Pulsera

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El día de muertos había pasado, contando con la bendición de sus antepasados Miguel Rivera quería dar el siguiente paso, decírselo a su familia, su papá y mamá fue muy fácil, es más hasta lo felicitaron por qué al fin se acepto cómo era, pero con los demás integrantes de la familia no sería tan fácil llegar y decir "soy gay" sin que lo llevarán a un psicólogo a escondidas de sus padres.

— Ma — Estaban cenando y Luisa dirigió la mirada a su hijo. — Pronto será mí cumpleaños... —

—¡Oh cierto! — dijo su padre como si se le hubiera olvidado, más bien se le olvido. — Cumples 15 ¿Quieres un vestido? — Obviamente su padre estaba bromeando por qué soltó una pequeña risa, Miguel le siguió el juego. —Jajaja, color rojo por favor—.

Hubo risas por los comentarios anteriores. — ¿Y chambelanas? — dijo su padre siguiendo el juego. — Hay papá — sonrió Miguel.

— Bueno, bueno ya ¿Qué quieres para tus XV? — pregunto Luisa dándole de comer a su niña. — Bueno... Quiero tratar de arreglar las cosas con los demás... — hubo un silencio. — ¿Estás seguro mijo? — dijo su papá, el mexicano asintió. — Son mi familia, tarde o temprano tendrán que aceptarlo — dijo Miguel.

— ¿Vas a invitar a Hiro? — pregunto su madre. — ¿Crees que tenga amigos? —.

— Tiene, pero están en Japón... Pero creo que dijo que iban a venir a verlo por las vacaciones del semestre o algo así — dijo Miguel. — Bueno si las fechas conciden puede invitarlos si quiere — dijo Luisa, lo cual asintió con una sonrisa en el rostro.

...

Al mediodía Miguel camino a su antiguo hogar, suspiró cuando estuvo frente a él y comenzó a caminar, el ambiente se sentía tan diferente. — ¡Mi niño! — Miguel reconoció la voz de su abuela quién de un momento a otro se acercó a él y lo abrazo.

— Abuela... — se separó un poco incómodo por el contacto tan repentino. — Vengo a invitarte a mi fiesta de cumpleaños... Cumplo 15 y... Bueno... Quería arreglar las cosas—

—¿Dejaras de juntarte con ese maricon?— pregunto mamá Elena con una pequeña esperanza de que su nieto dijera que si. —El va a estar invitado— a mamá Elena se me borró la pequeña sonrisa. — ¿Pero...?—.

Miguel no escucho lo que le dijo su abuela, ya que vio un auto detenerse en la casa de Hiro y corrió para allá, dejando a su abuela con unas ganas horribles de querer golpearlo por desobedecerlo.

Vio que los amigos de Hiro salían del auto, junto a ellos estaba Hiro, Miguel concluyó que hablaban en su idioma natal ya que no les entendía nada, entonces se acercó. —¡Jiro! — y el mencionado volteo a verlo, y se le dibujo una pequeña sonrisa en el rostro. — Miguel — y los abucheos de parte de Fred se hicieron presentes.

— Bueno Miguel ya los conoces... Son mis amigos —.

Se acercó la rubia, la que Miguel recordaba como Honey Lemon o... ¿Era Gogo? — Vaya ya veo por qué Hiro de enamoró de ti, eres un chico muy lindo... Si recuerdas como decirme ¿No? —

— Ammm... ¿Gogo? — dijo Miguel obviamente dudando de su respuesta. — Soy Honey Lemon — sonrió.

— Bueno... Yo solo venía a hablar con... Jiro... — dijo ya algo nervioso.

— Dime Miguel—

— Mi cumpleaños será pasado mañana y bueno... Quería decirte si quieres ir... Puedes llevar a tus amigos, mi mamá dijo que podían venir si las fechas conciden —

— Claro que iremos —

...

La fecha llegó, Miguel suspiró cuando fue de mañana, se dirigió a su tocador para empezar a arreglarse un poco y fue cuando vio la pulsera y la tomo e tres sus manos.

...

La hora llego, algunos amigos de la escuela del músico asistieron, la famila asistió, todo parecía paz y felicidad hasta que los japoneses llegaron.

—¡Se multiplican! — exclamó mamá Elena, aquí empezaba el reto para Miguel, el cual llevaba un pantalón de mezclilla, una playera "x" pero eso sí un suéter, que se le bajaban fácil las mangas.

Hiro llevaba lo primero que encontró, pero eso sí, jamás faltaba la pulsera en su mano derecha. Miguel se acercó a Hiro, el cual recibió un abrazo por parte del japonés.—Feliz cumpleaños— los demás amigos de Hiro se unieron al abrazo y unos cuantos segundos después se separaron. — Por allá esa el refresco y la botana, hay pa lo que les ofrezca — dijo cortésmente Miguel.

— Gracias chico — hablo Wasabi. — ¿Un vaso de refresco? — está vez hablo el papá del cumpleañero. — ¿Cómo se llaman? —.

Los chicos empezaron una plática agradable con los padres del cumpleañero. Los chicos jugaban fútbol (Hiro era malo ya que los deportes no eran su fuerte).

La fiesta siguió lo más normal posible, hasta que empezó lo que los mexicanos conocían como batucada, los amigos del cumpleañero empezaron con el baile, los adultos como apenas eran nuevos en el mundo de la música solamente se quedaron viendo a los chicos bailar, el cumpleañero no sabía qué hacer muy bien en eso, ya que igual era nuevo.

El japonés se acercó y lo tomo de la mano izquierda. — No estés de amargado en tu cumpleaños—.

— Pero yo no sé hacerlo — replicó Miguel. — Yo tampoco pero se ve divertido —.

Hiro llevo a Miguel y trataron de bailar lo mejor que pudieron ya que no sabían muy bien ninguno de los dos. Los invitados se veían divertidos (a excepción de los adultos que solo los veían).

Llego el baile en pareja, y la pareja principal trato de imitar a las demás.

— Somos muy torpes — río Miguel, pero más por nervios de estar tan cerca de el. — Si algo... — dijo Hiro igual de nervioso. — Tu familia nos ve feo — dijo mirando alrededor. — Qué raro no... —.

La música cambiaba de ritmo, hasta que llegaron a la conocida bachata, aquel baile que se cree romántico. Pues al menos para esta pareja si lo era, intentando imitar los movimientos de las parejas que los rodeaban terminaron muy juntos, tenían su frente pegada a la del otro. La familia de Miguel estaba poniendo el grito en el cielo casi, casi.

Hiro entrelazó su mano derecha con la izquierda de Miguel y las elevó a la altura de los hombros, ambos veían los labios del otro y de pronto el mundo a su alrededor dejo de existir, solo existían ellos dos.

La manga del mexicano cayó por la gravedad, y se dejó ver aquella pulsera multicolor que ahora adornaba su muñeca izquierda, pero Hiro no le puso gran atención ya que estaba tan concentrado en sus labios, y pasó lo que tenía que pasar. Ambos juntaron sus labios en un cálido pero torpe beso y el mundo seguía sin existir para ellos.

Pasaron unos segundos cuando se separaron y se dieron cuenta de lo que pasaba a su alrededor, la música no había parado, a los chicos no podría importarles menos aquel momento, pero fueron los adultos, (específicamente mamá Elena) la que se metió entre la bola de gente y saco a la pareja y separó su agarre se manos.

— ¡Mamá! — hablo Enrique llendo hacia ella. — Solo es un beso y una pulsera —.

— Un beso y pulsera gay —.

— ¡Si soy gay! ¿¡Y qué?? —.

Havana (Hiroguel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora