15|No creo en la magia, sino en el poder.

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Entre la emoción, la duda y los nervios no había otro semblante más que el de ansiedad en la cara de Mel, hace un rato habiendo recibido un mensaje de confirmación de parte de Eiden, ahora estaba en marcha para salir a su inesperada invitación.

Ya se había vestido como solía hacerlo, acorde a su personalidad y gustos, un jean y una camisa rosa suelta, hacía una tarde por primera vez de tantas no tan fría y optó por dejar sus brazos sin abrigo.

Dirigiéndose a la cocina escuchó el carraspeo proveniente de la garganta de su madre.

—¿A donde señorita?

—Te dije mamá, malteadas.

—¿Con quién? —decía intuyendo en su instinto de madre algo diferente.

—Quienes—, le corrigió en una mentira—, amigos de la escuela.

Por supuesto que no le diría que era solo un chico, y una cita, saldrían las largas conversaciones con su mamá que prefirió ahorrarse.

—Está bien.

Se sentó en la isla de la cocina.
—Aún no me voy.

—¿Te preparo cena para cuando vuelvas?

—No, tranquila.
Se observaron esperando algo.
—Sabes, anoche soñé que iba caminando alrededor de muchos girasoles, y había un amanecer hermoso —.Contó soñadora Melanie.

—¿Si? —dijo su mamá apoyándose a la isla, sonando atenta.

—Si, lo sentí muy real.

—Bueno, los girasoles representan felicidad —.Su hija sonrió —¿No has tenido más sueños que se hacen reales?

—Ah... —su teléfono sonó.

Era Eiden para avisar que estaba abajo.

Dejando todo en manos del destino, tomó su cartera emocionada, tendrían una tarde/noche a solas para hablar mucho, se despidió de su madre y bajo aprisa, al montarse en el auto notó la fragancia a perfume masculina que empregnaba como la primera vez que se había montado.

Solo se limitó a saludar ya que sabía acerca del contacto físico y la incomodidad de Eiden.

—¿Cómo estás? —dijo Eiden una vez que ella se abrochaba el cinturón.

—Excelente.

La brisa los acompaño en el camino de ausencia de palabras, era extraño ya que no les parecía incómodo, llegaron al lugar y bajaron, Eiden le abrió la puerta del coche y ella sonrió por el gesto, cuando bajó, él abrio la puerta trasera y sacó un pequeño ramo de girasoles envueltos en papel marrón.

—Son para ti... —Sonrió dandole el ramo que había escondido en la parte trasera del vehículo.

—¿Qué? —lo tomó en sus manos y su expresión infinita era indescriptible, la tonalidad roja fuego de sus mejillas, la alegría desbordante y la ternura en el brillo de sus ojos hicieron entender que era un buen presente —.Gracias, que lindo —dijo bajo, él sonrió y se adentraron al sitio.

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