Pagina III: Camelia roja

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Habían pasado cerca de cinco días desde que Osomatsu había ido a visitar a Karamatsu para agradecerle por el arreglo. Durante esos cinco días no había hecho otra cosa mas que dedicarse de lleno a estudiar el libro que su jefe le prestó sobre el lenguaje de las flores; por cada hoja que pasaba, mas se maravillaba de todos y cada uno de los significados que podían llegar a tener objetos tan simples como lo eran las flores. Por supuesto que tampoco podía dejar de lado su trabajo en la librería, por lo que sus lecturas ociosas eran más bien en su tiempo libre.

-Realmente te has obsesionado con esa cosa. -Akumatsu, uno de sus compañeros de trabajo, y con quien solía salir a fumar esporádicamente, le palmeó con fuerza su espalda haciendo que el pobre libro saliera disparado de sus manos, estrellándose en la repisa que tenia frente suyo.

-¡Fue por pedido del jefe! -Se defendió, molesto, mientras recogía el libro con cuidado, hojeándolo para cerciorarse de que no se hubiera dañado y mirando con enfado al otro. -A todo esto, a ti que te importa lo que me ponga a leer.

-Pensé que serias mas del tipo que se lee el Kamasutra o alguna guarrada como esa. -Se encogió de hombros, mirándolo burlonamente. -Además, si el jefe te pidió que leyeras algo así entonces me leeré la nueva saga romántica de estúpidos vampiritos que brillan para tener un aumento esta semana.

-Idiota. -Negó un par de veces, pero no evitó que una divertida mueca curvara sus labios.

-Déjate de mariconadas y ponte a trabajar. -Akumatsu revolvió sus cabellos para después pasarle una gran y pesada caja repleta de libros que necesitaban ser acomodados en sus repisas correspondientes. Osomatsu le sacó la lengua, como un niño enojado, mientras dejaba su preciado libro a un lado y tomaba el pesado cargamento que Akumatsu le estaba entregando.

Y así, pasaron otros dos días más, entre pequeñas lecturas y mucho trabajo. Osomatsu comenzaba a sentirse desesperado por alguna razón, mientras mas leía aquel libro más crecían sus ansias de regresar a la florería de Karamatsu y comentarle lo que había aprendido acerca de las que, con anterioridad, consideraba simples e inutiles plantas. El problema era que las editoriales parecían haberse puesto de acuerdo durante toda aquella semana ya que habían decidido mandarles nuevo inventario a montones.

Entre todos apenas y encontraban abasto, todos sus compañeros corrían de aquí para allá, acomodando sus secciones correspondientes para tratar de atraer la atención del mayor numero de personas posibles. Para mala suerte del de rojo, la sección de novela romántica, la que mas empeño necesita para ser decorada, ya se encontraba ocupada por una de sus compañeras quien había llegado aquel día con dos enormes jarrones decorados de diversas y hermosas flores como ornamenta para promover los libros de aquella sección.

-Mi suerte es una mierda... -Suspiró, viendo morir la única excusa que tenia para ir a ver a aquel peculiar florista.

-Si, al igual que tu sección. -Akumatsu le arrojó a la cara un trapo húmedo con el cual había limpiado el polvo de los estantes. -¿Qué se supone que es ESO?

-Arte abstracto. -Apenas y volteó a mirar su sección. Era un total asco, los libros ni siquiera estaban ordenados alfabéticamente y parecía que un niño de prescolar hubiera llegado y jugado con los libros como si fueran cubos de acomodar, dejándolo todo en figuras que no tenían ni pies ni cabeza. -Es la sección de auto ayuda y superación, nadie compra estas cosas de todos modos.

-No deberías subestimar los diferentes géneros de las obras literarias, Osomatsu. -El nombrado levantó la rojiza mirada, como si su cabeza tuviera un resorte insertado dentro de ella, mientras abría los ojos aun sin creer lo que estaba frente a él. -Eres un descuidado.

-¿Karamatsu...? ¿Qué haces aquí? -El de ojos azules desvió la mirada, algo cohibido, mientras le entregaba al mayor un pequeño ramo de flores de un intenso tono de rojo. Camelias, fue lo primero que pensó Osomastu al verlas mejor. -Gracias... aunque no entiendo el motivo del presente.

-Yo... me quedé preocupado con lo de tu gripa. -Bajó la mirada, siendo incapaz de mirar de frente y enfrentar la duda en los rojizos ojos del otro. -Vine a verte durante toda la semana, pero tu jefe me dijo que estabas muy ocupado y que si quería podía dejarte las flores con él, como un encargo, pero preferí esperar y dártelas yo mismo, después de todo había visto lo mucho que te estabas esforzando en terminar todos tus encargos y yo realmente quería darte algo especial por todo el empeño que habías puesto en tu trabajo, me parecía algo realmente admirable. Tu jefe tambien parece ser una buena persona, incluso me dio su numero para cualquier cosa que yo necesitara en un futuro, aunque eso último no lo entendí mucho

-Ese maldito viejo pervertido... -Masculló entre dientes para que el otro no pudiera escucharlo. -Realmente te agradezco por el detalle, Karamatsu, pero no tenías que molestarte.

-¡No hay problema! -Como si de magia se tratara la sonrisa regresó a su rostro. -Creo que... debo volver al trabajo... ¡Sigue esforzándote Osomatsu!

-¡Tu igual Karamatsu! -Y entonces ese momento incomodo en donde no sabes que más decir o que hacer para que las cosas simplemente continúen fluyendo.

-¡Ustedes dos! -Fue el gritó de Akumatsu lo que los saco de aquel trance en donde lo único que hacían era perderse en el color de las irises del otro. -¡Déjense de mariconadas y vuelvan a trabajar!

-Ese imbécil... -Osomatsu apretó los puños mientras comenzaba a maquilar en su cabeza la mejor manera de joderle la hora del almuerzo a aquel idiota que se las daba de chistosillo. Lo único que pudo sacarlo de sus pensamientos homicidas fue la fresca risa de Karamatsu resonando en la pequeña sección que le correspondía acomodar.

-Que agradable ha de ser tener compañeros con los cuales puedas convivir y trabajar. -Dejó salir un suspiro algo melancólico, aquella acción no fue pasada por alto por Osomatsu. -Debo irme ya.

-Te acompaño a la florería. -Se ofreció presuroso, pero el de azul negó suavemente, argumentando que tenía mucho trabajo aun reacomodando el desastre de libros que había hecho.

Siguió con la mirada la silueta del menor hasta verla perderse al adentrarse a la florería. Las camelias que había elegido realmente eran hermosas. Akumatsu le arrebató una flor a su pequeño ramo mientras se la colocaba rápidamente en el cabello, riendo con ganas y esquivando los golpes que Osomatsu le estaba lanzando por haber hecho aquello.

-¡Ahora eres toda una mariposa! -Osomatsu tomó el objeto mas pesado que pudo encontrar a la mano, el cual resulto ser un libro de algebra, y se lo lanzó con excelente puntería a la cabeza de aquel idiota. Durante toda su jornada de trabajo no se quitó, en ningún momento, la camelia que Akumatsu le había colocado en el cabello.

Notas de la autora:

Waaaaah el amor! :'3

Entre pétalos de rosas rojas y hojas con tinta azul.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora