Este capítulo tiene 2096 palabras.
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I.
-Tienes que sumar... -frené mis palabras cuando un olor a tabaco inundó mis fosas nasales. Giré la cabeza buscando a mi amigo, quien se encontraba tumbado en mi cama con un cigarro entre los labios- Maldita sea Daniel, sabes que aquí no –le recordé algo que él debería tener muy presente cuando se encontraba en el interior de mi casa.
-¿Qué? Tu madre no está. No es como si ella fuese un radar y llegase hasta tú jodida habitación en cuanto el humo tocase el techo–intentó burlarse, pero había dado en el clavo. Mi madre estaba totalmente en contra del tabaco y odiaba el hecho de que este mismo fuera mi vicio. Rodé los ojos, cerré el libro que tenía frente a mí y me levanté de la silla para lanzarme junto a mi mejor amigo, haciéndolo a él rebotar-. Una cita primero, ¿no? –siguió bromeando y solté una pequeña risa.
Daniel, desde muy pequeños, había sido el divertido de los dos. Su humor solía ser cansino, pero sabía como despertar al niño que aun quedaba en ti. Por mi parte, mi humor era todo lo contrario al suyo. Era una persona más fría, quizás seria. Pero a su lado, a veces, esa faceta desaparecía. Era una persona directa, no me gustaba perder el tiempo. No me daba miedo decir qué pensaba siempre y cuando no me dañara a mí. Daniel, por mi contrario, se reservaba todos los comentarios y opiniones para nosotros. Su teoría de que es la vida la que debe lanzarte piedras y tú esquivarlas, era una excusa de su tremenda ignorancia sobre esta misma.
-Anda, trae –agarré el cigarro y lo llevé hacía mis labios. Exhalé el humo y cerré los ojos, relajando mi sistema. Noté como todo el humo se expandía por mi cuerpo dándome la mayor sensación de placer. Inhalé el aire a la vez que mi amigo volvía a agarrar el arma casi consumida. Es irónico como lo que más nos relajaba, nos mataba al mismo tiempo.-¿Qué piensas hacer cuando apruebes? –preguntó Daniel acabando con el silencio que se había creado entre ambos. Nuestros ojos se habían mantenido fijos en las pegatinas de estrellas luminosas que decoraban mi techo desde tiempos inmemorables. Tiré del flequillo hacía atrás con fuerza, suspiré y cerré los ojos ordenado mis pensamientos. Finalmente encogí de hombros.
-¿Y tú? ¿Seguirás aquí? –me interesé yo estaba vez. Una risa sarcástica brotó de los labios de mi castaño amigo.
Para Daniel esto de tener que hacer un examen para entrar a una universidad no le estaba resultando nada fácil. Él siempre fue ese tipo de chico que trasnochaba, venía al instituto para dormir, pelear y, de vez en cuando, mantener relaciones en los baños. Nunca le importó el rumbo de su vida y mucho menos todo lo relacionado con los estudios. Hasta hace unas semanas. Cuando, borracho, vino hasta mi casa suplicando que le enseñara algo para que él no pudiera hacer el ridículo. Le daba mucho miedo el futuro y era incapaz de admitirlo.
-Necesito este lugar –pausó, pensando sus próximas palabras y una sonrisa de lado se dibujó en su rostro-, pero Búfalo no me necesita a mí.
Otra de sus notables facetas era el pesimismo, la negatividad. Él odiaba la vida. Su vida. Por eso se auto-destruía noche tras noche entre alcohol y drogas. Nunca le había importado desaparecer, pero a su vez Daniel disfrutaba de los placeres de vivir. Era una continua bipolaridad que solo conmigo podía dejar a la luz. Admito que me daba pena, yo no podía hacer nada por él. Solo ayudarlo a tomar un camino fácil y con más posibilidades. Aun que la palabra fácil no entraba en su vocabulario.
-Venga –me incorporé en la cama y agarré su brazo para que imitara mis movimientos-, continuemos con esta mierda.
Era demasiado tarde como para que mi madre aun no estuviera en casa, su trabajo no le permitía verme demasiado. Pero, ¿quién era yo para no aprovechar la oportunidad de estar solo? Una sonrisa pícara se dibujó en mi cara cuando la chica rubia de la noche anterior decidió hacerme una visita. Pero esta lujuriosa idea desapareció cuando mi mejor amiga me mandó otro mensaje pidiendo, por favor, venir a verme. No había elección, tenía que dejar que Kaya viniera a casa e ignorar a la asegurada diversión que mi mente y cuerpo necesitaba.
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Infierno Helado (TERMINADA en edición)
Teen FictionMe mandaste al infierno, y es por eso por lo que ahora te beso. Tu lengua quema pero, seguro la herida duele menos que la cicatriz de este corazón roto. Hablo del mío, porque apuesto a que tú helaste el tuyo. --------- Un grupo de edades entre 17 y...