Provocación

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«Pensándolo bien no era tan egoísta y malo como creía, tenía lo suyo. Vaya que lo tenía»

Lo abracé fuerte y duramos unos 5 minutos sin soltarnos.

-Te quiero, Omar. -Le dije abrazándolo más fuerte hasta soltarlo. -Tengo que ir a la clínica, no puedo faltar mas. -Proseguí, y lo solté. Él no dijo nada, solo se quedó ahí observando mientras me cambiaba.

«Quisiera saber qué piensa, como me mira, porqué me mira. Quisiera saber tantas cosas de él; conocer sus gestos, lo que más le gusta, que le molesta y mucho más. Pero la verdad es que no se nada, y tampoco se si algún día llegue a conocerlo así»

Me fui y él no dijo nada, pero de tanto trabajo pendiente que tenía, absorbía toda mi atención.
Cuando llegué a la clínica mi concentración estaba en todo lo que tenía que hacer, hasta que tuve que sentarme y maldecía en mis adentros a ese hombre. Pero a la vez, en mi mente empecé a recordar cada detalle del castigo anterior. Mi mente divagaba y sentí como mis bragas empezaron a humedecerse. Empecé a ponerme roja, creo que a veces mi cuerpo me juega pesado y demuestra lo que siento. Tenía vergüenza, aunque nadie supiera, al estar en un lugar público y en esas condiciones sentía que todos me observaban. Sin duda nuestra mente es malvada con nosotros.

El día transcurrió pesado y ocupado, cuando uno estudia medicina piensa dedicarse 100% a las cirugías, pacientes y así. Pero en realidad, al tener una clínica, es más el trabajo administrativo y delegar las consultas o cirugías a alguien más. Y eso, en muchas ocasiones, es triste.

Cuando por fin terminé todos los pendientes me di cuenta que ya eran las 9 de la noche. No sé cómo se me fue todo el día, pero estaba demasiado cansada. Y lo peor era que al llegar a casa no me salvaría de los reclamos de Leila, pidiéndome una explicación que no tengo ganas de darle. Aunque la entiendo, no regresé a dormir y ni si quiera me acordé de avisarle. Ese día mi mente solo estaba concentrada en el dolor de mi trasero.

Quiero verlo.

Aunque en verdad me duele mucho, en mi mente el solo recordar cuando me castiga me hace desearlo. Tengo que provocarlo.

Llegué a mi casa, por fin, y como lo había imaginado: Leila en cuanto me escuchó entrar empezó a regañarme.

-COMO ES POSIBLE QUE NI SI QUIERA PUEDAS HACER UNA ESTÚPIDA LLAMADA PARA NO ESTAR PREOCUPADA???!!!!! -Decía mientras caminaba hacia mi gritando a los cuatro vientos. Cuando ya estuvo cerca me abrazó y susurró al oído -¿Y cómo te fue con él?

¿Qué? Espera, ¿Qué? ¿Cómo diablos puede...?

Empecé a ponerme nerviosa, ¿Cómo puede ser que ella sepa algo? ¿Qué clase de brujería hace esta mujer?

-Es de muy mala educación y gran falta de responsabilidad hacer eso con las personas que te cuidan -Dijo una vos que me heló por completo el cuerpo, empecé a temblar. -Por cierto, que bonita casa tienes, querida. -Mi corazón palpitaba, él estaba aquí. No me extraña que supiera dónde encontrarme. Pero, ¿Qué habrá dicho? Debo dejar de preocuparme, tenemos un acuerdo y él no puede decirle nada a nadie.

-Tienes que hacer tu maleta, por cierto Leila tiene vacaciones desde ahora. Ya le pagué yo y también reservé un hotel en Miami, vaya que se lo merece; lidiar con una persona como tú es difícil.

Estoy confundida y no entiendo nada, ¿Qué hace él aquí creyendo que puede mandar adiestra y siniestra en mi hogar?
No, no puede, pero a decir verdad, no me animo a contradecirlo. Ni si quiera a preguntarle. Así que lo miro fijamente esperando a que él me explique algo más.
Pero nada.

Leila fue a su habitación, supongo que a agarrar sus cosas para irse. ¿Qué voy a hacer sin ella? ¿Por cuánto tiempo se irá? Eran tantas preguntas. Odiaba no saber las cosas, lo odiaba.

-No entiendo nada. -Fue lo único que dije. En mi mente formulé la pregunta con un tono autoritario, pero en realidad fue lo contrario. Él sabe que yo odio no saber las cosas, no estoy acostumbrada a eso.

-Lo sabrás en unos momentos.

Leila apareció con su maleta, él se acercó y le dio unas instrucciones; diciéndole que en todo momento un chofer estará disponible para llevarla a donde quiera ir. Ella agradeció, se miraba tan feliz que yo solo me alegré por ella y aunque no entendiera nada, fui a abrazarla.

-Disfruta mucho bonita, sé muy feliz y pásatela de lo mejor. -Le dije mientras la abrazaba y ella solo agradecía mientras nos separábamos. Le agradeció a Omar y se fue, ya que el chofer había entrado para llevarla al aeropuerto.

-Alguien no va a disfrutar tanto. -Me susurró al oído, haciéndome temblar. Estábamos solos, yo no entendía nada. -Irás conmigo, tengo un departamento preparado para ti en España. Leila estará fuera -¿Cuánto tiempo? -Interrumpí. -Lo suficiente para que aprendas a saber que tienes que respetar cuando alguien está hablando. -Dijo acercándose a mí algo molesto. -Aprenderás a ser más responsable y educada. - ¿Y quién nos ayudará, a caso tienes gente en ese apartamento? -Ah, querida, también tendrás que atenderme a mi. Pronto te daré un horario de comida y como me gusta que limpien el lugar.

No quería. Pero tampoco podía contradecirlo, no me animaba. La verdad es que si algo odiaba era tener que hacer cosas como ama de casa. No se me daban.

-No se cocinar, tampoco limpiar. Si vamos a ir tienes que contratar a alguien.

Él se rió.

-Aprenderás. Por tu bien y el de tu trasero aprenderás. Y apúrate en alistar tus cosas, deja ya de hacer preguntas que no voy a responder. Te espero en el auto, tienes máximo 10 minutos para llegar si no quieres que suba yo por ti. Y créeme, no vas a querer.

Habían pasado ya 5 minutos y yo aún no estaba lista, no sabía que llevar. No sabía nada. Estaba bloqueada. Nunca me a gustado no saber las cosas, al contrario, me gusta saber todo el contexto al 100%. Empecé por guardar ropa interior, pantalones, blusas, etc. Lo común. Cuando estaba por alistar los perfumes y cremas para el cuerpo miré que faltaban 3 minutos. Entonces me decidí, tengo que provocarlo. Ya lo había pensado antes, es momento de hacerlo. Así que me tardé aún más esperando a que él viniera.

Alguien abrió la puerta de una y la cerró fuertemente, provocando que hiciera mucho ruido al impacto.

Estaba el ahí, mis ojos se abrieron al ver que tenía en su mano derecha una paleta de madera grande con agujeros. Temblé, empecé a llenarme de miedo. -No se porqué me busco este tipo de problemas yo solita- Nunca me había pegado con eso pero ya había leído antes que dolía mucho, inconscientemente empecé a dar pasos hacia atrás. Empecé a sudar. Pero no podía hablar, mi mente solo tenía la atención en el artefacto que traía en sus manos. Mientras él me observaba, sin decir nada solo viéndome fríamente. No expresaba sentimiento alguno en esa mirada. Eso me ponía más nerviosa.

-Quiero que vengas y pongas tus manos sobre la pared ahora mismo. -Ahí estaba, la orden que tanto esperaba pero que tenía miedo de recibir. Siempre me ponía así momento antes de ser castigada, arrepintiéndome en mis adentros de provocarlo...

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