Capitulo Treinta y Ocho

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-Llevas mandándome a la mierda tres años. ¿Por qué de repente accedes a esto?

Pamela parpadeó, aquellos hermosos ojos azules adquirieron un tono gris humo, su dorado cutis se ruborizó. Para ser una stripper que había visto el lado malo de la vida, parecía una joven pura y dulce.

-¿Has cambiado de idea?

La ronca voz de Pamela le sacudió. Era increíblemente sexy. Apabullante. De ojos suaves, labios plenos que formaban tentadores pucheros, pechos que, según sospechaba, eran más de origen artificial que divino, pero sin duda seductores. Bajando la mirada al trozo de muslo que quedaba al descubierto comenzó a sentir una leve reacción más abajo del cinturón.

-No he cambiado de idea.

Pamela se giró hacia Ash, esperando su respuesta.

-Yo tampoco voy a cambiar de idea.- Cerró la mano sobre su muslo, subiéndola por debajo de la falda, hasta que la posó sobre las húmedas pantys negras.

-Bien. -Pamela exhaló la palabra.
-Luke -lo llamó Ash-. Bésala, quítale el top.

Pamela lo detuvo, alarmada.

-Yo...¿no prefieres ir antes al dormitorio?

Ash se puso de pie y se quitó los zapatos, y luego, bruscamente, la camisa.

-Eso para el final.
-Oh. -Ella parecía aturdida y ni siquiera la habían tocado.

Luego Ash le dirigió a su primo una mirada expectante. «Cierto. Bésala, quítale el top». Suspirando profundamente, Luke extendió la mano y desabrochó los botones del top de Pamela. Maldición, le temblaban las manos cuando abrió la prenda, revelando unos pechos generosos apenas cubiertos por un sujetador sin tirantes. Unos hermosos pechos dorados. Hubiera apostado lo que fuera a que ella hacía topless. Le quitó el top y lo dejó en el sofá, a su lado. No quería arrugárselo. Parecía delicado.

-Luke -le espetó Ash-. Bésala.

Pamela lo miró, con los ojos azules llenos de incertidumbre, pero aun así enfebrecidos. Ash la giró hacia su primo, y luego la besó en el lateral del cuello, colocándole una mano en la parte inferior de un pecho. Sus pezones se pusieron duros como guijarros en el mismo momento en que la tocó. Bajo sus labios, la postura de Pamela perdió rigidez. Cerró los ojos y gimió.

-Hueles bien -murmuró Ash mientras le desabrochaba el sujetador con un movimiento rápido de la muñeca-. A sol y pecado.

Los senos de Pamela eran preciosos. Firmes, maduros, apetitosos. Si eran falsos, eran una buena imitación. Ella apoyó la cabeza en el hombro de Ash, jadeando cuando éste le pasó el pulgar por los duros y sonrojados pezones. En realidad, era excitante observarlos. Ash acaricio la piel pálida de Pamela, apartándole el pelo rubio platino de la tersa nuca para poder aspirar su olor. Ver cómo la joven se estremecía entre los brazos de su primo lo endureció. Por fin. Ash deslizó una mano bajo la abertura de la falda, subiéndosela más arriba, y rozó la seda negra que cubría el monte de Venus. Pamela jadeó, tembló y gimió.

-Bésala.

Que Ash repitiera su orden fue como un jarro de agua fría para Luke. Aquello no tenía sentido. Pamela era la personificación del sexo. Llevaba años queriendo tirársela. Y la tenía allí mismo, con los pechos desnudos, entregada y muy excitada. «No es ________».

Ignorando la insidiosa vocecita que protestaba en su mente, Luke se inclinó hacia delante y cubrió la boca de Pamela con la suya, instándola desesperadamente a que la abriera para él. La lengua femenina bailó con la suya, lenta y perezosa, sin duda sabría cómo hacer una buena mama*da. La mujer sabía a picante sexualidad. Pero él quería saborear la dulce inocencia de _________. Vaciló. Quería saborear su deseo.

Fantasía Prohibida - Luke Hemmings y Ashton IrwinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora