Steven

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Año 1985, mi música no le agradaba a ningún humano existente. Yo era un gran artista y lo sabía; vivía de la composición y la interpretación, pero no amaba realmente la aventura en la que me embarqué. La música era nada más que un negocio. No existía en este mundo, a pesar de que era mi mundo, el único que me importaba, el único que me hacía sentir vivo.

Existía una música dominante; era una dictadura, y yo, prisionero de ella, no tenía más alternativa que sucumbir ante el poder. La otra opción era acudir al método de mi querido amigo Kurt Cobain; lo he pensado, pero ese día en las calles de mi ciudad, aquel felino intrépido y la situación en que me encontraba me propusieron un camino: música para no-humanos.

Me había subido al auto, bajaba por las calles de Valparaíso, camino al terminal de buses, pasado las 6:00 AM. Fue una noche fatal: mi concierto fue espléndido, pero toqué música que no me agradaba; me sentía como un robot programado haciendo las tareas que le eran encomendadas a través de un superior, y realmente no estaba muy lejos de aquello. En cuanto terminó el show salí disparado como una cuerda rota después de un agresivo rasgueo de metal, y me refugié en la esquina menos frecuentada, donde ningún alma humana se atrevería a criticar mi interioridad musical.

Después, el incidente del gato.

Mientras iba cerro abajo, junto a mis dos compañeros de trabajo: mi manager (y además chofer) y mi asesor musical, logro divisar levemente la figura del animal, corriendo velozmente como si su vida dependiera de ello, tras nosotros. ¿Por qué me perseguía aquella criatura? ¿Acaso fue capaz de apreciar la música que brotaba de mis dedos? Ante esta pregunta, ordené a mi chofer detener el vehículo. Rápidamente, con una maniobra delicada y precisa, él obedeció apretando el freno y el embriague, deteniéndose en una esquina con un callejón oscuro a pasos de un minimarket cerrado. El animal estaba calle arriba; ya no corría, caminaba lentamente hacia su presa, en búsqueda de buena comida. Se veía fatal, pareciera como que en cualquier momento caería desmayado, sin haber logrado nada en la vida. Vamos, es un gato ¿que podría lograr realmente?...

Por el momento, logró ganarse un apodo. Steven fue su nombre, lo supe apenas miré sus ojos de circunferencia perfecta, que me recordaron a influencias musicales de mi pasado. Lo tomé, sintiendo su cuerpo frágil como muñeca de trapo, acurrucándolo entre mis brazos y logrando apreciar su belleza callejera, su pelaje negro opaco y empolvado, lleno de heridas de guerra. Steven, jadeante (jamás en mi vida había visto un gato jadear), me miraba fijamente, sus pupilas clavadas en mis ojos decían miles de palabras, comunicaban miles de emociones, lograban llenar ese vacío que sentía en mi interior. Pudieron hacerme reaccionar; lograron, por primera vez en mi vida, divisar claramente la bifurcación que estaba tomando, y así darme cuenta que estaba rumbo a una muerte espiritual.

Con decisión, vuelvo a la puerta del coche, la abro con fuerza y saco mi guitarra de un fatal destino. Era mi fiel compañera. Desde hace más de 15 años que sus melodías deleitan mis oídos a manos de mi difunto padre. Su muerte me convirtió en lo que soy, un músico famoso, talentoso y querido por la comunidad, pero... ¿Estaría mi padre realmente orgulloso? ¿Importa la fama si tu vida no cobra sentido alguno? ¿Si no te otorga ninguna especie de placer rasguear esas demacradas cuatro cuerdas que me han acompañado toda la vida en el escenario? Los ojos de Steven parecían conocer todas esas respuestas.

Lo tomo en mis brazos nuevamente, corro. Corro cerro arriba, veo la puesta de sol por la mañana, fascinante, deslumbrante, rejuvenecedora. Tomo una gran bocanada de aire. Veo a Steven acurrucado en mi brazo izquierdo, con los ojos cerrados, rebotando levemente por cada pisada que doy al caminar, se veía solemne. Al otro lado mi guitarra, antigua pero bien cuidada, parecía decirme: "Viejo amigo, nos esperan muchos nuevos amaneceres". Me quedo mirando al sol, toco lo que me dice mi interior, toco mirando el escenario, traspaso todas y cada una de las vidas animales de este planeta. A mi lado, Steven, hecho una bolita, parecía sonreír ¿Habían visto alguna vez un gato sonreír? ...

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2018 ⏰

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