Nuestro final

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Pondré un pequeño reto: "La primera persona que sepa cual fue mi frase favorita de este fic, se ganara un one-shot"

El Cielo de tonos azules y grises se preparaba para un fresco día de invierno, el frío del norte se filtraba en todo el bosque, la nieve brillaba con destellos cristalinos al tiempo que cubría con su fina capa a los árboles durmientes, en medio de éste ambiente invernal en un punto claro de ese bosque, una hermosa cabaña se abría paso, la madera se tapaba de aquel frío manto siendo un pequeño sendero de faroles los que iluminaban el bello caminito rocoso, donde en su interior, piñas de pino hermosamente decoradas con listones se encontraban colgadas en distintos niveles acompañados con estrellas de papel que te daban una cálida bienvenida.

—¡Hace mucho frío! —Alfred F. Jones, mejor conocido como el lobo del bosque, se adentró a la cabaña con un gran montón de madera para la fogata, la nieve llenaba sus orejas por lo que se sacudió esparciéndola en la entrada, dejando que el calor de su hogar comenzara a recorrer sus extremidades—¡Estoy en casa!

En cuanto advirtió de su presencia tres pequeños niños bajaron corriendo las escaleras de mármol, Alfred encantado dejó la madera en el suelo, abriendo sus brazos de manera que los tres pequeños lobos envolvieran a su padre en un gran abrazo de oso.

—Alexander, Anthony, Alice, ¡esperen!, su padre los va llenar de nieve... —Suspiró el chico que alguna vez fue llamado el Frío Conejo del Este, quien ahora caminaba divertido hacia los cuatro lobos que eran una maraña de risas, aún más cuando el mayor talló su helada nariz en las delicadas de sus retoños provocando risas que avivaban el calor del hogar Kirkland Jones. —Se los dije.

Con una gran sonrisa Arthur Kirkland se acercó a su esposo, quien encantado permitió éste posara un delicado beso en sus labios, el cual fue recibido con cariño y algo de diversión ante las quejas de sus tres hijos, que se separaron de su padre para jalar la ropa de su "madre" aclamando su atención.

—Si me hubieran advertido que los lobos eran tan posesivos me hubiera casado con un conejo. —Una sonrisa acompañada de una carcajada salió de los labios de la menor, muy contraria a la de su marido que lo miraba resentido, notándose en sus orejas caídas, pero antes de que éste le reclamara la loba más pequeña jaló la capa verde del conejo.

—¿Realmente no te hubieras casado con papá? —El conejo detuvo su risa para derramar una sonrisa cargada de amor y bajar sus brazos para tomar a la más pequeña de la camada, esos ojos verdes lo miraban llenos de curiosidad, Arthur no pudo evitar enternecerse y abrazarla con fuerza.

—No estoy seguro, pero sé que mi vida cambió desde que cruce mi mirada con Alfred. — Aún con la pequeña en brazos, decidió arrullarla con una nana, dirigiéndose al sofá frente a la chimenea, dejando espacio suficiente para que al bajar a la pequeña los tres lobos se sentaran en la alfombra frente a ellos. Alfred por su parte subió con calma a la habitación de sus crías, donde tomó muchos cojines y sábanas para lo que se venía a continuación.

Una vez que el alfa se colocó junto a Arthur los pequeños se acomodaron perfectamente para escuchar la dulce voz de su madre. — Tal vez mi vida hubiera sido diferente sin Alfred, seguiría siendo un conejo del este, tal vez viviendo una vida tranquila, teniendo tal vez muchos conejos rondando la casa y sintiéndome "completo".

Pudo observar a sus pequeños niños bajar las orejas creyendo que tal vez su mamá no era feliz con ellos, pero cambiaron su expresión al sentir el cálido tacto de su madre tocar sus cabezas

—Pero nunca cambiaría el haber encontrado con Alfred hace diez veranos, ni el que ustedes llegaran a mi vida hace siete inviernos. —Ahora los cinco integrantes de la familia se acostaron en la alfombra, Alfred y Arthur se abrazaban dejando a Alice en medio, permitiendo que los dos lobos mayores se colocaran a los lados de ellos.

—El encontrar a Alfred en ese cálido paraje me cambió de lleno, no sólo era el primer "depredador" que conocía, había algo en el que me atrajo como un imán, no sé si era su expresión de calma o si simplemente fue mi curiosidad, pero sé que cuando choqué con el cielo de sus ojos caí en un encanto. —La cachorra sonrió tontamente, levantando la vista para ver a su madre quien giró su rostro hacia el lobo, hallándose ahora unidos en los ojos contrarios. —Fue la primera vez que olvidé mi envidia a las aves por poder volar en un cielo tan azul, porque había encontrado el mío.

—Nuestra vida se volvió un lío, pero en ningún momento dudamos de que estar juntos era nuestro destino, no importaron las opiniones, las peleas o cualquier otra cosa, el lobo del bosque y el conejo del este quedaron simplemente encantado por el otro. —Un bostezo corto y otro largo se dejaron escuchar, Arthur bajó su vista para encontrar a los gemelos a punto de caer dormidos gracias al calor de la chimenea, una traviesa lagrima resbaló de los ojos del conejo, jamás pensó que ese lobo infantil ahora era parte de esa gran felicidad que llenaba su corazón y tapaba la infelicidad que alguna vez vivió. —Después llegaron ustedes, invadiendo nuestra vida como un huracán.

Los suaves ronquidos llenaron el ambiente, Arthur observó a su alrededor y se encontró con la imagen más linda que podía imaginar, en sus brazos junto con los de su amado descansaban sus pequeños, soñando con cosas felices, además que sus mejillas teñidas de carmín les daban viveza mientras soñaban felices. Arthur suavemente tomó la mejilla de su esposo despertándolo con amor, inmediatamente el cielo se unió con las esmeraldas, trayendo a su mente aquel hechizo que lo dejó encantado desde hace dos lustros.

En una muda indicación ambos cargaron a los pequeños en brazos, susurrando aquella canción donde les deseaban dulces sueños, arropándolos con dulzura y amor ambos besaron sus frentes, cerrando con cuidado su habitación dejando que visitaran el mundo de los sueños.

Alfred y Arthur eran no sólo sus padres adoptivos, eran sus protectores, una pareja dispareja que los había encontrado hace algunos inviernos, donde los dos rubios no dudaron en brindarles un hogar lleno de amor, risas y calor, los sentimientos que habían añoraron pero que ahora habían recuperado en un lazo más fuerte que los de la sangre, un lazo del alma y del corazón.

—Definitivamente no cambiaría éste final. — Tomó la mano de su pareja, acercándose a besar su mejilla, amaba a Alfred, amaba a sus pequeños, todo en su vida era perfecto y no podía desear un mejor final, pues ya lo era. 

Nuestro final feliz UsUk  (Wolf &Bunny)Where stories live. Discover now