Cap 16- Me traicionaste

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Cap 16- Me traicionaste

William:

Una vez en casa la llevé a la recámara a descansar. Su embarazo era de alto riesgo y necesitaba reposar.

- ¿Por qué fuiste a buscarlo? Sólo esperaste que me marchara, para ir a su encuentro ¿Acaso te arrepentiste de lo nuestro?- pregunté nervioso de la que sería la respuesta.

- ¡Nunca! Eso nunca, es solo que necesitaba respuestas y también pedirle perdón por no estar a su lado - aunque la veía sincera, aún temía.

- Natalie tu embarazo es de alto riesgo y no te importo escaparte para ir a buscarlo...

- William, no estaba en mis planes escaparme del hospital. Lo que menos quiero es lastimar a nuestro bebé, pero cuando oí a los hombres que iban por mi.... Me dió miedo y me escapé. Ya una vez afuera no lo pensé, te lo juro.

- Por qué no llamarme a mi... Leo volvió por tí, quiere arrancarte de mi lado..

- No, eso no es verdad, él sabe que te amo....

- A él también lo amas - interrumpí.

- Es verdad que lo quiero mucho y siempre lo voy a querer. Él fue el único con el que pude contar por años. A su lado siempre me sentí fuerte e invencible, sentía que el mundo era demasiado pequeño para mí. Me hacía sentir limpia cuando era la más sucia de las mujeres, cuando todos me veían con desprecio. Así que claro que lo quiero y siempre voy a querer lo mejor para él, como él lo hace conmigo. Tu sabes el dolor que su muerte causó en mi, pero tu amor y comprensión me ayudaron a sobrellevarlo y me enseñaron a amarte más de lo que imaginé posible. Te convertiste en mi vida entera y él lo sabe. Date cuenta, mi vida es otra después del accidente, porque tú me has enseñado a ser una mujer distinta....No temas, te dije que nunca te dejaría, tú eres mi esposo y te amo.

- Te equivocas Natalie, al él salir de esa maldita tumba nuestro matrimonio queda abolido y lo único que somos, es amantes - ella sonrió y me abrazó.

- Puedo vivir con eso. William, a mí no me importa un pedazo de papel, ni ningún título. Amante, esposa, amiga, no me importa. Me importas tú, nuestro hijo, eso tan hermoso que hemos construido juntos ¡Nuestra familia!. Ni Leo, ni tu madre, van a lograr destruir lo que hemos construido con tanto amor. Quiero que vayas a México y termines con esta mierda de una vez por todas. Elías está por nacer y quiero que crezca lejos de toda esta basura.

- No, no te puedo dejar sola, no después de lo que pasó en ese hospital.

- No estoy sola, tengo prácticamente una armada allá afuera.

La abracé fuertemente a mí cuerpo y besé su cuello.

- Si algo te llegará a pasar me muero - dije más tranquilo.

- No me va a pasar nada.

- Muero por hacerte el amor - ella sonrió y beso tiernamente los labios.

- Y yo, pero Elías tiene otros planes para nosotros.

Después de charlar por un largo rato nos quedamos dormidos. A media noche me marché, pero no sin antes prometerle que pronto terminaría está pesadilla.

Dejé a Alberto al tanto de mi mujer. Tenía muchos hombres a su cuidado, pero al único que le confiaba mi más preciado tesoro era a él. Él había demostrado ser fiel y una vez que me retirará, le dejaría parte de mi territorio.

Al llegar a las bodegas en donde levantaría la mercancía, un escalofrío se apoderó de mí. Algo no andaba bien, pero si me marchaba, pensarían que era una trampa.

Mis hombres, como siempre, guardaban a cierta distancia de mi. Me daban espacio para culminar el negocio. Anastasio estaba algo agitado y en un momento que el gordo se retiró (así se llamaba el hombre del cártel de México) habló.

- William algo no anda bien, debemos irnos...- no término de hablar cuando se escucharon sonidos de balas.

- William, la placa - gritaron mis hombres. Saqué mi arma para defenderme, pero no me dió tiempo de usarla, porque la pistola del maldito gordo me tocó por detrás.

- No te muevas - dijo a la vez que llegaba la policía.

- Maldito, me traicionaste - empecé a decir, cuando un fuerte golpe en la cabeza me hizo perder el sentido.

Al despertar me encontraba en una celda y junto a mi se encontraba Anastasio. Aunque no supe de mi por un buen rato, estaba seguro que los escuche decir, agradecelo a tu madre y a tu hombre de confianza.

- ¿Alberto? - él asintió con la cabeza. Di un fuerte golpe al suelo ¿Como no lo pude ver? ¿Cómo pude ser tan ciego? - debia hacer algo.

- Nos tienen incomunicado y ....y - titubeaba al hablar.

- ¿Y qué? - pregunté ansioso. Qué sabía él que yo no - hablá.

- Escuché que llamaron a tu madre, le dijeron que te tenían y que ya tenían el camino libre. Después llamaron a Alberto, diciéndole que la llevara al lugar que acordaron.

- ¡Malditos! Te juro que si la lastiman... - hablaba, cuando un policía entró. Se veía muy corrupto y supe que él sería quién me ayudaría - disculpa, necesito un favor.

El hombre río

- ¿Mi ayuda?

- Te daré una fortuna...

- Esa ya me la está dando... alguien más - no dijo quién, pero volvió a reír.

- Solo necesito una llamada, nadie se enterará que la hice - me quite mi reloj y se lo mostré - Un minuto, solo un minuto y este reloj es tuyo. Vale una fortuna y tú lo sabes

- Tú sabes que si quiero te lo quito y tú no podrás hacer nada al respecto - sus ojos brillaban, lo quería.

- Eso no es verdad, sabes muy bien quién soy y también sabes que mi madre te arrancaría las pelotas si me haces daño. Ella solo quiere darme una lección, pero nunca hacerme daño. ¿No es así? Sin embargó, si me dejas usar tu celular por un minuto, es tuyo y nadie se enterará de nada.

Después de pensarlo unos segundos, acepto.

- Está bien, pero si no contestan es tu pérdida.

La única persona en la que podía confiar el bienestar de Natalie, era en Leo. Él era el único que daría su vida por protegerla, así que le llamé a él.

- Bueno - la voz de Leo respondió. Tenía que ir al grano y decir lo necesario.

- Leo, soy William, no vayas a colgar. Es urgente lo que tengo que decirte...Estoy detenido en una cárcel de México y creo que mi madre tiene algo que ver. Es urgente que vayas a mi casa por Natalie y la lleves contigo en este momento.

Al decir eso el policía arrebató el aparato de mis manos. Al mencionar a mi madre, supo que le había puesto fecha a su lápida.

- Muy mal - dijo antes de llamar a otros hombres. Entraron a mi celda y me rodearon. Sabía exactamente lo que me esperaba, pero no me importaba. Leo iría por ella y la protegería.

Anastasio hablaba desesperado, pero ni los hombres, ni yo, le prestamos atención. Me defendí lo mejor que pude, pero fue imposible luchar contra todos. Me dejaron tirado, inconsciente una vez más, hasta la mañana siguiente. Me despertaron, vaciando un balde de agua fría en mi cabeza.




Enseñame a Olvidar II: volver a nacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora