Sin elección

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«Y es que yo, que soy tan experta en descifrar los gestos de las personas, la mayor parte del tiempo con él no puedo leer lo que sus ojos están hablando.»

No dejo de observarlo; lo que provoca que me llene mas de miedo. No sé que clase de poder tiene que logra intimidarme con tan solo verme. Y luego su sonrisa, ¡maldito! Yo sé que el sabe como me pone cuando se porta así. No solo mi trasero es el que cambia de color, también yo. Y es que, tiene tanto poder sobre mí. No sé cómo logró conseguirlo, lo único que sé es que estoy en una situación difícil: Se que él no es mío y jamás lo será, lo supe desde el principio, yo nunca quise una relación con él porque sabía la clase de hombre que era, pero hoy, simplemente me mata el solo pensar que un día dejaré  de verlo. Qué será la última vez que me tope con esa mirada tan dominante, con esa voz que me provoca escalofríos, con esas manos, con esa piel. Simplemente no me imagino ya sin el, y no creo que nadie en un futuro pueda tomar su lugar. Y eso me asusta, en verdad me asusta, ¿Qué papel juego yo en esto? La verdad no se. No soy protagonista y esto mucho menos es una historia de amor. Simplemente termino siendo la mala mujer que desea al esposo de no sé qué tantas mujeres, estoy cayendo más bajo de lo que siempre me prometí no caer cuando salí de mi hogar y todo porque yo sola me metí en lo que no debía, dejé que un hombre me tomara como si fuera un objeto cualquiera. Pero a quien quiero engañar, si esto es lo que deseé por mucho tiempo. Esto y a él...

El ambiente estaba demasiado tenso y yo lo sentía cada vez más cerca, cuando me miraba parecía que supiera todo lo que estaba pensando. Él siempre daba a entender que sabía todo lo que hablaba y lo que no hablaba también. Parecía que entendía cada expresión de mi cuerpo en su totalidad, como si me conociera desde siempre, como si él me hubiera hecho o bien, como si yo estuviera hecha para él.

Lo tenía enfrente. No sé en qué momento pasó, pero estaba tan cerca de mi. Podía sentirlo, lo tenía a centímetros y mi cuerpo, como siempre, me estaba delatando.
Con su mano derecha empezó a acariciarme la cara pero sus ojos seguían iguales de inexpresivos, así que esta cercanía no podía ser una buena señal, pero no me importaba. Yo amaba sus manos y fantaseaba con ellas en mi trasero. Mi imaginación se perdió mientras el seguía acariciando ya no sólo mi cara, recorría mi cuerpo como si fuera de él, y yo no le decía nada. ¿Que podía hacer? Si me gustaba. Todo lo que él hacía a mí me gustaba. No quería ni ver mis bragas porque ya tenía una idea de la situación en la que se encontraban, cosa que yo no podía evitar. Todo mi cuerpo reaccionaba ante cualquier roce de él, aún si él no me tocase yo reaccionaba. Me recordaba mucho a los dioses griegos, sé que si fueran verdaderos, él, sin lugar a dudas, sería uno de ellos. O hasta más.
Cuando tenía ya su mano en mi abdomen sentí como desabrochó mi pantalón; reaccioné al instante haciéndome para atrás.

-¿Qué haces? -Rompí el silencio de mi habitación. Me asustaba no saber qué pasaba por su mente, sentía que en cualquier momento podría lamentar haber entrado en esta situación. Pero ya era demasiado tarde, no quería salir y no iba a hacerlo. Lo quería.

-Un buen castigo no puede ser con las bragas puestas. -Fue su respuesta. Tan indiferente, tan dominante. Tan él. Yo nunca accedí a eso y parece ser que ni le importa lo que yo pensara al respecto. Él ya lo había decidido y tenía que ser así.

-Pero es que... -¿Tienes algo que decir, tú? No creo que estés en posición de hacerlo. -Dijo interrumpiéndome. Y yo ya no contesté nada, solo observaba todo lo que él hacía. Se puso detrás de mí y empezó a bajarme el pantalón mientras acariciaba mis nalgas aún con la bragas puestas y mis muslos ya desprotegidos. Después, prosiguió a bajarme lentamente las bragas, mientras acariciaba ahora sí, mi trasero desnudo. Sentía como algo líquido corría por mi entrepierna, -qué vergüenza -Me repetía una y otra vez.

-Y decías que no querías. Tu cuerpo siempre termina dándote la contra, querida. -Se reía mientras hablaba y me dio una suave nalgada. Pero a mí hizo correrme más. -En unos momentos no vas a disfrutar tanto. Nunca un castigo es para disfrutar, ¿ya lo sabes, no?

-Sí. Lo sé. -La verdad es que estaba experimentando un mundo de sensaciones nuevas, no sabía cómo responder. Solo quería ser suya, pero siempre estaba en mi mente que eso nunca podría pasar. O por lo menos no debería..

-Ponte en la posición que te mencioné anteriormente, separa un poco tus piernas sin moverte absolutamente nada hasta que yo lo diga. -Y lo hice así tal cual, sin negarle nada. No podría. Cuando ya me encontraba sobre la pared escuché como se iba acercando hacia mi. -Alza tus brazos. -Decía mientras me levantaba lentamente la blusa, hasta quitármela. Se acercó lentamente, sentía su respiración como si fuera mía, mientras acariciaba mi espalda con sus manos. Sentía mi entrepierna tan mojada, no quería ni imaginarme ya el estado en el que me encontraba. -Te ves tan bien así. Toda para mí. Pon tus manos detrás de tu cabeza. Y voltea hacia la cama. -Sentía una vergüenza horrible. Jamás había estado en esas condiciones delante de alguien. Menos un hombre. Si no fuera por el sostén estaría totalmente desnuda. Empecé a llorar. Me aterraba estar en esta situación, moría de vergüenza totalmente. Me sentía tan desprotegida, tan indefensa. Como si en ese momento solo tuviera el valor que él quisiera darme.

-¿Qué pasa cariño, ya no estás disfrutando? -Decía en un tono sarcástico y burlesco. Riéndose enfrente de mi; haciéndome llorar más. Era demasiado para mi mente estar en esa situación. Me sentía humillada. Yo nunca me imaginé así ante un hombre, quizás por eso mi cuerpo estaba reaccionando con tanto miedo. Ya no hablaba, no podía hacerlo. Esto era nuevo para mí, toda estas sensaciones hacían que lamentara en mis adentros haber tomado esta decisión. -Todo esto es mi culpa. -Era lo único que se me venía a la mente. Mientras él solo acomodaba las almohadas en la cama, se sentó y palmeaba su muslo derecho, indicándome que me pusiera sobre sus rodillas.
La humillación que sentía en ese momento era inexplicable, el podía observar claramente mi zona íntima, que jamás había mostrado ante nadie. Yo no sabía cómo reaccionar, solo lo obedecía. Así que caminé lentamente, intenté cubrirme con mis manos pero la mirada que me echó hizo que me arrepintiera al instante.
Cuando ya me acomodé, empezó a recorrer desde mis muslos hasta mis nalgas con sus manos, y viceversa. -Nunca, pero nunca, olvides que un castigo no es diseñado para que tu disfrutes. Pero sí para disfrutarlo yo. -Decía con ese tono de voz tan malicioso, tan frío, tan provocador. -Escucha lo siguiente:
1. Sé que teníamos un acuerdo, por así decirlo, pero eso es algo que a mí me tiene sin cuidado. Nada ni nadie me pone límites a mí, menos tú. ¿Entendido?
2. Aquí se van a seguir reglas, las mías, tú no tienes voto ni palabra alguna para tomar una decisión. Todo lo que hagas tendrá que ser ordenado por mi, a menos que quieras pagar las consecuencias.
3. Te vestirás como yo te lo diga mientras estemos allá y aún aquí, tú ya no eres alguien independiente.
4. Cualquier cosa u disgusto que tengas, podrás comentarlo solo si yo te doy permiso. Primero me preguntarás, claro, y si no me agarras de buenas te arrepentirás de haberlo hecho. Pero si estoy de buenas, te dejaré expresar tu disgusto. Y si estoy más que de buenas, mejoraré en aquello que te desagrade.
5. El lugar al que vamos está alejado de la ciudad, no sabrás cómo llegamos y mucho menos como regresar. Tampoco habrá alguien que pueda escuchar tus gritos o llantos, ni auxiliar.

Esto ya me estaba asustando. ¿Qué quería exactamente? Me transmitía tanta maldad. Tenía mucho miedo, demasiado. No sabía que era capaz de hacerme pero por lo menos ya no iría ignorante a la situación en la que estaría.

Sentí una fuerte nalgada, él ya no decía nada. Entonces esto era una señal de que el castigo había comenzado...

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