Extraña sensación

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«En muchas ocasiones la persona que nos hace llorar es la única que puede consolarnos»

Me quede hundida en mis pensamientos mientras mi rostro era un mar de lagrimas, mis nalgas parecían el mismísimo infierno y por dentro, yo, sentía que me faltaba algo.

La puerta se abrió de golpe.

- Cámbiate rápido, nos están esperando. -Dijo Omar, pero yo no di respuesta alguna. Simplemente no podía hablar, ahora más que de dolor era de sentimiento.

«Me di cuenta demasiado tarde que no solo le daría el poder de tomar mi cuerpo, sino también mi corazón»

Traté de controlarme para hablar, pero cada que lo intentaba un nudo en la garganta me detenía. Él solo me miraba, y yo lo miraba, pero no era capaz de descifrarlo.

Sonó su celular. Por cómo contestó pude adivinar que se trataba de Laura. En ese momento me llene de coraje, la odiaba. Odiaba que tuviera a Omar. A mí Omar. Sentir esa rabia me ayudó a tomar coraje y hablar firme y claro.

Me puse de pie frente a él. -¡Vete! ¡Vete! Ya no quiero verte. -Y no pude decir más porque mis lagrimas cayeron y yo me incliné llorando mares.

El se inclinó también, con sus manos me alzó la cara y empezó a secarme las lagrimas. -Perdón. Creo saber porqué estás tan sensible pero quiero que me lo digas tú. -Dijo ahora con un tono entre confundido y comprensivo.

-No estuviste aquí para consolarme. -Dije llorando y aferrándome a él, a sus brazos; llorando en su hombro, ese hombro tan mío.

Me abrazó con más fuerza después de lo que le dije. -Siento que me consuelas por compromiso, pero no importa, me hace sentir bien. -Dije con voz apenas entendible.

Me separó de él, mientras me miraba directamente a los ojos. -Nunca haré tal cosa. -Hablaba mientras me acariciaba el rostro. -Eres mía y no pude quedarme, no es porque no quiera, ni por ocupaciones del trabajo, solo es que no puedo evitar estar contigo y verte así, tan indefensa, ofreciéndote completamente a mi, tan atractiva ante mis ojos, tan especial, tan única sobre todas las mujeres. La única que podría hacerme frente, superarme, la mujer que siempre deseé someter y hoy, al verte en ese estado, simplemente me hace sentir... -El ambiente cambió, sus ojos reflejaban algo que nunca había visto... - ¿Me quieres? -Interrumpí. -Sí. -Me respondió y mi corazón empezó a latir de diferente manera. -¿Te confieso algo? -Me dijo, cosa que me intrigó mucho y contesté de inmediato -Sí.

Esperé a que él hablara sin dejar de observar el movimiento de su rostro, algo en él y en mi había cambiado. Pero no podía entender que era.

-Siempre viene a mi mente el día que te conocí, no eras más que una simple estudiante. Muy bonita, debo confesar. Así como inteligente y decidida. Desde ese día  supe que llegarías muy lejos. Inclusive más que yo, por eso te alejé. Y no fue porque te tenía envidia, no, solo era que te faltaba ese empujón para crecer más, esa motivación para superarte aún más a ti misma y explotar todo ese potencial. Nunca olvidaré el día que te insulté muy fuerte, y no por eso sino por el hecho de que cuando cruzaste por esa puerta, deseé poseerte. Deseaba que fueras mía, deseaba poder castigar ese trasero tan provocador. Dominarte era mi objetivo, y pude hacerlo en ese momento. Pero no lo hice, ¿sabes por qué? Porque si lo hacía tú no hubieras logrado lo que conseguiste hasta hoy, pero créeme que desde aquel día nunca pasó tan solo uno en el que no pensara en ti, imaginándote sobre mis rodillas, pegándote hasta que me doliera la mano para así recurrir a cualquier instrumento y ver cómo este se va marcando en tus nalgas, escuchar como me ruegas que pare, como te disculpas, pero lo que más me mataba era imaginarte llorando, sobándote con las manos tu trasero castigado  sin poder mitigar el dolor. Simplemente...

Un silencio profundo invadió la habitación, yo me quedé sin palabras, pero me sentía extraña.
Sabía que algo en nosotros cambiaría ese día, pero a decir verdad no sabía qué...

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