Cap 13- Esa silueta

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Cap 13- Esa silueta

Natalie:

Por fin había llegado el gran día, hoy sería su esposa. Hoy enterraría de una maldita vez los fantasmas que tanto me persiguen y atormentan dia a dia. Mi vida nunca había sido fácil, pero William había sabido darme la tranquilidad y el apoyo que tanto necesitaba.

Al salir a su encuentro y ver su rostro lleno de felicidad, supe que era la mejor decisión de mi vida. Marcos por otro lado me veía lleno de reproche.

¡Yo tenía derecho a ser feliz! ¿Qué es lo que me reprochaba, que mi vida siguiera cuando la de Leo no? No fue por culpa mía, esa fue decisión de él.

No permitiría que me afectara, no arruinaría mi día.

Las palabras de mi ahora esposo fueron un ungüento para mi alma rota. Me prometía hacer todo lo que fuera posible porque fuera la mujer mas feliz del mundo. Lo que él no sabía, es que ya era esa mujer.

La recepción fue algo pequeña, los invitados eran básicamente nuestros hombres de confianza. Los enemigos allá afuera me creían muerta y así debía de seguir, no había necesidad de sacarme de la tumba.

Los días pasaban y mi felicidad se hacía cada vez más inmensa.

Las tardes las pasaba en el jardín leyendo o plantando flores, mi nueva pasión. Era fascinante sentir la mirada de mi esposo observandome con amor e idolatría desde su despacho.

No solo era su mirada lo que me distraía, si no una fuerte energía que provenía del jardín. No eran todas las tardes, pero cuando la sentía era desconcertante. Estaba segura que alguien me observaba desde allá, pero las veces que me levante a buscar quien era, no había nadie.

Una tarde que Marcos fue a verme lo volví a sentir una vez más. Trate de disimular, debía fingir ante él. Una vez que se fue me dirigí hasta ese lugar y pude ver la silueta de un hombre perderse por los arbustos.

Mi Corazón se aceleró y mis manos comenzaron a temblar sin control. ¿Quién era ese hombre y por qué se escondía? No me preocupaba el que se escondiera, porque sabía que no profería ningún tipo de amenaza, ya que se subió al mismo auto en el que iba Marcos.

Esa figura, ese caminar era tan familiar para mi que no podía respirar. Debía estar soñando, no podía ser real. Todo era creación de mi imaginación, de mis deseos y... miedos.

Ya llevaba algún tiempo creyendo que alguien me observaba y eso me hacía ver lo que no era.

Pero si ese fuera el caso ¿Porque no podía respirar? ¿Quién era? ¿Porque causaba esta sensación en mi ser? Mis lágrimas corrían por mis mejillas sin yo percatarme de ello. Debía regresar a casa, era lo más sensato, lo más prudente, pero no podía. Mis pies se alejaban de la casa, caminando al lado opuesto sin que yo pudiera tener control de ellos.

Necesitaba saber quién era él, para salir de dudas.

El auto se puso en marcha y mis pies empezaron a correr. No había tiempo que perder. Mi pesado vientre me detenía un poco, pero no lo suficiente como para no llegar al último carro de la caravana. Me subí sin que ellos se lo esperaran y voltearon a verme confundidos. Aunque estaban felices de verme, se pusieron nerviosos al imaginar lo que pediría.

-¡Natalie! - dijeron nerviosos. Los reconocí inmediatamente como hombres fieles a mi.

- Sigue a Marcos - ordené decidida

- Lo siento Natalie, aunque me da mucho gusto volver a verte no podemos hacer eso. Marcos nos mata... - decía más nervioso que yo el hombre cuyo nombre no me recordaba. Aquí la jefa era yo y lo interrumpí a la vez que le quitaba su pistola. Se la puse en la espalda y hablé una vez más.

Enseñame a Olvidar II: volver a nacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora