Una guerra entre figuras

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CAPÍTULO 4:

-¿Cuánto queda?

Árboles como titanes se alzaban frente a ellos, engullidos por enredaderas mustias y de aspecto amenazador. No había ningún animal a la vista, pero,sin embargo, se apreciaban fácilmente múltiples sonidos provenientes de las copas de los árboles, las cuales no parecía tener fin.

Bueno, aquel sitio, en general, no parecía acabar nunca.

-¿Te han dicho alguna vez lo inaguantable que eres?-graznó en el oído derecho de Owen-. Pareces un niño pequeño.

-Creo que deberíamos discutir quien es más insoportable de los dos-. El cuervo clavó sus garras en el hombro de Owen, quien, tras hacer una mueca de dolor, le empujó hasta librarse de él.

El ave se puso a revolotear alrededor de Neón. Pero, tras intentar ser mordido y coceado, se posó en el cuerno de la silla.

-Todavía no me has dicho tu nombre- anunció Owen.

-Ni tu el tuyo- si quiera se giró para mirarle, seguía absorto en la inmensidad de aquel oscuro bosque-. Pero a jurar por lo que pone en la silla, diría que te llamas Owen.

¿Sabía leer? Ni si quiera él sabía. Fue su padre quien puso su nombre en la silla.

Afirmó con la cabeza.

-Soy Axel-. Ahora sí se giró-. Dime, ¿por qué tienes tanto aprecio al colgante? ¿Significa algo?

Un recuerdo asaltó a Owen: Su padre y él sentados en el tejado de su casa. Arrebujados en sus sucios y agujereados abrigos, tendidos bajo un cielo despejado y bellamente estrellado.

Su padre le tendió la mano, donde, en la palma, había una extraña figura que sobresaltaba en la oscuridad de la noche. Consistía en un una piedra azul- la cual parecía mostrar el fondo marino- con una línea negra en medio, rodeada por madera tallada.

-Owen,-empezó a decir su padre, aunque parecía costarle pronunciar las palabras- Cuando estés perdido, en peligro o en la oscuridad de la noche y no sepas que hacer, el colgante te ayudará. Solo tendrás que saber pedírselo.

Su padre le dio un abrazo. Parecía estar a punto de ponerse a llorar.

-Owen,- susurró en su oído- recuérdalo siempre: él te ayudara.

Dos días más tarde, en una mañana invernal, su padre fue hallado muerto en la plaza del pueblo.

-¡Owen!-grito el pájaro.

-¿Qué pasa?- intentaba guardar la calma, no podía permitirse perderlo.

Aunque, pensándolo mejor, fue Axel el que le propuso el trato. ¿Será que él no puede cruzar solo el bosque? ¿Qué nadie puede yendo solo?

-¡Cuidado!

Owen echó la mirada al frente, donde en medio de un mini-claro, una bola más negra que la noche más oscura, flotaba frente a ellos. Hizo frenar a Neón.

Axel murmuró algo por lo bajo.

-¡Retrocede, retrocede!

Owen le hizo caso. Mandó a Neón dar la vuelta y galopar como si no hubiera otro día. Lanzó un rápido vistazo hacia atrás.

La bola se había marchado.

-No está-dijo mirando a Axel con una mueca de preocupación.

La bola apareció frente a ellos, otra vez.

Axel murmuró algo por lo bajo, otra vez.

Pero en esta ocasión, la bola parecía crecer por momentos. Le salían bultos por todos los lados, como un reptil intentado salir del huevo.

-Hay alguien atrapado ahí-anunció Owen-. Tenemos que ayudarle.

Se bajó del caballo con tal velocidad que Axel no tuvo tiempo de articular palabra.

Axel voló hasta ponerse de frente a Owen.

-Tenemos que irnos. Intentar escapar. Ahí no hay nadie.

<<Men…ti…ra…>> Dijo una voz siniestra que hizo que ambos se estremecieran.

La bola explotó en un haz de luz que impidió ver a Owen y Axel.

Cuando por fin recuperaron la vista, no había bola alguna, sino una figura sin rostro, enfundada en un manto ajado y siniestro. Alzó los brazos en un movimiento febril y oscuro. Una corriente de aire pasó rodeándoles a ambos, susurrando algo que Owen no fue capaz de entender.

Axel salió volando, pero cuando estaba a punto de perderse entre las infinitas  copas de los árboles, una rama se enroscó en su cuerpo, dejando las alas totalmente inmovilizadas. La rama lo atrajo hasta la figura sin rostro.

Owen recordó las palabras de la lavandera. <<Si sigues, morirás>>. Pero no se arrepentía de haberlo intentado.

Otra explosión de luz impidió ver a Owen lo que ocurrió a continuación. Solo pudo ver, borroso y de mala manera, como una figura salía de entre los árboles y se lanzaba a por la figura sin rostro.

 

Aurora, un alma pura ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora