Me llamo Laura. A mis 19 años, siempre me interesó la temática sado. La idea de poner mi cuerpo a disposición de otra persona me excitaba mucho, aunque nunca daba el paso para hacerla realidad.
Unas amigas, que acostumbraban a moverse entre la alta sociedad, me hablaron de una sala erótica, que organizaba sesiones temáticas todos los meses. Como sabía que me interesaba el asunto, me comunicó que, en breve, un evento de estas características tendría lugar.
-Se trata de una fiesta sado-me dijo. Se representará un espectáculo de dominación y exhibicionismo. Los asistentes, al llegar, se apuntarán como público o como exhibidos, y deberán presentarse sumisamente en un escenario cumpliendo lo que se les diga.
- ¿Cuánta gente asistirá? -pregunté.
-Suelen ir unas doscientas personas. Casi todos los asistentes son viejos verdes y babosos, mientras que los participantes son chicos y chicas jóvenes. La carne fresca siempre atrae a los pervertidos.
-Suena divertido. Bien, confirma que iré.
- ¿En qué categoría te apunto?
-Participante.
Así acabó aquella conversación, que luego saltó a otros temas. Pasaron varios días y, debido a otros asuntos, me olvidé de la cuestión por completo.
Una tarde, recibí la llamada de mi amiga.
-Mañana es el evento.
-Vaya, lo había olvidado. Buf, me está entrando mucho nervio. Quizá lo deje para otro día.
-No puede ser otro día. Tu día es mañana. Formas parte de una lista. Cinco chicos y cinco chicas. Si faltas, rompes el orden, y yo quedaré muy mal con el club.
-Está bien. Pero estoy aterrorizada.
-Se te pasará. Los otros están iguales.
Acepté lo que había convenido, pues había que cumplir la palabra, y dormí muy inquiera pensando en lo que me aguardaba al día siguiente.
Llegué al club a las siete de la tarde. La fiesta empezaba a las ocho. El local estaba en una zona de mucho dinero, y se veían trajes caros cubriendo a hombres y mujeres maduros, que hablaban y reían entre sí. Cuando entré, varias miradas me miraron obscenamente, especialmente el trasero, lo que me puso más nerviosa, y me hizo preguntarme qué hacía allí.
-Ya estás aquí-dijo mi amiga. Ven, te acompañaré al vestuario. Te darán todo lo necesario.
- ¿Vestuario? ¿Para qué un vestuario?
-Para salir al escenario. Todos los participantes vestiréis igual. Es como un uniforme.
-Pensaba que el evento sería más sencillo.
-Estás en un local erótico de nivel. Todo está mirado al detalle. Ven, es por aquí.
Pasamos a través de varios pasillos hacia el interior del local. En el camino, varios hombres volvieron a mirarme sin descaro, al punto de hacerme sentir muy incómoda.
-Estos tipos son unos salidos-dije.
-Por supuesto. Vienen a mirar, y tú a enseñar. Acéptalo.
Llegamos al vestuario. Era una habitación pequeña donde ya había otras chicas. Unas taquillas se encontraban pegadas a la pared. Las chicas se quitaban su ropa y se estaban poniendo otra cosa.
-Los chicos tienen otro igual al lado.
- ¿Qué tengo que hacer ahora? -pregunté.
-Desnúdate-me dijo.
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El club
Short StoryUna chica joven, de 19 años, se inscribe para participar en una fiesta de temática sado en una sala erótica.