Sabía que no le quedaba mucho tiempo. Lo notaba en su corazón, pero aun así siguió corriendo. Corrió porque se lo había prometido, porque su cuerpo así lo pedía. Corrió con todas sus fuerzas, como nunca antes había hecho. Dejó el aliento, el sudor y la sangre en llegar lejos, lo más lejos que nunca había llegado. Corrió a pesar de las lágrimas, de los gritos, de los miedos. Corrió alejándose de aquello que más quería, buscando una salvación que sabía que nunca iba a llegar.
Cuando las luces del coche la dejaron ciega unos instantes y el primer cuerpo cayó al suelo, supo que tenía que volver. Su mente le pedía que diese la vuelta, que corriese junto a ella. Su corazón le gritaba "si esto tiene que terminar ahora, que no sea de esta manera".
Así que cambió de rumbo. Volvió a correr, esta vez deshaciendo sus pasos, volviendo a donde aquella carrera había empezado. Notaba tras ella las pisadas de los otros, los oía gritar su nombre, pero ella sólo tenía un objetivo: alcanzarla antes de perderlo todo.
Pensó en sus padres, los dos grandes pilares sobre los que se había alzado su vida. Pensó en su hermano, esa pequeña luz que iluminaba hasta los días más oscuros. En sus compañeros de clase, en sus risas llenando la escuela. En Akira, que tanto le había dado sin darse cuenta.
Akira... Alargó la mano, dispuesta a darle el testigo por última vez, a dejar en sus manos el ganar o perder la carrera. Estiró su cuerpo cuanto pudo, sin dejar de correr, sin perder ni un segundo de su tiempo. Porque ella era una gran corredora, y los grandes corredores no se detienen por nada.
Y así, con el testigo en la mano, se fue acercando al cuerpo de Miko, que descansaba junto al río, inerte.
Notó la primera cuchillada desgarrarle la piel. El ardor del dolor bajando por su espalda. Gritó cómo nunca lo había hecho, como si no fuese ella quien emitía ese sonido.
Sus piernas le fallaron. Tumbada en el suelo, sabiendo que a su alrededor se acumulaban cada vez más formas, más asesinos, se arrastró como pudo hasta el cuerpo de Miko. El dolor era tan intenso que su cuerpo, por evitarle más sufrimiento, había bloqueado el resto de sentidos, dejando sólo la vista en funcionamiento.
Agarró la mano de Miko, fría e inmóvil, y la sujetó con fuerza. Notaba la mente cada vez más dispersa, los pensamientos inconexos. Le fallaban las fuerzas, su alma le pedía descansar. Pero ella necesitaba despedirse.
"Siempre serás la mejor corredora para mi..." pensó, sin soltar la mano de Miko ni un segundo. Y, una vez había cumplido su último deseo, una vez había dejado el mundo en manos de Akira, su cuerpo se terminó abandonando a la oscuridad, dejando sus dedos entrelazados a los de ella, poniendo fin a su historia.
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No dejes de correr
FanfictionCorre y cumple tu promesa. Corre y prométeme que no te detendrás hasta el final.