Capítulo 19: Infiltrada [tercera parte]

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Warning: Ante ustedes, un extenso capítulo, se recomienda buscar un sitio agradable y cómodo para leerlo a gusto.

Con amor, Dan.

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Ally continúa el relato.

Después de decirle aquellas palabras a Zack, él me besó en la frente; acto que me causó un hormigueo por todo el cuerpo. Pero no se trataba del clásico hormigueo agradable, sino de aquel que sientes cuando el miedo y la angustia se apoderan de ti, aquel que sientes cuando sabes que nada bueno puede salir de ello.

No obstante, y para mi buena fortuna, Irma se hizo presente en la habitación en ese mismo instante. Solo bastó con que ella y Zack intercambiaran miradas por una fracción de segundos para que me soltara y dijera:

—Preciosa, lamento lo que te voy a decir pero tengo que hacer un viaje ahora mismo; son solo problemas administrativos—explicó con una expresión seria y mientras me obligaba a mirarlo a los ojos.

—¿Por cuánto tiempo te irás?—pregunté intentando adoptar un tono melancólico. Lo cual no fue tan fácil, ya que una gran alegría me invadía en mi interior a la vez.

—No lo sé con certeza. Pero te prometo que intentaré volver cuanto antes, para así, pronto poder divertirnos de verdad—dijo con una sonrisa en su rostro, para después, darme un beso en los labios y acariciar suavemente mi mejilla.

—Te esperaré ansiosa—aseguré con una falsa sonrisa y con el dolor de mi alma.

—Lo sé—mencionó sonriente.

Acto seguido, se alejó de mí y salió de la habitación con Irma siguiéndole por detrás.

Lo observé marcharse y, cuando la puerta volvió a cerrarse, solté un profundo y prolongado suspiro.

Me quedé unos minutos ahí de pie, hasta que escuché el característico rechinido de la entrada principal, indicándome con ello, que él ya había salido de la mansión por completo.

Momentos próximos, abandoné el estudio y me dirigí a mi habitación en silencio. Después de todo lo que había ocurrido, el deseo de probar alimento pasaba a segundo término.

A la mañana siguiente, el clima gélido de Lupsus no me dejó dormir más a como hubiera deseado; algo que en verdad detesté.

No me quedaba más remedio que ceder e iniciar otro día más en esa estúpida mansión. En consecuencia, me di un baño caliente, me puse ropa abrigadora y salí de la habitación en silencio. Lo único que se escuchaba era el arrastre de mis zapatos.

Llegué a la cocina cautelosamente para no molestar a los atareados sirvientes, tomé una mandarina y me fui.

Como no tenía nada más qué hacer, me senté en una de las escaleras que conectaba el vestíbulo con la primera planta y comí la fruta en silencio. No tenía un buen sabor, a decir verdad, pero imaginé que lo más probable era debido a las condiciones climáticas y la temporada de cosecha. Además, tenía hambre, por lo que no iba a dejarla por ahí.

Después de un tiempo, escuché algunos ruidos provenientes del suelo —probablemente del sótano que había mencionado Blayd en sus planos—, lo que me obligó a dirigir mi vista hacia mis pies.

Aquel acontecimiento me llenó de intriga y miedo, de modo que, me levanté rápidamente.

Se escuchaba como si arrastraran un pesado objeto de metal, y, como no daba señales de detenerse pronto, solo me alejé de la zona.

Tierra Escondida I: Más allá de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora