato.

-Ese cabrón merecía un disparo. Merecía ser freído a balazos.- Comentó Andy, mirando como el ser no se cansaba.- Sabe que no va a pillarnos ni en sueños y aún así, no se rinde.

-Lo habría hecho encantado y lo sabes, compañero.- Dijo Daniel.- Pero no quiero desperdiciar más cosas. No quiero que en otra persecución como la de hace unos minutos nos cueste la vida.- Estaba sudoroso, el sudor era grueso y salía de todos los poros de su piel debido al esfuerzo de haber bajado a la mujer, que ahora se había sentado en una de las esquinas, silenciosa. Parecía tener la certeza de que iban a morir en cualquier momento.

"Espera un poco más, Alison. Pronto los tendrás en el bote." Pensaba, con malicia. "Al amo le hará ilusión ver que le traigo más cosas para jugar. Junto al grupo que ha encontrado y este, tendremos una gran cena. Van directos hacia la trampa."

-Tenemos que salir ya del bosque echando hostias, Bruce.- Esta vez, Daniel se sentó delante, junto a el. Era algo estrecho, pero ambos cabían perfectamente.

-Sólo déjame buscar una salida rentable y haré magia.- La boca de Bruce se frunció, sonriendo de manera ladeada. Una sonrisa que a Daniel siempre le había parecido de lo más misteriosa. Apostaba a que Bruce también guardaba oscuros secretos.

A medida que salían del bosque, volviendo a la civilización, el hedor se volvía horrible, una mezcla repugnante de pelo mojado y carne putrefacta que hacía que el olor de los baños de las discotecas en la madrugada fuesen agradables en comparación. Mya se tapó la nariz, al igual que Misha.

El vehículo se coló por una pequeña colina que los llevó directamente al otro extremo de la carretera, el aire era repugnante y estaba viciado, pero no pudieron evitar dar grandes bocanadas, al fin parecía que tenían el camino despejado y se sintieron aliviados. Todos menos Alison, que sonreía en la oscuridad, sus ojos azules habían adquirido un ápice de ferocidad inapropiado.

-¿Daniel? -Lo llamó, con una voz suave.

-¿Sí, Alison?- Se volvió hacia atrás, encontrándose con sus ojos. Sintió un escalofrío sin saber porqué, pero pensó que sería por el aspecto empobrecido de la mujer, así que no le atribuyó más importancia de la debida.- ¿Qué ocurre?

-Mi casa está por aquí cerca...m-me gustaría...pasar y echar un vistazo. Aún tengo pertenencias importantes.

-No.- Andy respondió por el, decidido.- No haremos paradas, y menos para recoger cosas. Da gracias a quien sea de que te hayamos recogido.

-¿Está muy lejos? -Preguntó Daniel.- Si no es así...podríamos hacerte el favor.

-¿De verdad? Sois buena gente, de verdad que sí.- Cruzó sus delgadas y huesudas manos contra el plano pecho, con actitud agradecida.

-¡Pero tío...! -Protestó Andy, frunciendo el ceño. Odiaba que Daniel tuviese la necesidad de ayudar a todo ser viviente. Lo odiaba de verdad.

-No hay peros, Andy. Si la mujer lo necesita, no podemos negárselo. ¿Recuerdas que en este mundo teníamos que ayudarnos? A esto me refería.

-Que te follen. A ti y a tu sentido de la justicia. Yo no me pienso bajar.- Se cruzó de brazos, con actitud amenazante.

-Como quieras, nadie te obliga.- Daniel era el único que no perdía los nervios contra Andy. Le costaba, pero lo soportaba. Tenía una paciencia de oro.

Alison los fue guiando por la red de casas que había en la zona. No eran muchas y la mitad parecían empobrecidas. Con las maderas hinchadas por la humedad, o varios agujeros en el tejado. Parecía la zona más pobre de toda la ciudad y ninguno de ellos había estado allí nunca.

-Esa es, esa es mi casa.- Señaló la mujer andrajosa cuando pasaron por una de color salmón, con las persianas echadas y el jardín hecho un desastre, la hierba había crecido sin control, dándole un aspecto salvaje y deshabitado. Había una manguera enroscada en la entrada, a Elliot le recordó a una serpiente enorme.

Bruce frenó, dejándola justo en la entrada. Ella se bajó y casi pierde el equilibrio al poder los pies sobre el frío asfalto, se dieron cuenta de que sólo llevaba uno de sus zapatos y también parecía en malas condiciones. Entró en la casa y se pasó allí un buen rato, la veían por la ventana, recogiendo algunas fotos y varios efectos personales.



-No te des la vuelta y actúa con normalidad, nos están viendo.- Alguien habló detrás de ella. Una voz granulosa, podrida.- Has traído a un grupo de gente muy grande, seguro que mis invitados se alegran de la compañía. Se acerca un gran festín, Alison.- Ella se limitó a asentir, para no levantar sospechas del grupo de Daniel, que por bondad, esperaban su turno para pasar por el corredor de la muerte.  

El último bocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora