- No quiero que salgas con él, Spencer.
- ¿Cómo?
- No quiero que salgas con Ashton. – dijo Daniel mientras entraba en mi habitación sin darle siquiera una invitación para pasar.
- Perdóneme pero usted no es nadie para decirme con quien tengo que salir o no. –contesté al mismo tiempo que cerraba la puerta y avanzaba hacia donde él se dirigía.
- Lo sé pero me molestaría si lo hicieras.
- Puedo hacer lo que me salga de las narices, Señor Cavill. – dije convencida aunque con voz temblorosa.
- No lo harás. – dijo con voz fría, tanto, que me hizo estremecer de pies a cabeza.
Daniel sostiene mi mirada y en ella había enfado y no entendía por qué. Hasta ahora no me había fijado pero era mucho más alto que yo y su cuerpo era esbelto y fibroso. Su pelo negro parecía tan suave que tuve que reprimir las ganas que me dieron de tocarlo para acercarle a mí y besarle con fuerza.
- ¿Y por qué no tendría que hacerlo Daniel? – sinceramente no esperaba una respuesta pero mucho menos me esperé lo que veía a continuación.
Daniel en menos de dos pasos avanzó hasta mí. Quedando a escasos milímetros, estaba tan pegado que podía sentir su respiración agitada junto a la mía y en medio de uno de esos impulsos, cogió mi cara entre sus manos y atrapó mis labios contra los suyos.
No fue un beso lento y tímido, sino un beso cargado de deseo y pasión. La misma que yo sentía por él y que había reprimido desde que le vi.
Mis labios jugaban con los suyos y su lengua se enredaba con la mía con tanto ímpetu que se me olvidaba respirar, pero por mucho que me quedara sin aire no quería parar aquello. Sentía que me devoraba con sus labios y mi cuerpo había empezado a encenderse. Sentía tanto calor que sentía la espalda húmeda y cuando él me tocaba un escalofrío compensaba ese calor tan vivaz que había dentro de mí.
- Te deseo. – dijo separando levemente sus labios de los míos. – y sé que tú también me deseas a mí, Spencer.
En efecto, era completamente cierto lo que estaba diciendo. Le deseaban tanto que hasta dolía. Mi cuerpo temblaba ante su contacto y cuando sus labios y los míos se juntaban en perfecta armonía sentía que me derretía a cada segundo que pasaba.
Sentía que me faltaba el aire pero su boca era como un adictivo que te impedía no encender el deseo de jugar con ella.
Era la tercera vez que veía a Daniel y cada una de las veces que le había visto había tenido los mismos pensamientos hacía él. Me había imaginado más de una vez cómo sería besar sus labios o cómo reaccionaría mi cuerpo ante sus caricias y por fin lo estaba descubriendo.
Parecía que él no quería perder el tiempo así que sus manos bajaron por mis caderas muy lentamente hasta que llegaron al borde de mi vestido y fue subiendo poco a poco hasta quitármelo.
Mis mejillas ardían por la vergüenza que me daba que me viera medio desnuda pero cuando empezó a dejar un pequeño reguero de besos por mi hombro mientras retiraba los tirantes del sujetador y besaba cada parte de mi cuello. El pudor se fue convirtiendo en un deseo oscuro que quería saciar cuanto antes.
Dejé que me desnudara por completo y cuando volvió a mirarme con sus ojos azules como un zafiro no pude evitar morderme el labio solo de imaginarme lo que quería hacer con aquel hombre que tenía delante.
Esta vez me tocaba a mi desnudarle a él y aunque al principio mis manos eran torpes e indecisas. Él me sonreía y me daba algún que otro beso hasta que quedó tan expuesto como lo estaba yo.
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30 Días ©
RomanceSpencer Mills tras empezar como columnista en German Phillips, uno de los periódicos más famosos de Londres, conocerá a la persona que le cambie su vida para siempre. Harta de planificar su vida constantemente decide correr el riesgo y conocer a Dan...