Capítulo Único

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Un hanyou malhumorado esperaba impacientemente a que Kagome terminara sus deberes como aprendiz de la sacerdotisa de la aldea.

—Kagome, ¿Ya terminaste? —Volvió a preguntar por décima vez en el día el hanyou.

—Solo espera un poco más, no seas impaciente.

—Keh, yo solo digo porque está empezando a anochecer y tú como siempre andas merodeando por ahí con el peligro que puedes pasar.

—¿Acaso se te olvida que ya no soy la misma adolescente de hace tres años? —Dejo su labor para mirarlo con el ceño fruncido—. Llevo siempre mi arco y flechas conmigo Inuyasha, además desde que derrotamos a Naraku no hay tantos youkai como antes.

—¿Y eso que tiene que ver? Tú sigues siendo tan despistada que... —Sus palabras murieron en su garganta y olvido como respirar, a causa de un beso en la mejilla por parte de la azabache.

—Lo sé, perrito guardián. —Comentó divertida, tomó su cesto con las hierbas medicinales que recolectó y se dispuso a caminar hacia la cabaña de Kaede, que posiblemente ya esté preparando la cena.

El medio-demonio pestañeo confundido y cuando recobró la compostura dijo—: ¡Oye! ¡No soy tu mascota! ¡Y no me dejes aquí, espérame! —Bramó al seguirla.

...

Dos siluetas, una masculina y otra femenina, se encontraban sentados en el pastizal siendo iluminados por la hermosa luna llena y las pequeñas estrellas que adornaban el cielo nocturno.

Ella pensaba desde el momento en que cruzo el pozo después de tres años sin verlo lo único que quería era que le dijera que la amaba y así poder vivir felices juntos; digamos que una parte si ocurrió, solo que él no le pidió directamente aquello que deseaba.

Como siempre, ya que no suele demostrar sus sentimientos tan abiertamente y eso hacía que pensara que en su corazón todavía amaba a la antigua guardiana de la Shikon no Tama.

—Inuyasha...

—¿Qué?

—¿Me quieres?

El peliplata abrió sus ojos sorprendido.

—¿A qué viene eso?

—No esquives mi pregunta por otra y responde. —Lo miró seria.

—P-Por su-supuesto qu-que t-te q-q-quiero ¿Po-Por qué lo dudas? —Respondió sonrojado.

—¿Aún amas a Kikyou? —Volvió a preguntar.

El muchacho de orbes doradas rodó los ojos, los cerró y suspiró cansado.

Aquí vamos de nuevo...

—Ya hablamos de eso Kagome, y no, no la amo, a tí es a quien quiero ahora. —Confesó con un tono carmín en sus mejillas al mismo tiempo que la abrazaba y ella le correspondió llevando sus brazos hacia su espalda.

—Espero que lo hayas escuchado bien porque no volveré a repetirlo. —Dijo al separarse lo suficiente para mirarla.

—Sí, gracias Inuyasha. —Le dedicó una cálida sonrisa que obligó al chico a desviar su rostro hacia otro lado para que no note su sonrojo.

Y es que esos afectos le lograban causar, cada vez que le sonreía de esa manera; o cuando le besaba su mejilla y tomaba su mano suave, pequeña entre la suya.

Había otras veces que todavía no caía en cuenta de como alguien tan dulce, frágil, enojona y valiente se fijó en un sucio, brusco, mal educado y salvaje como él.

Pero agradecía a los dioses por darle esta maravillosa oportunidad de poder ser feliz y quién sabe, en un futuro poder tomar a esa bella azabache como su esposa y formar una familia.

Fin

Un día como cualquiera || InuKag || CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora