Capítulo III / Por la pequeña abertura de la puerta.

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Dos semanas más tuvieron que pasar hasta que volví a encontrarme con aquel chico por los pasillos de ese infierno blanco. Esta vez no traía nada en su mano a excepción de una pequeña agenda en la que parecía memorizar una y otra vez unas palabras. Al volverle a ver allí descarté completamente la hipótesis de la mujer embarazada y me pregunté si aquel muchacho iba a convertirse en una visita usual de estos pasillos, aunque sus apariciones se hubieran presentado de una manera tan irregular y discontinua. Volvió como siempre a girar el pomo de la puerta y entró cerrándola a sus espaldas.

Esta vez la curiosidad me pudo demasiado y recorrí rápidamente los cincuenta metros de pasillo que separaban nuestras habitaciones para intentar averiguar algo más de aquella realidad presente ante mis ojos. Puede que simplemente mi mente llevaba demasiados meses buscando algo más entretenido que la cutre televisión del hospital.

Pasaron aproximadamente unos veinte minutos y yo seguía dando vueltas, intentando parecer distraído, alrededor de ese pasillo sin separarme mucho de la habitación en la que había fijado mis ojos. Me sentí ridículo y pensé en regresar a mi lugar correspondiente, pero me pareció buena idea esperar unos minutos más por si algo ocurría.

En efecto, alguien salió de la habitación.

Un hombre de unos sesenta años y barba blanca surgió lentamente de la puerta y, fijando sus ojos en mí durante un instante, avanzó por el pasillo en dirección a secretaría. Por la pequeña abertura de la puerta pude ver la parte de debajo de una de las camillas del hospital, pero mi perspectiva no me dejaba observar mucho más. Decidí acercarme un poco más para asomarme.

- ¿Puedo ayudarte en algo? –dijo una de las enfermeras apareciendo como un fantasma.

Al igual que los ángeles del cielo o las amazonas de la isla de Lesbos, las enfermeras eran para mí las soldados de este infierno blanco. Con la diferencia de que estas utilizaban jeringuillas en vez de arcos o jabalinas.

-Buscaba mi habitación, pero creo que esta no es –contesté como pude. –Son demasiado parecidas todas y me equivoco frecuentemente.

Entonces la enfermera me hizo un gesto con la cabeza y se desvaneció dentro de la habitación cerrando la puerta a su paso.

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TONO GRIS. (#GAY) (#LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora