Capítulo Siete

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Danna.-

—Él te gusta —afirmó Andrea.

—...No

—Ni si quiera sabes de quién estoy hablando, cómo puedes negarlo —acusó.

—De quién sea que estés hablando —advertí.

—¿Cómo se llama? —quiso saber. Miré a Andrea a la expectativa y suspiró cansada— el tipo con el que estabas conversando cuando llegué

—Antonio —informé regresando la mirada hasta el plato frente a mí.

—Te gusta Antonio, y no es una pregunta

—Andy, come por favor y deja de decir incoherencias —pedí.

—¿Por qué incoherencias?, yo sólo digo lo que veo y estos ojos vieron interés, tu interés en él

—No estoy interesada en algún hombre por el momento —informé.

—Jamás estás interesada —se quejó.

—Es porque quiero dedicar mi vida a Dios —respondí moviendo con mi tenedor un poco de la ensalada que acompañaba mi filete. Andrea rio escandalosamente y negó con la cabeza.

—Te pones nerviosa con él, Danna, y tú no eres de las que fácilmente se ponen nerviosas con los hombres

—Soy un poco tímida —le recordé.

—Eso sí, pero además, sus amigos lo estaban mirando, eso quiere decir que ellos pueden dar fe de que le gustas—agregó.

—Desde cuando eres una experta en estos temas —quise saber.

—Son cosas que toda mujer tendría que saber —me regañó.

—Eso me hace sentir como un hombre en el cuerpo de una mujer

—No intentes desviar el tema, le gustas y él te atrae

—Es lindo —opiné; Andrea me miró con una ceja arqueada— es bastante guapo —acepté—, pero no le gusto, deja de querer encontrarle tres pies al gato

—El tiempo me dará la razón, no sé por qué no simplemente lo aceptas ahora

—Andy, simplemente todo el mundo quiere ser amable conmigo por ser la niña nueva, tú simplemente exageras

—Una cosa es ser amable, y otra mucho muy diferente es comerte con los ojos —contradijo—, incluso cuando vas vestida así —señaló, yo ya estaba de pie dejando mi plato sucio en el fregadero cuando me miré.

—¿Qué hay de malo con mi ropa?

—Eres una Rinalde, güey, saca provecho de eso y los lindos genes que heredamos —opinó.

—No me digas "güey" —regañé.

—Lo siento, a veces me desesperas —acotó— cómo te decía, tus jeans son lindos y todo, pero Danna, tienes diecisiete años, aprovecha tu anatomía ahora —aconsejó.

—Qué significa eso —quise saber.

—La que no enseña no vende —argumentó.

—Eso me hace sentir como una prostituta —me quejé.

—Nada te parece —me encogí de hombros.

Media hora después se despidió dejándome sola en la casa, con excepción de Deudor, que estuvo muy feliz de dejar el patio y entrar a hacerme compañía mientras leía en internet, sí, sé que es piratería o algo parecido, pero tampoco es como si el libro que leía estuviera disponible en librerías.

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